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2021

Las obligaciones de esa tarde habían ocupado toda la energía de Celeste. Estaba realmente agradecida por el cariño que recibía de sus admiradores, en su mayoría chicas adolescentes que no paraban de repetirle cuando les gustaría ser como ella. 

Esa noche había realizado el cuarto y último de los recitales, que daba fin a la gira por toda la Argentina que había ocupado los últimos 6 meses de su vida. Que se tratara de la ciudad de Rosario no era casual. Ella misma lo había pedido.  Su infancia y adolescencia habían resultado mejor de lo que cualquiera hubiese aventurado. Si bien su alejamiento de la ciudad no era un buen recuerdo, había elegido, como solía hacer en la vida, quedarse con la parte positiva. 

Por supuesto que la fantasía de volver a encontrar a Juan había rondado por su mente, sin embargo lo ocurrido horas antes, estaba muy lejos de cualquier escenario que hubiese podido imaginar. 

Llevaba años sin saber de él. Desde su último encuentro, o mejor dicho desencuentro, había pedido a su familia que no volvieran a tener contacto. Estaba demasiado herida y necesitaba seguir adelante. Sus primos la habían respetado. La mudanza a Buenos Aires supuso un alivio para todos y cuando su carrera comenzó a despegar, se centró en ella para intentar olvidar.

Había vivido con su familia un par de años, pero cuando comenzaron las giras y los eventos nocturnos prefirió mudarse a su propio departamento. 

Sus primos la habían acompañado siempre. Formaban parte de su banda y disfrutaban de las excentricidades que ofrecía el mundo de los famosos. Ambos se habían casado y ese año se convertiría en la tía más feliz del mundo, cuando Alejandro fuera padre de mellizos. Y justamente por el inminente parto, ambos habían decidido regresar a Buenos Aires un poco antes del final de la gira. 

Pedro seguía hablando de la recaudación mientras giraba su copa de champagne sobre la mesa. Solían cenar en el mismo hotel para evitar a las fans y curiosos que normalmente intentan grabarla en todo momento.  La soledad que ofrecía la fama era una de las facetas que menos le gustaba. Extrañaba a su familia y siempre buscaba la forma de tener algunas vacaciones en lugares alejados para volver a sentirse Celeste, la joven invisible. 

Pedro continuaba hablando sin pausa, perdido en sus propias palabras le hizo un gesto al mozo para que le alcanzara la cuenta. Cuando este se acercó Celeste lo miró curiosa.

-Disculpe, ¿Puedo hacerle una pregunta?- le dijo en voz baja.

El joven que no parecía tener más de 20 años la miró hipnotizado y casi sin poder creerlo asintió eufórico con su cabeza. 

-Esta mañana vino un empleado del hotel a reparar mi baño, ¿Por casualidad sabes de quién se trata? -  le pregunto con la dulzura que aún guardaba cuando se sacaba el disfraz de cantante fatal. 

El joven la miró desconcertado. Esperaba algún pedido excéntrico de alguna bebida o algo similar y sin embargo le estaba preguntando por otro empleado. 

-Lo siento señorita Becky, los chicos de mantenimiento rotan los horarios, si necesita puedo preguntarle al encargado quien estuvo esta mañana.- respondió nervioso. 

Pedro observaba la conversación desconcertado. 

-¿Pasó algo esta mañana? ¿Hay algo más por reparar?  Puedo llamar a...-- la interrumpió Pedro, pero Celeste no lo dejó continuar. 

-No es nada, no te preocupes. Muchas gracias igual, Pablo. -dijo dirigiéndose al joven, luego de leer la etiqueta que llevaba en la solapa. 

El chico no podía disimular su sonrisa, que la famosa Becky lo llamara por su nombre era más de lo que había soñado. La vio abandonar el restaurante y continúo con su mirada perdida en aquella puerta como el adolescente que era. 

Celeste volvió a su habitación, se sacó el maquillaje y se cambió para descansar. Cuando tomó el libro que ocupaba su mesita de noche por esos tiempos, alguien llamó a su puerta. 

Se incorporó un poco y preguntó de quién se trataba. 

-Señorita Becky, disculpe soy Pablo, el mozo del restaurante. - dijo dubitativo el joven desde el pasillo.

Celeste abrió un poco la puerta y se asomó. El joven le ofreció un papel doblado a la mitad. 

-Hola de nuevo. - le dijo sonriendo con timidez. 

Ella también sonrió. 

-¿Qué es esto?- preguntó Celeste tomando el papel entre sus dedos. 

-El chico que reparó su baño se llama Juan y esos son sus datos. Pensé que podía interesarle. - dijo el chico entusiasmado. 

El corazón de Celeste comenzó a latir con intensidad, pero estaba tan acostumbrada a ocultar sus sentimientos que con un arte magistral simuló que no era eso lo que buscaba y le agradeció al muchacho. 

Antes de que se fuera le ofreció un autógrafo y le dio un corto beso en la mejilla que el joven recordaría por el resto de su vida.

Cuando por fin cerró la puerta abrió el papel que gracias a la entrega de su firma, había logrado conservar, leyó aquella dirección y supo de inmediato lo que deseaba hacer.

Otra tonta canción de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora