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2007

Otra vez sus primos se encontraban demorados. Era tan habitual que aquello sucediera que Celeste había encontrado el umbral perfecto en el que sentarse a esperarlos. No le molestaba quedarse leyendo un rato al terminar su jornada escolar. Llevaba su uniforme de educación física, por lo que no le resultó inconveniente hacerlo. Luego de despedirse de sus compañeros aguardó pacientemente unos 15 minutos con su nuevo libro en las manos. 

Alejandro y Agustin se acercaron a una velocidad mayor de la sugerida para esa calle y estacionaron de manera atolondrada enfrente del colegio. Sus primos, mellizos, habían compartido prácticamente toda su vida. Desde los 3 años, vivía con ellos y sus tíos Norma y Fernando. Su madre había enfermado poco después de su nacimiento y de su padre nunca había recibido información. El amor de sus tíos era tan enorme que jamás se sintió en la posición de hacer cuestionamientos.

-Hey, Cele, perdón la tardanza, acá tu primito no dejaba de tontear con su novia. - le dijo Alejandro a gran volumen al tiempo que recibía un ligero puñetazo en el hombro por parte de su hermano. Celeste se puso de pie y sonreía mientras se acercaba al auto, guardando su libro en la mochila.

- ¿Ya empezaste otro libro? Pero si la semana pasada recién ibas por la mitad. - señaló Agustin con sorpresa. Celeste lo miró a través del espejo retrovisor alzando sus hombros con inocencia. 

 -No puedo aguantar, cuando una historia me atrapa, tengo que saber como termina. - le respondió bajando la ventana del auto para disfrutar de la ligera brisa que acompaña las tardes del mes de abril en la ciudad de Rosario.

-Cele ¿Podes acompañarnos a un lugar? Parece que Nacho encontró un nuevo guitarrista para la banda y no puedo esperar para conocerlo.- dijo con euforia Alejandro.

Llevaban dos años intentando completar su banda de rock y si bien se habían presentado en varias fiestas de clubes, ese mes les habían ofrecido formar parte de un festival para bandas emergentes, justo cuando Paco, su ex compañero de colegio y amigo de toda la vida había conseguido una beca para estudiar en Buenos Aires. Era absolutamente necesario encontrar un reemplazo y sin embargo las últimas semanas ninguno de los chicos que habían conocido lograba colmar sus expectativas. 

-Obvio, que los acompañó, pero por favor, llevemos algo para comer, que me muero de hambre. - les pidió de manera exagerada,  con sus manos en forma de plegaria.

Los tres rieron, Celeste era ocurrente y divertida con ellos, era mucho más que una hermana menor. Desde que podían recordarlo tenían una necesidad innata de protegerla pero sobre todo, de verla sonreír. Cuando no estaban juntos, ella se mostraba tímida y solitaria, siempre era cordial y no entraba en conflicto con nadie, colaboraba en las actividades que proponía el colegio, pero rara vez se sumaba a fiestas o salidas. Ella misma reconocía que prefería sumergirse en las fantasías que le brindaban sus libros antes que pasar una noche sufriendo en altos zapatos de tacón. Había logrado ser prácticamente invisible en el colegio y parecía no molestarle.

Ese año cumpliría 18. Era una chica de baja estatura y contextura pequeña, su pelo castaño claro se empecinaba en formar ondas que ella intentaba oprimir bajo múltiples hebillas de diferentes colores. Desde hacía unos meses su cuerpo había adquirido curvas que la obligaron a modificar un poco su vestuario. Sus pechos le resultaban demasiado grandes, por lo que solía vestir corpiños deportivos para ocultarlos. Su nariz pequeña y sus grandes ojos verdes acompañaban de una manera armoniosa las diminutas pecas que pintaban sus mejillas. Su mirada soñadora, guardaba un dejo de nostalgia que sus primos intentaban borrar cada día y ella disfrutaba tanto de su compañía que sólo con ellos sentía que podía ser auténtica.

-Es acá. Se mudaron hace poco, vienen de la ciudad de Santa Fe. - explicó Alejandro, estacionando el auto frente a una casa bastante grande, con ladrillos relucientes y ventanas inmensas. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora