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<b>Punto de vista de Anahi</b>

Después de que todos los demás se habían ido a dormir, Poncho me recogió y me llevó a una nueva habitación que nos habían proporcionado.  En silencio me quitó el pijama, me metió en la bañera con agua tibia y me bañó con la mayor delicadeza del mundo.  Nada erótico, porque sabía que esa era su manera de decirme que quería borrar la horrible noche que tuve.  Alfonso estaba de rodillas junto a la tina blanca, lavándome los hombros.  Lo miré a la cara, y había tanta culpa allí... Sus ojos estaban muertos;  sin ningún brillo.  Estaba demacrado, y el contorno rojo de sus ojos solo lo empeoraba.  Toqué su rostro, acariciándolo y sintiendo la barba incipiente arañando mi palma.

- No es tu culpa, mi amor.

Sacudió la cabeza, mirando hacia abajo.  - Es si.  Si hubiera estado aquí, nada de esto hubiera pasado.  Solo de pensar en que te tocara... - Se le quebró la voz.

- No me tocó, Poncho.

- ¡Así mismo!  ¿Y si tuviera?  ¿De quién sería la culpa?  Iba a matarlo, lo juro.  Si supiera dónde está, iría allí y acabaría con él.

- No no no.  Por favor, no hables así...

- Quería sacarte de esto.

- Tu puedes.

- ¿Como?

- Haz el amor conmigo.

- ¿Qué?

- Por favor.

- No amor.  Hoy no.  - respondió, besando mi frente.

- Por favor.  Necesito sentirte... Saber que soy tuyo, y que tú también eres mía.  Que mi cuerpo es tuyo, solo tuyo.  De nadie más.  - Negó con la cabeza, sin dejar de enjabonar mi cuerpo.  - Entonces me besa.  ¿O tampoco quieres?

Poncho bajó los ojos a mi boca y supe que estaba tratando de no pensar en mi pedido.  No es que no estuviera asustado por lo que había pasado, estaba aterrorizado.  Pero realmente necesitaba sentir todo Poncho conmigo.  Se acercó y me dio un beso, se quedó ahí pegado a mí;  y luego abre tus labios.  Luego deslicé mi lengua en la suya, y como siempre nuestros cuerpos reaccionaron de inmediato, agarré su rostro atrayéndolo hacia mí.  Sus manos dejaron mis hombros, se deslizaron por mis brazos hasta que accidentalmente tocó mis senos.  Poncho se alejó, parándose y dándome la espalda.

- Amor, será mejor que termines tu baño sola.  - suspiró, y salió del baño.  Me levanté, me sequé y fui tras él.  Me detuve en la puerta, mirándolo.  Estaba de espaldas, mirando hacia el balcón.  Lentamente me acerqué a él y envolví mis brazos alrededor de su cintura, abrazándolo.  Besé su espalda y él se estremeció.

“Estás desnudo.” Negó con la cabeza.

- Uhum - Otro beso.

"Cualquiera", dijo, en un tono de advertencia.

- Cariño, necesito esto.  Por favor - dije.

Se dio la vuelta y, con la poca luz que había allí, pude ver que sus ojos brillaban de nuevo.  Poncho me levantó en sus brazos y me acostó sobre la cama, cuidándome como si fuera de cristal.  Pasó su nariz a lo largo de mi mandíbula, yendo a mi cuello donde hizo chupetones leves, haciéndome temblar.  Sus manos se pusieron a trabajar, apretando y acariciando cada parte de mi cuerpo... excepto una.  Su nariz se deslizó en mi regazo y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí para tener acceso a mis pechos.

"Nunca te dejaré sola de nuevo", susurró contra mi piel.  Gemí cuando sentí su cálida y húmeda boca tocar mi pecho.  Su lengua giraba y giraba, y mi cuerpo se arqueó en sus brazos.  Poncho se movió hacia el otro lado mientras una mano ahuecaba mi nuca.  Sus labios regresaron a los míos y abrí sus pantalones, bajándolos junto con su ropa interior.  Toqué su suave y cálida piel, apretando ligeramente mientras sentía su excitación.  Poncho pasó su lengua por mi labio inferior, chupándolo.  Me acosté de nuevo, atrayéndolo hacia mí.  Sin más preámbulos, entró en mí con ternura, lentamente, a la ligera.  Pedí olvidar lo que había pasado, y Poncho me hizo sentir como si nada en el mundo existiera.

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