5. Mansión de la familia Gill, 2010

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El radio estaba tan alto dentro de la Escalade de Jamie que hasta las puertas vibraban con los bajos. Jolene intentaba ganarle al volumen del estéreo cantando (o más bien gritando) la canción, alguna cosa sobre ser una estrella o algo así. Arlene no se fijó demasiado; su atención seguía en el celular, pero lo que aparecía en la pantalla la decepcionaba más a cada segundo. Ella estaba recibiendo un mensaje tras otro, pero ninguno era de Peter; todos eran de su amigo Freddy Gill, quien estaba feliz de que ella lo pudiera acompañar en la fiesta que él había organizado. Sin embargo, la multitud de caritas felices que estaba recibiendo no eran capaces de dibujar una sonrisa en el rostro de Arlene. Algo harta, decidió alejar su mirada de la pantalla y la dirigió hacia su mejor amiga, quien ya estaba gritando otra canción. De pronto, Jamie, quien iba manejando, aprovechó una luz roja en el semáforo para quitar una de sus manos del volante de la camioneta y llevarla debajo de la cortísima falda de plumas y lentejuelas de Jolene— y obviamente alcanzó algo, pues su amiga lanzó un gemido que incluso resonó por sobre la música.


     Arlene se sintió incómoda. Posó su mirada en la ventana, pero las calles de Delia no mostraban nada nuevo. Entonces volvió a su celular, justo a tiempo para ver la milésima carita feliz de Freddy. Sus mensajes contrastaban con el desesperante silencio en los mensajes de Vera y Peter.


     Frustrada a más no poder, la joven McLauren golpeó la portezuela de la Escalade. No fue un golpe demasiado fuerte, pero sí lo suficiente para descargar su frustración. Arlene esperaba que el volumen de la música lo ocultara, pero al alzar la vista se encontró con los ojos verdes de Jolene, quienes la miraban con enfado a través del retrovisor.


     La chica en el asiento del copiloto desvió la mirada, y Arlene hizo lo propio. Entonces volvió a timbrar su celular. Esta vez el mensaje no era de Freddy.

Si vas a estar con esa jeta, le digo a Jamie que te regrese a tu coche y te vas a tu casa. La única razón por la cual mi novio y yo estamos yendo a la fiesta del rarito ese es por ti.

     Arlene volvió a subir la mirada. Los ojos de Jolene, de nuevo viéndola a través del espejo, decían todo sin que su dueña hablara.


     La chica de cabello castaño sintió que su cara enrojecía de vergüenza. Su amiga tenía razón. Ella y su novio estaban haciendo todo eso por ella... y ella seguía estando fastidiada. No estaba bien.


     Jolene y Jamie habían encontrado a Arlene de pie en el estacionamiento descubierto del hospital, debajo del letrero fundido. La chica no se había movido de ahí incluso después de que su novio se fuera con su suegra; se había quedado como petrificada, mirando a la distancia, como esperando que Peter pudiera volver. Así había estado hasta que las luces de una camioneta le habían hecho volver a la realidad. Las farolas que rodeaban Delia Care le habían permitido ver a Arlene el letrero en la parte posterior de la Escalade después que esta se estacionó: Propiedad de DeliaTV. A Arlene no le gustaba eso; sentía que un coche personal no tenía por qué tener letreros del trabajo; sin embargo, a Jamie Carpenter le gustaba que supieran "que el próximo dueño de la televisora local había llegado a la fiesta."


     La figura espigada de Jolene, con sus pies metidos en sus eternos tacones para verse mucho más alta, había sido la primera en apearse del carro y en dirigirse la joven McLauren.


     -¿Pero qué pasó?


     Arlene había empezado a explicar su pleito con Peter, pero Jolene la había interrumpido.


     -No, ¡con el letrero! No es posible que este sea el mejor hospital de nuestra isla y ni siquiera tengan iluminación decente. No puedo ver nada- la chica había terminado su observación sacando un espejo de su bolsa y reacomodándose su larga y espesa melena rubia.

Arlene ManiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora