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2007

Los ensayos de la banda comenzaron a fluir. Alejandro y Agustin habían encontrado en Juan un nuevo integrante serio, profesional y comprometido. Nacho había intentado restablecer su amistad pero la personalidad de su amigo, estaba un poco cambiada, se mostraba mucho más serio, casi no hablaba fuera de lo concerniente a la banda y su expresión era un poco más triste de cómo la recordaba. Lo atribuía al hecho de la separación de sus padres y confiaba en que pasar tiempo juntos lograría volver a unirlos. 

El haber dejado a su padre en la ciudad de Santa Fe y tener que compartir la casa con el nuevo novio de su madre y su pequeña hermanita, era lo último que hubiese esperado. Sin embargo, no gritaba, ni discutía. Simplemente algo en él se había apagado, como si nada a su alrededor importara. Eran raras las veces que sonreía y menos las que entablaba conversación que no tuviera que ver con la música. Sólo cuando tocaba era capaz de aflojar sus rasgos y una pizca de alegría asomaba a través de las ínfimas arrugas en el contorno de sus labios. 

La familia de los mellizos, acostumbrada a la hospitalidad lo había incorporado a casi todas sus actividades. Ensayaba, merendaba, cenaba y hasta disfrutaba del sol del jardín los fines de semana allí. En un gesto mutuo habían interpretado su dolor tácito y no sólo no lo presionaban, también respetaban su silencio, sabiendo que el hecho de estar era su forma de decir gracias. 

Con respecto a Celeste,  la relación era un poco más compleja. Acostumbrada a sentirse libre, la presencia de un nuevo integrante en el seno familiar había comenzado a inhibirla. Principalmente porque encontraba a ese nuevo integrante tan atractivo que tenía que luchar en cada encuentro para que sus mejillas no la traicionaran volviéndose de un rojo intenso. Apenas intercambiaban palabras y una inclinación de cabeza a modo de saludo. Sin embargo, podía sentir su mirada cada vez que sus primos la volvían el centro de atención, gastándole bromas o interrogando acerca de su vida amorosa. 

Nacho era el único que conocía sus sentimientos hacia Juan. No porque ella hubiese querido, si no porque se conocían tanto que él mismo lo había deducido. 

-¡Si lo seguis mirando así se va a derretir! - le dijo Nacho a Celeste una tarde de domingo en el jardín de su casa y ella casi lo aniquila con la mirada. 

-Shh. ¿Qué decís? Yo no miro a nadie. - le respondió la joven intentando sonar verosímil.

-Vamos Cele, te conozco demasiado. Es un buen chico, sólo le cuesta sacar toda la decepción y bronca que lleva dentro. No debe ser fácil que de un momento a otro pierdas tu casa, tus amigos, tu familia y hasta tu ciudad. - le dijo Nacho con una mueca de comprensión. 

-No claro, pero volverse un amargado no ayuda en lo más mínimo. - respondió Celeste sin quitarle la vista de encima al dueño de sus pensamientos de los últimos meses. 

-Seguro, pero no todos sabemos enfrentar las cosas de la misma manera. - sentenció a Nacho volviendo su vista al suelo. 

Celeste lo abrazó y depositó un dulce beso en su mejilla. Sabía muy bien a qué se refería y por más que había intentado por todos los medios ayudarlo, aun no podía encontrar la forma correcta de lograrlo. 

En ese momento Juan no pudo evitar voltear su mirada hacia su amigo. Aún no terminaba de entender el tipo de relación que los unía. Nacho insistía en que sólo eran amigos y sin embargo ninguna amiga que recordara lo había abrazado así. Un sentimiento poco conocido hasta entonces lo invadió sin previo aviso. De repente deseó ser él a quién abrazara Celeste. 

Esa joven de humor sarcástico y devoción por hacer feliz a su familia estaba empezando a inquietarlo más de lo que debía.

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora