El espectro de chicle

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Rosa.

Todo a su alrededor era color rosa.

Era una vista extraña sin lugar a dudas, si un día cualquiera se despertara en su habitación y descubriera que todas sus cosas ahora tenían ese color, además de pegarse con esa asquerosa rebaba al más mínimo contacto, seguramente se habría lanzado por la ventana más cercana. Pero con tan solo acercarse a ella solo podría ver que también estaba pintada de rosa en las mismas condiciones que el resto de la casa; ahí sin duda alguna se volvería loco.

Justo como el cliente que llegó ese día más temprano a la oficina; mientras preparaba algo de té, Reigen escuchó sus problemas.

Se trataba de una persona solitaria que tenía un hábito extraño de buscar supuestas reliquias en la basura. Durante su búsqueda de hace una semana se encontró con uno en particular que, para su conveniencia, había llevado a la oficina.

Se trataba de una extravagante escultura de un rosa radiante, de no haber sido porque el cliente le dijo que era un trofeo, Reigen jamás le habría encontrado una forma precisa. El cliente alegó que se trataba de un trofeo que había sido planeado para entregarse en un campeonato de mascar chicle hace unos años atrás.

–Cuando investigué más sobre este artilugio, me enteré que el torneo se canceló por ser demasiado asqueroso.

Reigen asintió en silencio cuando dejó el té en la mesa, no podía estar más de acuerdo con esas razones, luego le brindó una amplia sonrisa al cliente.

–Pero el escultor de la obra estaba enfadado por eso, su obra nunca vería la luz y terminó por desechar su trabajo. Pienso que él le ha puesto una maldición a este objeto.

–¿Y qué le hace pensar eso? –preguntó Reigen, el cliente lo miró nervioso llevando con la mano temblorosa el té a la boca y continuó.

–Es-Es que él se me ha aparecido dos veces.

Reigen sacó una libreta y una pluma de su pantalón y comenzó a hacer notaciones. El cliente se le quedó mirando un poco consternado.

–Continue –indicó al cliente, quien parpadeó algunas veces confundido y preguntó.

–Di-Disculpe.

Esta vez el cliente se dirigió a la persona que tenía frente a él, en el otro sillón del lado opuesto a la mesa donde dos tazas de té humeante se enfriaban con el pasar del tiempo.

–¿Por qué ese niño está haciendo todas las preguntas?

–¡No soy un niño! Ya voy en segundo de secundaria –replicó Reigen apretando con fuerza la pluma, antes de que alguno de ellos continuará, el tercero en la sala los interrumpió.

–No hay de qué preocuparse.

Ambos lo miraron, era un hombre de cabello negro tan oscuro como un noche en medio del bosque, de corte recto bastante comun hoy en dia, su mirada seria no era de hostilidad pero tampoco era amistosa, incluso parecia estar muy aburrido. Otro detalle sobre él era lo alto que se veía una vez de pie, casi media 1.80 m. lo cual sorprendí cuando lo mirabas por primera vez. Usaba un traje azul marino tan oscuro que casi parecia negro acompañado de una camisa gris y corbata blanca, era una vestimenta digna de una oficina y comun entre los empleados de una. El hombre sin hacer mucho además miró al muchacho y luego a su cliente, con una gran calma tomó su taza de té y le dio un delicado y prolongado sorbo.

–Este chico es mi asistente, él se encarga de tomar en cuenta los detalles más relevantes de cada trabajo que hacemos. Así que si no le molesta señor Takeda, él seguirá haciendo algunas preguntas para que podamos resolver su caso.

Seré yo (Mobrei)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora