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2021

Celeste termina de ponerse el pijama, un cómodo conjunto de dos piezas en color blanco. Tanto el short como la musculosa de finos breteles tenían un detalle de puntilla que poco tenía que ver con su remera rockera de Nirvana, pero a veces le gustaba sentirse más parecida a lo que solía ser.

Iba a sentarse a leer cuando llamaron a su puerta. Se acercó convencida de que se trataba de Pedro, para asegurarse de que había llegado bien. Abrió la puerta sin preguntar y lo vio, con una de sus manos en el marco, la camisa un poco arrugada y una campera de cuero abierta que le recordó viejos tiempos. 

-Hola.- lo saludó con timidez y haciendo un gesto con su mano lo invitó a ingresar a la habitación.

Juan la miraba con un dejo de duda en sus ojos, pero luego de una breve pausa ingresó.

-¿Querés tomar algo?- le preguntó Celeste señalando el minibar intentado ocultar la mezcla de sentimientos que la habían alcanzado. Juan negó con la cabeza aun en silencio, como si su presencia allí no fuera al menos desconcertante. 

Celeste se sentó en el sillón principal  cruzando sus piernas como solía hacer cuando era niña y se cubrió con un pequeño almohadón, de repente se sentía un poco expuesta. 

Él la siguió.

-A mí también me gustó volver a verte.- dijo por fin Juan robándole una pequeña sonrisa.

-Qué bueno que me lo dijiste porque sigue siendo bastante difícil descifrarte. - le respondió ella clavando sus ojos en los de él.

-Hay cosas que no cambian.- le respondió y pasó sus ojos por toda su anatomía descaradamente, logrando que Celeste se sonrojara. Presa de los nervios intentó desviar el giro que estaban tomando las cosas.

-¿Me vas a contar un poco más de tu vida por estos tiempos?- le preguntó apelando a la poca valentía que le quedaba.

Él se encogió de hombros.

-Sigo viviendo acá.- respondió y agregó:

-Contame vos ¿Cómo llegaste a ser “Becky”?-  

Celeste lo miró intentando frenar su ansiedad por conocer todo lo que había ocurrido en los 14 años que llevaba sin verlo, supo que si quería obtener alguna respuesta debía dar el primer paso.

-La verdad todo pasó demasiado rápido.- comenzó diciendo.

-Cuando nos vinimos a Buenos Aires con mis primos, las promesas que nos había hecho aquel productor resultaron falsas, no teníamos donde quedarnos y los pocos lugares en los que tocamos nos dejaron muy poco dinero. Tuvimos que acudir a mis tíos quienes sin dudarlo nos acompañaron. Alquilaron un pequeño departamento cercano al obelisco. ¿Conoces Buenos Aires?- le preguntó en medio de su narración, a lo que él negó con la cabeza.

-Te gustaría.- le dijo con ternura y continúo.

-Estábamos todos apiñados en un dos ambientes pero ellos confiaban en nosotros. Mi tío pidió el cambio de sucursal a una de microcentro y se lo dieron bastante rápido y mi tía comenzó a buscar cuanto casting podía. Sabes que yo no quería nada que no nos involucrara a todos. La partida de Nacho por aquel entonces había resultado agridulce, estaba feliz de que tuviera esa oportunidad en Italia pero sentía que la banda no volvería a ser lo mismo. Y más después de lo nuestro…- quiso estudiar la reacción de Juan, pero sintió que no estaba preparada para hablar de ello y decidió continuar con su relato.

-En fin, pasaron un par de meses y no podíamos conseguir más que algunas fiestas privadas y algún que otro bar. Estábamos a punto de darnos por vencidos, Agustin extrañaba a su novia que al principio venía todos los fines de semana y cuando comenzó a trabajar sus visitas se hicieron más esporádicas. Y la carga que caía en mi tío para mantenernos a todos era cada vez más notoria.- separó un poco el almohadón de sus piernas ofreciéndole a Juan un vista que comenzó a inquietarlo más de lo que debería. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora