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2021

A Celeste sólo le quedaba una noche en Rosario y no había tenido noticias de quien había comenzado a ocupar sus pensamientos con insistencia. Pedro le había dicho que tendría que ir a un evento en el club náutico y luego quedaba liberada. Sin pensarlo demasiado le pidió que enviara un par de invitaciones a la casa de Olivia y que si era necesario ofreciera un auto para que los llevara. En lo que creyó un último intento depositó todas sus esperanzas para volver a verlo.

Se había puesto un vestido negro bastante corto y llevaba unas sandalias plateadas altas con las que conseguía una altura promedio. Mientras su estilista terminaba de maquillarla se sentía demasiado nerviosa. Siempre asistía a esos eventos, incluso había conocido varios presidentes y sin embargo saber que Juan podría estar allí estaba resultando demasiado abrumador. 

Cuando por fin estuvo lista se dirigió hacia la puerta del hotel, donde un auto esperaba por ella. Al salir del ascensor los gritos de sus fans la volvieron a llevar a su realidad y como tantas veces había hecho en el pasado se disfrazó de Becky y sonrió.  

Cuando llegaron al Club, todo el muelle estaba lleno de gente. La decoración era hermosa, la vista del río Paraná de noche ofrecía el escenario perfecto, una brisa agradable generaba la temperatura perfecta y la música en vivo, de unos talentosos jóvenes interpretando temas de Jack Johnson terminaron de hacerla sentir a gusto. 

Saludó a tantas personas como pudo, siempre amable, improvisando algún comentario para robarles una sonrisa y ofreciendo sacarse alguna foto logró que la fiesta adquiriera un clima de alegría. Pero si bien Celeste se mostraba cómoda, sólo una cosa giraba en su mente. 

Al cabo de una hora, Pedro consideró que era tiempo de darle un respiro y con la diplomacia que lo caracterizaba la invitó al interior del salón, donde la luz era más tenue y la cantidad de gente menor.

Celeste agradecida lo seguía, pero al pasar al lado de los músicos se detuvo para saludarlos y felicitarlos. Le parecía muy valioso dar palabras de aliento a aquellos que comenzaban el camino de la música. Alguna vez ella misma las necesitó. Los muchachos exultantes por el gesto de la famosa cantante le agradecieron eufóricos  y cuando iba a retirarse por fin los vio llegar. 

Juan caminaba de la mano de su hermana vistiendo una camisa negra y un pantalón de vestir que lo hacían lucir demasiado atractivo,. Llevaba su pelo aún mojado y la barba clara prolijamente cuidada. Olivia caminaba nerviosa apretando su mano con fuerza. Cuando Celeste pudo mirar a Juan a los ojos este cambió su gesto contrariado por una breve mueca de alegría. 

Celeste dirigió su mirada a Olivia y abrió sus brazos en un gesto de bienvenida que fue perfectamente interpretado por la adolescente, que soltándose de la mano de su hermano corrió a abrazarla, al igual que la última vez que la había visto. 

Cuando llegó el turno de Juan, este le ofreció su mano y Celeste luego de estrecharla se acercó para darle un tierno beso en la mejilla, que lo dejó tan desorientado como feliz. 

-¡Me alegro mucho de que hayan podido venir!- les dijo Celeste mirándolos a ambos. 

-¡Cómo no iba a venir! ¡Este es un sueño del que no me quiero despertar nunca!- respondió Olivia agitando sus brazos de manera graciosa. 

-No jugaste demasiado limpio- dijo Juan en voz baja. Y Celeste lo miró sorprendida. 

-Me prometiste que ibas a ser amable. -interrumpió la niña pegandole en el brazo a su hermano.

-Vinimos ¿No?- respondió él frotando su brazo con exageración. 

Celeste decidió cambiar el rumbo que había tomado la conversación y los invitó al salón. Allí se acomodaron en una de las barras y le ofreció una gaseosa a Olivia. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora