Capítulo 11: Ten cuidado

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- ¡Nikolai! - Alina bajó corriendo las escaleras.

Nikolai y Mal estaban sentados en el salón reflexionando sobre su enfrentamiento. Al oír gritar a Alina, ambos se levantaron de un salto.

- ¿Qué pasa? - preguntó Nikolai preocupado.

- Aleksander me ha llamado. Me ha dicho que está en las Montañas Negras.

Mal la miró disgustado.

- Necesita nuestra ayuda. Dice que mañana por la noche sacará a niños enfermos. Quiere que nos los llevemos y cuidemos de ellos.

- ¿Mis hijos? - apareció la señora de la posada al oír a Alina alterada.

- Están con él. El mayor está bien y el pequeño lo sacará mañana. Debemos estar preparados Nikolai.

Nikolai esbozó una sonrisa.

- Bien. Partiremos a primera hora hacia el Colibrí e iremos a las Montañas Negras.

* * *

Kristoff no paraba de toser y la fiebre le había subido.

- ¿Voy a morir? - sus ojos estaban entrecerrados.

- No. - le dijo Aleksander poníéndole un trozo mojado de tela en la frente-. Vas a salir de aquí Kristoff. Te vas a poner bien.

- ¡A levantarse malditos gusanos apestosos! ¡Hora de trabajar! - gritó un guardia.

Aleksander se levantó junto con los demás prisioneros. Llevaba unos pantalones negros flexibles y una camisa también negra, medio abierta y rasgada. Sus botas, del mismo color que el resto de prendas, llegaban hasta la mitad de los gemelos. Su cara y sus manos estaban negras y sucias, pero seguía manteniendo su barba bien arreglada y el pelo, todo y que algo alborotado, se mantenía firme.

- No le des falsas esperanzas al crío. Todos vamos a morir. Cuanto antes lo sepa, antes dejará de luchar y dejará de sufrir. - le susurró Mijaíl, su compañero de celda.

- No va a morir.

- Entonces eres más tonto de lo que pensaba.

- ¡Silencio! - dijo el carcelario abriendo la celda donde se encontraban.

Salieron todos con la cabeza agachada, menos Aleksander que miraba hacia delante con convicción.

- ¡Tú, niño! ¡A trabajar! - dio un golpe con la porra a los barrotes.

- Está enfermo. No puede trabajar. - le defendió Aleksander.

El guardia se encaró a él.

- Si al final del día no habéis conseguido el objetivo mínimo, pagarás tú por todos. - hizo una pausa-. Y ahora, ¡a trabajar!.

- Cavarás tu propia tumba. - le susurró Mijaíl.

- Tú mismo has dicho que moriremos todos. - le respondió Aleksander.

Llegaron a las minas y empezaron a trabajar. Los más pequeños se colaron por los agujeros para crear nuevos túneles y poder extraer más carbón. Los adultos picaban y picaban, llenaban las carretas, las sacaban al exterior y repetían el proceso. Dentro de las montañas costaba respirar y muchos (tanto hombres, mujeres y niños) cuando salían al exterior a respirar, se ganaban latigazos y golpes por parte de los carcelarios. Hacían turnos de doce horas y solo paraban veinte minutos para comer un trozo de pan seco y un vaso de agua fría. Si al final de la jornada llegaban al mínimo establecido de extracción de carbón, se les recomepensaba con un trozo de pan más grande y dos vasos de agua. Si por el contrario no lo conseguían, eran castigados con palizas y volvían a las celdas sin cenar. Aleksander cogió un pico y se adentró en las cuevas con el resto. Dentro vio a Gavrel, el hermano mayor de Kristoff, que no tendría más de catorce años.

Seamos eternos juntos [Darklina] [Sombra y Hueso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora