19

23 4 0
                                    

2008

Las lágrimas no dejaron de caer de los ojos verdes de Celeste. No podía entender a Juan. Sentía que le costaba respirar desde que habían discutido. Pensó que la llamaría o la buscaría en la sala de ensayos, pero al caer la noche y no tener noticias de él, su mundo pareció derrumbarse. 

Se encontraba recostada en su cama con las luces apagadas cuando su tía entró.

-¿Qué te pasa, hermosa? ¿Discutiste con Juan?- le preguntó generando una leve sorpresa en ella. Siempre conocía en qué estaba pensando antes de decirlo y se sentía agradecida por eso. 

-Tranquila. Siempre hay una solución. ¿Por qué no lo vas a ver?- volvió a decirle. 

-No creo que quiera verme. - respondió ella aun llorando.

- Yo no estaría tan segura. Sé como te mira y veo como está pendiente de vos cuando cantas. Ese chico sufrió más de lo que debía. - le dijo buscando algo de justificación.

-Todos sufrimos.- respondió ella con algo de enojo.

-Pero no todos saben cómo seguir adelante. No te cierres. Volvé a intentarlo, cuando algo vale la pena, no importa quien da él primer paso, sólo importa querer hacerlo. - le dijo su tía acariciando su cabello. 

-No sabría que más decirle, creo que lo lastimé demasiado con mis palabras, tía - dijo Celeste incorporándose un poco en la cama comenzando a llorar con más intensidad.

-Hablale con la verdad, decile cómo te sentis y qué te gustaría.- le sugirió y buscando su mirada continuó:

-Decile que lo queres. - 

Celeste se quedó un rato en silencio, realmente deseaba arreglar las cosas. Le agradeció a su tía y decidió que valía la pena intentarlo. 

Llegó a la casa de Juan tarde en la noche, dejó su bicicleta atada al árbol de la vereda y lanzó varias piedras a la ventana del cuarto dónde pensó que él estaría durmiendo. No quería despertar a la pequeña Olivia. 

Luego de un par de golpes la luz se encendió. Su corazón comenzó a latir a gran velocidad, temía volver a ver dolor en sus ojos o que ya no quisiera verla. Sin embargo, al cabo de los segundos más largos de su vida, Juan asomó su cabeza por la ventana. 

La vio en la oscuridad de la noche, tan pequeña, tan frágil, tan hermosa. 

No pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios, había estado encerrado desde la discusión, demasiado malhumorado, demasiado triste, demasiado solo. 

Le hizo una seña para que espere y salió por la puerta del costado de su casa con su campera de cuero y un buzo negro en la mano. 

-Debes estar muerta de frío.- le dijo en un tono seco ofreciendole el buzo con su mano. 

-Vine en bicicleta, estoy bien. - respondió ella. Juan estiró el buzo y comenzó a ponerselo de todos modos. Cuando terminó de subir el cierre, su aroma se coló divertida a través de su nariz provocando la sensación de bienestar que ella siempre le hacía sentir. Frotó sus brazos en un gesto cariñoso para darle calor y ella sonrió por primera vez en las últimas 24 horas. 

-Vine a pedirte perdón. - le dijo antes de que él la soltara. 

-No tenes que pedirme perdón- respondió él y pasando su brazo por sus hombros la invitó a caminar. 

Avanzaron en silencio, como la primera vez que Juan había bajado su guardia, hasta llegar al inicio del puente que comunicaba la ciudad de Rosario con Victoria. Allí se sentaron sobre un banco de cemento. La noche estaba despejada  pero el rocío había comenzado a caer para bajar aún más la temperatura.

-Me quiero quedar con vos.- le dijo Celeste mirándolo a los ojos una vez que se tomaron asiento uno junto al otro.

Juan sonrió y la besó como llevaba deseando desde el momento en que la vio en la vereda. Ella lo abrazó con fuerza e intentó transmitirle con su beso lo mucho que lo amaba. Cuando la intensidad fue creciendo, Juan decidió separarse un poco, no era el lugar de continuar. 

-No quiero que te quedes. - le dijo por fin él, sorprendiendola.

-Pero..- comenzó a decir ella. 

-No quiero que te quedes, porque quiero acompañarte. - continuó él para su alivio.

Ella volvió a llorar pero de felicidad. Le dio un nuevo beso, cargado de agradecimiento, esta vez.

-Todavía tengo muchas dudas de que sea lo correcto, pero tampoco creo que pedirte que te quedes lo sea.- agregó él, haciendo que Celeste vuelva a sentirse insegura. 

-No tenemos que ir a Buenos Aires si no queres. Hagamos una cosa, no quiero que NO estes convencido, necesito que elijas… necesito que ME elijas como yo te elijo a vos. - le dijo ella con voz temblorosa.

-Yo te…- comenzó a decir él cuando ella colocó su dedo mayor sobre sus labios. 

-Ahora no, pensalo, tenes toda la noche. Si estás convencido nos vemos mañana a las 10 en este mismo lugar.- dijo poniéndose de pie a gran velocidad.

Juan la vio comenzar a alejarse y su corazón dio un vuelco. En ese momento supo que no existía otra opción que ella. 

Cuando Celeste se encontraba a varios metros de distancia volvió a mirarlo y señaló el buzo que llevaba puesto.

-Si lo queres recuperar sabes donde encontrarme. - gritó con una sonrisa y se echó a correr con la esperanza de comenzar una nueva vida juntos. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora