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2021

Los primeros rayos del sol se colaron por la persiana de la habitación de Juan, ajenos al cansancio de sus ocupantes. Celeste emitió un sonido de queja frente a la necesidad de levantarse que terminó de despertar a Juan. 

Cuando sintió que se movía a su lado, cualquier sensación de malestar se desvaneció. Omitiendo el temor que sentía frente a la posibilidad de sentirse rechazada una vez más, estiró su brazo y acarició suavemente su espalda. Juan giró y al ver sus ojos tan brillantes no pudo evitar besarla. 

-Buenos días.- le dijo al separar sus labios de los de ella. 

-Buenos días. - le respondió ella con una gran sonrisa. 

- ¿Quéres desayunar?- le preguntó Juan, comenzando a acariciar su brazo con dulzura.

Ella asintió con la cabeza, pero en lugar de levantarse volvió a besarlo. Juan abrió su boca correspondiendo su beso con deseo, se recostó sobre su almohada, al tiempo que ella se deshacía de las sábanas para posarse sobre él.  El simple roce de sus pechos con su piel la alentaron a sentarse y sentir su creciente erección en la entrada de su sexo. Al verla desnuda con su pelo despeinado, los ojos entrecerrados y los húmedos labios ligeramente separados, no pudo evitar la imperiosa necesidad de hacerla suya. 

-Sos todavía más hermosa en las mañana. - le dijo, robándole una sonrisa. Cuando ella comenzó a intentar peinar su pelo, que sabía, sería un desastre, él se lo impidió. 

-Estas demasiado hermosa, quedate así. - volvió a decirle y alzando sus caderas comenzó a ingresar una y otra vez, guiandolos por el placer que sentían al unirse. Ella subía y bajaba con cada movimiento, aferrándose a los músculos de Juan que resultaron más fuertes de lo que recordaba. Cuando el final se hizo inevitable, lo recibió entregada al placer y se dejó caer sobre su pecho, para sentir los latidos de su corazón acelerado cerca de su oído. 

-Ahora sí son buenos días. -dijo él con algo parecido a una sonrisa, cuando por fin recuperó el ritmo de su respiración. 

Celeste rió y se levantó para dirigirse al baño, ofreciendole un sensual movimiento en su andar, que terminó de confirmarle a Juan, que si no se detenía, estaría en serios problemas. 

Se sentaron en el living a compartir un café, que era lo único que Juan pudo ofrecerle. 

-Si queres vamos a un bar que hay acá cerca así podes desayunar algo decente.- le dijo Juan algo avergonzado.

-Estoy bien, igual ya tengo que volver al hotel. - le respondió ella llevándose la taza a la boca. 

Un silencio extraño los invadió. No era incómodo, era como si anticipará una conversación que ninguno de los dos quería comenzar. Y una vez más, fue Celeste quien lo hizo.

-Sólo me gustaría decirte una cosa.- le dijo, apoyando la taza vacía sobre la mesa.

-No sé si puedo escucharla. - respondió él comenzando a levantarse.

-Lo lamento si no podes. Voy a hablar igual.- le dijo ella con tono serio, logrando que volviera a tomar asiento.

-No puedo dejar de pensar en que debí quedarme hace 14 años y no dejo de reprocharme no haber estado junto a vos en el peor momento de tu vida.- dijo con un dejo de tristeza y cuando él quiso interrumpirla, levantó su mano para impedirlo.

-Dejame terminar, por favor. No pretendo que me respondas nada ahora, sólo escúchame, por favor.- la súplica de su mirada, terminó de vencer las últimas barreras que Juan intentaba construir y la alentó a continuar con un ligero movimiento de su cabeza.

- Lamento todo eso, pero no lo puedo cambiar. Sin embargo estoy acá ahora. Estoy acá porque no puedo dejar de pensar en vos. Siento que es momento de pasar la página. Sé que desde que tu papá te negó que vivas con él te sentiste abandonado, se que tuviste que dejar la vida que conocías atrás, se qué te hiciste cargo de tu hermana y de tu mamá, cuando no era del todo tu responsabilidad y se que tener que dejar la música atrás debe haber sido devastador. - Juan la miraba sabiendo que lo que decía era cierto pero sin terminar de entender lo que pretendía. 

-Pero a todos nos pasan cosas malas, está en cada uno como decide vivirlas. Perdí a mi mamá siendo tan chica que ni siquiera puedo recordar su voz, mi papá me abandonó sin siquiera conocerme y puede ser que sea tan débil que terminé haciendo lo que los demás me dicen sólo por no confrontar. Es cierto que dejé la música que me gusta y hasta mi nombre atrás, pero lo hice porque lo elegí. Seguramente si nos hubiésemos encontrado en ese puente, las cosas serían diferentes, si no hubieses tenido el accidente, si no hubiésemos discutido en el parque, si mi mamá no hubiese muerto, pero nada de eso lo puedo cambiar. - las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas y continuó hablando.

-Lo que sí puedo cambiar es lo que quiero de acá en adelante y lamento informarte que lo que quiero es estar con vos. Amo tus ojos semicerrados cuando reconoces una canción que te gusta, tus bufidos de fastidio y tu media sonrisa, amo que me mires cuando pensas que no me doy cuenta y que te causen gracias mis ironías aunque hagas lo imposible por no sonreír. Se que podes volver a relacionarte con la música si te lo propones. Tocando un teclado, escribiendo canciones, aprendiendo a tocar la guitarra con la mano izquierda, cantando o hasta agitando una maraca si queres, pero tenes que querer intentarlo. - Celeste se limpió las lágrimas con su mano y cuando vio que Juan se acercaba negó con la cabeza. 

-No me tenes que responder nada, solo te pido que lo pienses. SI todavía queda algo de amor en tu corazón yo estoy dispuesta a hacer todo lo que sea necesario para que estemos juntos. Mudarme de ciudad, de continente, de planeta si es necesario… Dejaría de cantar si eso sirviera para que me hagas sentir hermosa, afortunada y deseada, como algún día supiste hacer. - concluyó frunciendo sus labios.

-Nunca te pediría que dejes de cantar. No hay nada que tengas que hacer, soy yo, que no puedo arrastrarte a mi oscuridad. -le dijo casi en un hilo de voz. - 

Celeste volvió a llorar, se puso de pie y lo abrazó con todas sus fuerzas.

-Te dije que no me tenias que responder ahora. -le dijo y dándole un último beso en los labios abandonó el departamento con la sensación de que ya no dependía de ella, pero temiendo estar sentada en el frió del puente a la espera de quien no puede llegar, una vez más.

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora