18

25 4 0
                                    

2008

Los meses siguientes al cumpleaños de Celeste, la banda continuó tocando en bares y festivales.

Ver el cambio de actitud en Juan, alegró a todos. Seguía siendo de pocas palabras, pero sus bufidos eran menos frecuentes y sus sonrisas más grandes. No habían anunciado su noviazgo, pero tampoco había sido necesario. Se abrazaban delante de todos, Juan la buscaba cada día del colegio y Celeste había ido a cenar varias veces a la casa de Juan, forjando una linda relación con su familia. 

Los shows en ocasiones representaban un problema. Muchas veces, Juan recibía números de teléfono, regalos y hasta alguna prenda íntima del público, mientras que Celeste había tenido que esquivar manos desubicadas que intentaban alcanzarla y hombres pasados de copas que insistían en invitarla con alguna bebida. Sin embargo, con sólo mirarse podían entenderse. Sabían que lo que sentían era tan real que aquello dejaba de importar. 

De vez en cuando discutían por celos, pero la reconciliación solía ser mucho más agradable, por lo que elegían olvidar el sabor amargo de las inseguridades y centrarse en la dulce sensación de bienestar que les producía el estar juntos. 

Se encontraban en casa de Juan cada martes y jueves, cuando Mónica llevaba a la pequeña Olivia a la guardería para atender su negocio. Esas tardes se habían convertido en sus favoritas, conocía cada detalle tanto de la habitación Juan , como de su cuerpo. Lo adoraba, con vergüenza al principio, para entregarse con el tiempo a la libertad de quien se sabe en las manos correctas. Juan por su parte sólo pensaba en hacerla feliz, le encataba verla tanto sonreir como disfrutar, el descubrimiento del placer atentaba contra aquella inocencia que encobtraba irresistible, pero el resultado de sus encuenttos resultaba cada vez más eclipsante y eso lo alentaba a seguir.

Compartían sus vidas complementandose a la perfección. Celeste terminó el colegio y decidió inscribirse en una escuela de música. Los ingresos por las presentaciones no eran abundantes pero por el momento parecían bastar. El futuro no presentaba un problema, elegían no pensar más que en pasarlo juntos. 

Entonces llegó un ofrecimiento que comenzó a cambiar el escenario. Un productor de Buenos Aires los había escuchado y decidió reunirse con ellos para ofrecerles un contrato. Debían mudarse a Buenos Aires y sólo mantener a la cantante femenina. 

Celeste se opuso rotundamente, pero pronto Nacho les comunicó que había decidido mudarse a Italia. Su familia por fin conocía su realidad y se había mostrado ambigua, por lo que él eligió alejarse un tiempo. Nadie pudo reprocharle nada, todos querían verlo feliz y si lo que necesitaba era alejarse, lo apoyaban sin dudarlo. 

Eso dejó a la banda dividida. Alejandro y Agustín, cansados de probar suerte en la ciudad de Rosario, estaban dispuestos a darle una oportunidad a Buenos Aires, pero Juan no quería que Celeste dejara la escuela de música. Era muy joven, no tenía dudas de su talento, pero sentía que tendría tiempo de alcanzar el éxito, sin embargo todo lo que no estudiara ahora, sería más difícil de lograr después. 

Celeste se encontraba frente a una decisión difícil. Sus primos siempre lo habían dado todo por ella, el productor sólo los aceptaba si ella estaba incluida, no quería ser la responsable de robarles la oportunidad, pero tampoco se creía capaz de dejar a Juan. 

Conocía su realidad, sabía que tenía un empleo de medio tiempo para ayudar a su madre y que a veces cuidaba a su hermanita, ya que su padrastro solía viajar demasiado. También sabía que la quería e insistía con sus estudios porque pensaba que era lo mejor para ella. Sin embargo, no se daba cuenta de lo duro que era para ella tener que elegir. 

-Quedate conmigo, alquilemos algo juntos, viví conmigo.- le dijo Juan una tarde cercana a la fecha en que, de aceptar, debía partir a Buenos Aires.

Se encontraban recostados sobre un mantel rayado en el césped del parque cercano al monumento de la bandera, disfrutando de la brisa que ofrecía el río. 

-¿De qué vamos a vivir?- le preguntó ella sin mirarlo. 

-¿Me estas diciendo que no queres vivir conmigo?- le preguntó Juan incorporándose un poco. 

-Estoy diciendo que tenemos que pensar mejor las cosas. - respondió ella, notando como Juan fruncía su ceño de una forma que no le agradó.

-Para mi es una situación muy difícil, no entendes lo que significan mis primos para mi. - le respondió ella, arrepintiéndose un poco al ver que la furia comenzaba a apoderarse de él.

-Sí, entiendo que son más importantes que yo. - le respondió él sin poder contenerse.

-¿Por qué no queres venir a Buenos Aires?- le preguntó ella notando como retiraba su brazo para que deje de acariciarlo.

-No es que no quiero ir, ya te lo dije, no creo que sea lo mejor para vos. - le respondió sin mirarla.

-Juan, podes ser sincero conmigo. ¿Qué te da tanto miedo? ¿Es por tu mamá?- le preguntó ella buscando su mirada con insistencia.

-No me da miedo. ¿De dónde sacaste eso?- le dijo sin mirarla de nuevo.

-No te entiendo.- respondió Celeste indignada.

-Es una gran oportunidad, podemos triunfar, podemos vivir de la música y tocar juntos como nos gusta. ¿Por qué cada vez que te pasa algo bueno lo echas a perder?- habló sin pensarlo bien. No era su intención lastimarlo pero había vivido mucho tiempo creyendo que el mundo estaba en su contra, perdiéndose la posibilidad de ver las cosas buenas que también le pasaban encerrado en la mala suerte y el abandono, como únicos protagonistas en su vida y no terminaba de entregarse a oportunidad que tenia frente a sus narices por eso.

Juan la miró con tristeza y se levantó.

-No te vayas, no huyas para no hablar. ¡No seas cobarde! - gritó Celeste entre arrepentida y enojada, mientras lo veía alejarse. Frente a esa palabra Juan se detuvo, alentandola a seguir.

-No quiero ser una intérprete, siempre adivinando lo que te pasa.- comenzó a decirle.

-Entonces andate. - le respondió él enojado.

-¡No quiero irme! Quiero decir que me gustaría que confiaras en mí y me digas lo que pensas en lugar de tener que adivinarlo. - dijo con desesperación.

-Soy esto Celeste, tomalo o dejalo.- le dijo él llamándola por su nombre completo, como ni siquiera al conocerla había hecho. 

-¿En serio?- dijo ella llorando. 

-¿Tengo que decidir yo, entonces? ¿No pensas luchar por nosotros?- las palabras se mezclaban con las lágrimas que no podían dejar de salir de sus ojos. 

Juan la miró, no podía soportar verla llorar. Quiso correr a abrazarla, pero no pudo. Como solía pasarle, sus propios demonios se apoderaron de él y sólo fue capaz de huir, con la pena más grande que jamás había sentido en el alma

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora