[Libro #6 de la saga "About Werewolves and Witches"]
NOTA: por favor, lee la quinta sección del libro Steredith antes de empezar con este.
Luego de un largo tiempo, la manada se reúne para celebrar con entusiasmo la boda del año.
Asistir a la in...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
|| Growing Pains.
Meredith.
La humedad del suelo me cala en las plantas de los pies y aumenta la sensación de que los tengo congelados, pero me reservo mi derecho a quejarme de ello pues a fin de cuentas fui yo quien insistió en caminar. Sin Liam con nosotros y sin mi magia, Stiles necesita ambas manos para protegernos en caso de que nos topemos con algún enemigo.
Por otro lado, sin Liam guiándonos, siento que caminamos en círculos. Aunque bien podría estarme equivocando. Después de todo, conforme más avanzamos más tenue se torna la luz verdosa-azulada y por ende más se me dificulta ver bien; además, hace años que no visitaba los túneles y no es como que haya mucha diferencia entre uno y otro, son todos iguales.
Aprieto el brazo de Stiles cuando una nueva oleada de dolor me invade. Mi fuero interno me grita, me exige que diga algo al respecto, pues asegura que es una contracción. Yo me niego. Apenas tengo treinta y dos semanas de embarazo, falta demasiado para que mis bebés nazcan. Además, de los libros de mi marido recuerdo la mención de contracciones falsas, así que como seguramente se trata de eso, no pienso alarmar a Stiles. Mi fuero interno me advierte más vale tener la razón.
—¿Estás bien, amor? —Stiles me pregunta en un murmuro.
Me toma más de un segundo el poder destrabar la mandíbula para poder responderle.
—Sí. Todo bien —le aseguro con voz ahogada, pues la oleada de dolor aún no acaba.
Por suerte, aunque él pudiera ver la expresión de dolor en mi rostro, podría pasar como causa de los hematomas y los cortes que la decoran.
—Creo que ya falta poco —me indica, pero sé que ni él tiene la certeza de estar en lo correcto.
—Okay. —La oleada de dolor se va y yo puedo aflojar mi agarre a su brazo.
Avanzamos otros tantos metros y el agua que empapa cada vez más los calcetines entumece a mis pobres pies.
Pasados unos minutos, vuelvo a sentir el dolor expandiéndose de mis caderas a mi vientre, mi espalda baja e incluso mis muslos. Aprieto de nueva cuenta el brazo de Stiles y un quejido se forma en mi garganta, pero lo ahogo al morderme los labios. Luego, siento líquido corriendo por mis muslos hasta llegar a mis tobillos.
