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2021

Celeste se había cambiado de ropa tan rápido que llevaba los cordones aún desatados. Mientras terminaba de recogerse el cabello en una colita alta y se ponía la capucha de un enorme buzo negro, buscó las escaleras de emergencia del hotel. Bajó los cinco pisos y logró abandonar el edificio por uno de sus laterales sin ser descubierta.

Caminó apenas unos metros y pudo ver un taxi acercándose. Estaba a punto de hacerle señas para que se  detuviera, cuando cayó en la cuenta de que no llevaba dinero. Hacía un tiempo que su representante se encargaba de los gastos. Ella sólo le pedía lo que necesitaba y le indicaba cuánto dinero enviarle a sus tíos. Confiaba en él. 

Volvió a mirar la dirección anotada en el papel y la cargó en su teléfono. Estaba a quince cuadras y no lo dudo, alguna vez había caminado mucho más, recordó con una sonrisa. 

Recorrió las calles con premura y cuando por fin llegó al sitio que indicaba el gps se encontró en el umbral de una casa pequeña pero muy prolija. Se acercó y estaba a punto de golpear la puerta de madera blanca cuando pudo ver por la ventana a una adolescente enojada que daba un portazo y se sentaba sobre uno de los sillones. 

En ese momento se dio cuenta de que realmente no sabía nada de Juan. ¿Se habría casado? ¿Sería esa su familia? ¿Qué estaba haciendo allí? Iba a dar la vuelta cuando la puerta principal se abrió.

Celeste se quitó lentamente la capucha que cubría gran parte de su rostro y volvió a ver esa mirada que extrañaba tanto. Juan, que salía con una bolsa de basura en su mano para llevarla hasta la vereda se quedó petrificado. 

Celeste en un gesto intuitivo se puso un mechón de su alborotado cabello claro, que se había desacomodado con la caminata, detrás de la oreja y frunció un poco los labios. 

-Hola. - le dijo con un hilo de voz. 

Juan seguía sin poder moverse. Entonces la adolescente que anteriormente había estado en el sillón se asomó detrás de él. 

-¿Por qué tardás tanto? Mamá se va a enojar. -dijo, pero al ver el motivo de la demora un grito de entusiasmo escapó de sus labios. 

-¡¡¡Becky!!! ¡No puedo creerlo!- dijo y corriendo a su hermano con un empujón se abalanzó para abrazarla. 

Celeste le devolvió el abrazo, saber que se trataba de la pequeña Olivia le devolvió el alma al cuerpo. La madre de Juan se había vuelto a casar poco después de la separación y en el tiempo que compartieron en Rosario, Juan había tenido una media hermana, que por ese entonces tenía apenas 1 año.

Juan por fin reaccionó. Se limitó a pasar por su lado y llevar la basura hasta la vereda, mientras volvía escuchó que su hermana le hablaba a Celeste. 

-¿Qué te trae por acá? ¿No me digas que es una sorpresa para Instagram o algo así?. -le preguntó sin terminar de soltarla. 

-No es ninguna sorpresa Oli, creo que se equivocó de dirección. - dijo Juan detrás de Celeste llamando su atención. 

-No me equivoqué. Vine a ver a tu hermano. ¿No te contó que tuvo una banda conmigo una vez?- respondió Celeste sintiendo como Juan la fulminaba con la mirada.

-¿Una banda? Si mi hermano no toca ningún instrumento. - respondió la adolescente risueña.  

Celeste volvió a mirarlo sin comprender. 

-Es una larga historia que seguro Celeste no tiene tiempo de escuchar. Gracias por la visita, pero mi hermana tiene que ir al colegio mañana y es tarde. - dijo Juan volviendo a entrar a la casa, con aquel tono de enfado que bien recordaba del pasado.  

Celeste no sabía cómo responder, no esperaba aquello bajo ninguna circunstancia. Entonces Olivia la tomó del brazo y la invitó a pasar.

 - No son ni las once, por favor no me hagas esto Juan. ¿Cuántas veces pensas que tu idolo toca tu puerta? Tomemos una coca, por favor. -suplicó mirando a ambos. 

Juan emitió un largo bufido de fastidio, que tocó una fibra sensible en Celeste. La transportó sin advertencia al pasado y no puedo evitar sentir emoción. Para disimular simuló aclararse la voz.

-Dale, una coca estaría muy bien. Gracias. -respondió y sin esperar la aprobación de Juan entró a la casa. 

El interrogatorio por parte de Olivia no se hizo esperar. Celeste se sacó el buzo y tomó asiento en el living respondiendo con paciencia todas las preguntas de la niña. De vez en cuando cruzaba alguna mirada con Juan pero él rápidamente la esquivaba. Estudiaba sus gestos y su cuerpo con disimulo, la notaba más delgada, aquella remera de brillos no tenía nada que ver con sus remeras estiradas y sus jeans gastados, pero sus ojos… era ella, aún estaba allí, con su luz como una amenaza constante a su golpeado corazón. 

Cuando había pasado poco más de una hora, Celeste notó que Olivia comenzaba a sentirse cansada. Luchaba por mantenerse despierta pero el estrés de su encuentro comenzaba a cobrarle factura, entonces le sugirió que busque algo de sus pertenencias para que pudiera dejarle su autógrafo. La adolescnete no lo dudó y corrió hacia su habitación, dejando a Celeste y Juan a solas. 

-¿Vivís acá?.- le preguntó ella antes de que él intentara escapar. 

-No. - respondió él sin mirarla.

-¿Pero seguís viviendo en Rosario?. -continúo Celeste ignorando su fastidio.

-Sí. -volvió a responder él sin intención de prolongar la conversación.

-¿Supiste lo de Nacho?- volvió a preguntar ella luego de una breve pausa, consiguiendo por fin que la mirara.

-Si. Me alegro por él. -respondió él intentando descifrar cómo comportarse frente a la nueva Celeste de  cabello teñido de rubio y los rasgos acentuados por los años que volvía a buscarlo, demasiado tarde.  

-No me animé a preguntar por vos nunca más. - le confesó ella con un hilo de voz sacándolo de sus pensamientos.

Juan la miró y la zozobra alcanzó sus ojos. Llevaba una barba clara de pocos días que jamás le había visto y algunas arrugas en el contorno de sus ojos, pero su mirada estaba igual y cuando sonrío de lado Celeste sintió que su corazón volvía a latir con la intensidad que llevaba años sin vivir.

En ese momento Olivia regresó con varios cuadernos y muñecos. Celeste firmó con cariño cada uno de ellos y le volvió a dar un gran abrazo. 

Comenzó a caminar hacia la salida y antes de retirarse escribió su número de teléfono en un papel. 

-Me encantaría volver a verlos. - dijo sonriendo. 

-Mis shows terminaron pero me voy a quedar unos días en la ciudad. ¿Podríamos juntarnos?- preguntó con miedo a la respuesta por parte de Juan. 

-¡Si! No lo puedo creer. Por mi mañana mismo. - respondió rápidamente la niña. 

Juan no respondió, no sabía que debía decir.  

La acompañó hasta la puerta y al ver que un auto lujoso estacionaba enfrente la miró desconcertado. 

-Le avisé a Pedro, mi agente, gay, que me busque.  -le aclaró ella, sin saber porque había tenido la necesidad de aclarar la inclinación sexual de su representante.  Pero la escueta mueca que hacía las veces de sonrisa en el rostro de Juan le respondió. 

En ese momento no tuvo ninguna duda. Lo extrañaba, necesitaba saber que había sido de su vida, pero sobre todo necesitaba que él se sintiera igual. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora