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Me empujó dentro de una puerta de caoba, y estaba oscuro adentro, la única luz provenía de la ventana ahumada que daba al callejón.  Poncho me levantó y envolví mis piernas alrededor de su cintura mientras me presionaba contra la pared.  Casi no podía pensar en nada con Poncho tan cerca de mí.  Todo lo que podía pensar era: “Es solo sexo, vas a estar bien.  Has hecho esto antes.  ¿Qué podía hacer sino entregarme?  Sus labios estaban pegados a los míos de nuevo, y lo besé hasta que me quedé sin aliento, luego besó cada parte de mi cara, y luego besó mi boca de nuevo.  Los dos estábamos borrachos, podía saborear el alcohol en su lengua.  No quería pensar en nuestra situación, solo quería sentir su cuerpo.  Puso una mano en mi pelo y tiró de él ligeramente para acceder a mi cuello, donde besó cada mechón lentamente, haciéndome temblar y acercar su boca a la mía de nuevo.

- Cualquier... – comenzó – mordí su labio inferior y lo solté lentamente.

- No digas nada - respondí con un gemido mientras me sentaba en una mesa y se acomodaba entre mis piernas.  Me agaché hasta que encontré el que quería y lo presioné en la tela de mis pantalones.  Poncho gimió y bajó sus labios a mi regazo, bajando rápidamente el vestido hasta la mitad de mi estómago, dejando mis senos al descubierto.  Se hincharon bajo su toque, y gemí cuando sentí que sus labios envolvían uno de los míos mientras acariciaba el otro.  Tomé una mano en su cabello y tiré de él con fuerza hacia mí, y él gimió.  Sonreí con picardía y en la penumbra donde estábamos, vi sus ojos brillar con lujuria.  Se pasó la lengua por los labios y me levantó de la mesa el tiempo suficiente para desabrocharme el vestido y terminar de quitármelo, luego volvió a subir.  Poncho enganchó dos dedos en la cinturilla de las diminutas bragas que llevaba puestas y rápidamente las bajó, colocándose de rodillas frente a mí.  Eché la cabeza hacia atrás cuando tocó la parte más sensible de mí, provocando un gemido bajo de mí.  Susurró algo que no entendí y apretó mis muslos cuando sentí su lengua suave y húmeda acariciándome y provocándome, encendiéndome más y más.  Miré a mi alrededor y todo era tan erótico, estábamos en un lugar público, aunque fuera de la vista, con la música golpeando fuerte en mis oídos y el hombre que amaba locamente arrodillado entre mis piernas, llevándome más y más alto.  Poncho intuyó cuando me iba a correr, porque se detuvo.  Gemí en protesta y la escuché suspirar.  Puso sus manos a mis costados, apoyándose en la mesa, y rozó sus labios con los míos.

- Te amo... te amo.  - susurró Poncho entre un beso y otro mientras volvía a acariciarme con sus dedos muy lentamente.  Me incliné hacia él y no respondí.  Escuché el sonido de su cremallera al abrirse, y luego maldijo.

- ¿Que pasó?

- Condón - fue todo lo que respondió.

- ¿Cómo llegas a una fiesta sin preservativo?  - Yo consulté

- Yo olvidé.  No estaba planeando comerme a nadie.  – me reí y pasé mis manos por sus hombros y brazos fuertes, el deseo ardía en mí y tapaba la razón.  Hice los cálculos rápidamente y susurré: - Está bien, estamos a salvo.

- ¿Está seguro?  – cuestionó, presionando su miembro erecto ya la vez suave contra mi piel mojada y temblorosa.  Asentí y envolví mis piernas alrededor de él, atrayéndolo hacia mí.  Poncho entró lentamente, y sentí cada parte de mi cuerpo en contacto con el suyo, haciéndome gemir.  Me susurró algo al oído, pero yo estaba demasiado distraída para entender.

- Oye, Poncho...

Tomó mi pierna y la levantó un poco más, presionando contra mí.  Nunca había estado con nadie sin esa delgada protección de látex, pero por lo que pude ver, una fracción de milímetro hizo una gran diferencia.  Poncho comenzó a moverse muy fuerte, y sus manos estaban sobre mí, en mi cuerpo, en mi cara, en mis labios... Me miró a los ojos y su expresión era tan dulce, tan llena de amor, que no podía. No sigas pensando que solo estábamos jodiendo.  Mi cuerpo estaba a punto de estallar de placer, y la agridulce comprensión de que estábamos haciendo el amor me golpeó junto con el orgasmo, y me corrí susurrando su nombre.  Poncho presionó una última vez y luego se vertió en mí.

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