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2021

Celeste dejó a Mónica en su casa y conociendo la nueva dirección de Juan se aventuró a buscarlo sintiendo que llevaba su corazón en la mano.

Decidió utilizar a Becky para convencer al encargado de que la dejara ingresar. Temía que Juan la dejara esperando frente al portero.

Se detuvo frente al número 14 del segundo piso. Era un edificio antiguo bien mantenido, alejado de la costa del río, pero en una zona tranquila. Pudo oír a un niño llorar detrás de alguna de las puertas y a su madre cantarle una canción de cuna para calmarlo. Fantaseo por un instante algún día tener esa posibilidad. 

Volvió a mirar la puerta y por fin golpeó. Al cabo de unos instantes un Juan desconcertado abrió la puerta, vistiendo unos viejos joggings grises y mostrando su torso desnudo mientras lavaba sus dientes. 

Al verla su cara de sorpresa casi logra que se atragante con el dentífrico, por lo que comenzó a toser y haciéndole una seña para que entre fue hasta el baño. 

Celeste escuchó el agua correr y supuso que había  terminado de enjuagarse. Dio una mirada a la pequeña sala, que apenas albergaba un televisor, un sillón de dos cuerpos y una mesa ratona con varias revistas, en su mayoría Rolling Stones. Se acercó a mirarlas y una de ellas llamó su atención. Era una revista para adolescentes que la tenía a ella en la portada.  

-Hola.- dijo Juan detrás de ella. 

Cuando Celeste giró con la revista en la mano pudo ver que se había puesto una remera negra y lo lamentó, aunque sabía que era mejor para no distraerse. 

-¿Lees revistas de adolescentes?- le preguntó con una media sonrisa. 

Juan se acercó y se la sacó de la mano para volver a ponerla en la pila. 

-Se la debe haber olvidado Olivia.- le respondió intentando restarle importancia. 

-Seguro.- dijo ella poniendo sus ojos en blanco. Tomó asiento en el sillón y continuó:

-Voy a cantar en el cumpleaños de tu hermana.- dijo intentando descifrar sí ya lo sabía.

-Gracias, se va a poner muy contenta.- respondió sin el más mínimo indicio de lo que estaba pensando en realidad.

-Lo organicé con tu mamá.- añadió ella, esperando, nuevamente una reacción que tampoco llegó.

-Hablamos bastante.- dijo volviendo a pararse y acercándose a Juan. 

-Me contó lo que te pasó.- dijo bajando la voz y tomando su mano con cariño. 

Juan permaneció inmóvil, y con sus ojos clavados en ella permitió que continuara acariciándola. 

-Debí estar acá. - añadió ella con los ojos húmedos. 

Juan se soltó bruscamente.

-Ya pasó, si yo lo superé, vos también debes hacerlo. - dijo dándose vuelta. 

Ella lo tomó del brazo para que no se vaya. 

-Estoy ahora.- dijo casi como una súplica. 

-Es tarde. - respondió él sin girar.

-Te sigo amando. - insistió sin poder contener las lágrimas. 

Al ver que Juan no respondía, lo soltó. Permanecieron unos segundos en silencio y ella no pudo continuar.

-Pensé que esa noche habíamos sentido lo mismo, pero a lo mejor tenes razón y es demasiado tarde. - dijo con tristeza disponiéndose a salir. 

Cuando Juan vio su mano sobre el picaporte, giró y la tomó de la cintura, aprisionandola contra la puerta y besándola como sentía que debía haber hecho hace 14 años junto al río. 

Celeste rodeó su cuello con sus brazos y lo recibió con desesperación. Sintió que su lengua recorría su boca alcanzado cada rincón y el deseo revivió como una llama con el viento. Le sacó la remera y recorrió sus músculos con premura, deshaciéndose del pantalón también. 

Juan pasó sus manos levantando el vestido largo de algodón que llevaba e introdujo uno de sus dedos en su cavidad, que lo recibió con la humedad que esperaba. Le sacó su ropa interior y la alzó para que lo rodeara con sus piernas. 

La primera embestida la penetró con fuerza, colmándola justo donde la necesidad era imperiosa. Una, dos, diez veces alcanzaron para que un orgasmo arrollador los librara del pasado que los atormentaba y pudieran mirarse a los ojos de nuevo. 

Juan la bajó lentamente y ella volvió a besarlo. 

Por el resto de la tarde dieron un tregua a sus incertidumbres y demonios. Se amaron con cada centímetro de su cuerpo en cada rincón del departamento, sin pensar demasiado, sin palabras dolorosas ni decisiones definitivas. Simplemente como los jóvenes Celeste y Juan con la vida por delante. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora