[Libro #6 de la saga "About Werewolves and Witches"]
NOTA: por favor, lee la quinta sección del libro Steredith antes de empezar con este.
Luego de un largo tiempo, la manada se reúne para celebrar con entusiasmo la boda del año.
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|| Three Plus One.
Hay un molesto zumbido en mi oído derecho, mi visión no es la más nítida y siento que toda la sangre de mi cuerpo se me está yendo directo a la cabeza, magnificando mi jaqueca a la par en que me hace sentir mareado. Ver todo al revés me insta a reaccionar, me recuerda que debo sacar a mi familia de la camioneta.
A mi derecha, todavía en su asiento gracias al cinturón de seguridad, mi esposa tiene los ojos cerrados, su cara se ve rojiza por la sangre acumulándose también en su cabeza y además tiene varios cortes causados, asumo, por los mismos trozos de cristal que acabaron enredados en su cabello, el cual cuelga debajo de ella del mismo modo en que sus brazos lo hacen.
—Mer... —balbuceo, ahogándome un poco con mi propia saliva, la cual no puedo tragar con facilidad. Un chillido bajo, claramente canino, me hace mirar al techo –que tiene notables abolladuras, para encontrar a Castiel tumbado allí, con un vidrio roto de tamaño considerable enterrado entre sus costillas—. Ya voy, ami-go. Vas a e-estar bien —le aseguro, buscando ya mi cinturón de seguridad.
Presiono el botón varias veces, desesperándome porque se ha atascado, pero sin rendirme. Ahogo un quejido al caer sobre mi cabeza al liberarme, cosa que no ayuda con mi jaqueca. Sospecho que tengo alguna costilla rota, tal vez dos, porque cuando giro mi cuerpo para poder enderezarme y ayudar a Castiel, un agudo dolor me atraviesa el costado izquierdo, mas no le doy mucha importancia y me acerco a la bola de pelos.
»Hey, te prometo que vas a estar bien —murmuro, analizando su herida; no hay mucha sangre, pero eso no le resta gravedad al asunto—. No voy a sacar esto, porque creo que es lo que está deteniendo la hemorragia y no quiero que te desangres, así que... Aguanta un poco más, ¿sí? Debo despertar a mamá. —Tras darle un leve apretón a una de las patitas de Castiel, me giro hacia Mer. Aunque no veo sangre ni ningún corte en las prendas cubriendo su vientre, eso no significa que todo esté completamente bien—. ¿Amor? Amor, necesito que despiertes. Por favor, abre los ojos —le imploro, acunando su cara y dándole muy leves palmaditas en las mejillas.
Para mi gran alivio, ella reacciona y empieza a parpadear casi con frenesí.
—¿Stiles?
—Amor, hey —titubeo, feliz de oír su voz—. Tenemos que salir de aquí, pero antes de sacarte el cinturón de seguridad debes ayudarme a enderezarte un poco y sujetarte de mí para evitar que caigas y te lastimes, ¿de acuerdo?
Escaneando nuestro entorno con clara confusión en sus ojos, Mer asiente. Las lágrimas no tardan en hacer acto de aparición. Antes de enderezar su cuerpo, para que su espalda quede lo más paralela posible al techo, jalo del cinturón de seguridad para separarlo de su cuerpo.
—¿Dónde está Cas? —me pregunta con la voz pastosa y temblorosa, enredando sus brazos a mi cuello.
Yo enredo el cinturón en mi mano izquierda, con el mismo brazo sosteniéndola en la posición adecuada.
