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2007

La noche del primer recital que dieron juntos no podría haber terminado mejor. El público estaba tan encantado que terminaron cantando por una hora entera. Alejandro había recibido varias tarjetas de supuestos agentes interesados en la banda y habían concretado por lo menos tres fechas más para presentarse. 

Terminaban de guardar sus instrumentos en el auto, cuando el organizador se les acercó para invitarlos a una fiesta en uno de los boliches de moda de esa época. Alejandro y Agustín entusiasmados aceptaron de inmediato, Juan como solía hacer, no expresó demasiado, pero tampoco se opuso. Nacho, que aún no había recuperado su voz, vio que Celeste no parecía entusiasmada y la señaló para que el resto de la banda también pudiera verla. 

-¿Estás bien Cele? ¿Qué pasa? ¿No querés ir? - le preguntó uno de sus primos acercándose. 

-Creo que para mi ya fue suficiente, pero no se preocupen puedo tomar un taxi a casa. ¡Vayan, diviértanse! -les dijo abrochando su campera, debido al frío que comenzaba a sentir. 

-¿Cómo te vas a ir en taxi? ¿Estás loca? No te preocupes te llevamos. - le dijo su primo con gesto de resignación. 

En ese momento Juan, que terminaba de guardar su guitarra en la funda se acercó a Celeste. 

-Yo la acompaño, igual no tenía ganas de ir a un boliche. - dijo con gesto despreocupado, quitándole importancia. 

Sus primos ajenos a la tensión que existía entre ambos no mostraron oposición. Nacho miró a Celeste con una pequeña sonrisa y se apresuró a subir al auto agitando sus manos para que lo acompañen.

Cuando el vehículo se alejó Juan comenzó a caminar para acercarse a la calle principal. Quedaba muy poca gente por la zona y a duras penas pasaba algún auto por allí. Todavía no sabía porque se había ofrecido a llevarla, o mejor dicho, no quería aceptarlo. Verla cantar había sido lo más hermoso que le había pasado en el último tiempo. Tan dulce y frágil, pero con una potencia que desconocía hasta entonces, había logrado erizar su piel obligándolo a poner el doble de atención en su ejecución. 

Celeste comenzó a seguirlo en silencio. Permanecieron unos minutos aguardando que algún taxi pasara por allí. 

-¿Por qué no vamos hasta la avenida?- le dijo Celeste llamando su atención. 

Juan levantó su mirada del suelo para volver a encontrarse con esos ojos verdes que habían comenzado a gustarle más de lo que debían. 

-Bueno, creo que va a ser lo mejor. No creo que pase algún taxi por acá a esta hora. -  le respondió comenzando a caminar por la calle vacía hacia el norte. 

La avenida más cercana estaba al menos a diez cuadras de allí, el frío de las noches de septiembre comenzaba a hacerse sentir y Celeste se abrazó a sí misma buscando algo de calor. Juan detuvo su marcha y ella lo imitó. 

-¿Qué pasó?- le preguntó ella sin entender el motivo de la pausa. Juan se sacó su campera y luego hizo lo mismo con su sweater, al hacerlo su abdomen firme quedó al descubierto y la mirada de Celeste no pudo evitar mirarlo. Él sonrió de lado al descubrirse observado, pero no hizo ninguna referencia. 

-Ponete esto, que estás muerta de frío. - le dijo ofreciéndole su sweater mientras volvía a ponerse la campera. 

-¿Seguro? Creo que puedo aguantar. - le respondió ella sin decidirse a tomar el abrigo. 

Juan emitió un largo bufido de fastidio, era un gesto que comenzaba a ser familiar para Celeste.

-Te lo estoy ofreciendo ¿no? - dijo insistiendo para que lo tomara. 

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora