Capítulo 9

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Capítulo 9 | "Póker"

Madison Davis

— Enséñame a jugar, y puede que venza a uno de tus hombres.

Acerca su cuerpo aún más al mío.

— ¿Y si pierdes?

— ¿Tan mal profesor te consideras, Oliver?

— ¿O tú muy mal alumna?

— Pruébame.

Acabo de lanzar el reto al aire, y él, como el jugador nato que es, lo toma.

— De acuerdo, rubia, vamos a jugar.

Me lleva de nuevo al piso de abajo, y caminamos a una de las mesas del centro donde se juega una partida de póker.

Sé cómo se juega, pero lo hacía en el bar de Andrew como pasatiempo, aquí juegan de verdad, ¿y qué mejor profesor que el mejor en el juego?

Camino con Oliver a mi lado, con una mano en mi espalda, las mujeres en la mesa me juzgan con la mirada a cada paso que doy, evaluando mi vestimenta, mi apariencia.

Me incomoda, por lo que me encojo un poco al lado de Oliver y bajo la mirada. Pero él lo nota, por lo que frena su andar y se coloca frente a mí, vuelve a tomar mi mentón, aunque es más brusco esta vez, y alza mi rostro, el café dorado de sus ojos me evalúa, molesto.

— Nunca bajes la mirada ante nadie, muñeca.

— Siento que no encajo aquí.

— ¿Y qué tiene eso de malo? — cuestiona.

— No lo sé, tal vez.......

Me corta, porque en segundo su rostro está a milímetros del mío y la cercanía hace que se me corte la respiración.

— Yo tampoco encajo aquí entre tanto hombre estirado, ¿o sí, rubia?

Lo miro fijamente, botas militares negras, pantalón negro, camisa de botones negra ceñida que marca el arma que carga en su espalda, cabello rubio despeinado despreocupadamente, argolla en su labio y tinta por todos sus brazos y cuello, un collar de plata se vislumbra bajo su camisa y un caro reloj decora su mano izquierda, hay varios anillos decorando sus dedos.

No encaja mucho con todos los hombres trajeados y bien vestidos, a excepción con sus jugadores, que traen un estilo parecido, aunque Oliver resalta, emana poder en cada paso suyo, su mirada destila burla, egocentrismo, aunque ahora me mira firme, sereno.

— No, no lo haces.

Mi respuesta lo hace sonreír.

— No lo hago, y tú tampoco — gira su rostro, de manera que su boca susurra contra mi oído — No quieras encajar tú tampoco, muñeca, tu naciste para destacar.

Su aliento eriza mi piel, pero su comentario me hace sonreír.

Oliver se separa de mí y sin soltar mi mano caminamos hasta la mesa del centro.

Se sienta en una de las sillas que la rodean, y antes de que me siente a su lado tira de mi cuerpo y me sienta en su regazo.

El rubor cubre mis mejillas en tiempo récord.

— ¡Oliver!

Ríe, una risa ronca, lo que hace que mi cuerpo se sacuda sobre el suyo. Intento bajarme, pero coloca sus manos en mi cintura y me lo impide. 

No está bien, no está para nada bien y no debería sentirme tan cómoda con el tacto, es un asesino, es mi verdugo y esto está mal.

— Quédate ahí, Madison.

As de CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora