7. Mansión de la familia Gill

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           La luna iluminaba la terraza, dándole un toque romántico. La chica no podía dejar de percibir la presencia del chico "leñador" junto a ella: su fornido cuerpo, el movimiento de sus manos al tomar un cigarro y encenderlo. Él la volteó a ver y también le ofreció un cigarrillo y fuego. Arlene respondió con una sonrisa. Esto podía ser peligroso...


           -Oye, me has salvado muchas veces durante la fiesta y ni siquiera sé cómo te llamas- inició la joven.


           -Bueno, me llamo Johannes, pero en este lado del mundo tal parece que les cuesta trabajo pronunciar mi nombre, así que me dicen Jake. Jake Gill, para servirte- dijo el muchacho, ofreciéndole una mano a Arlene como si acabara de conocerla.


           -¿Jake Gill? ¿Así, como Freddy?- los ojos avellana de Arlene se abrieron, sorprendidos.


           -No nos parecemos nada, ¿verdad? Es que a él le tocaron los genes que se quedaron en Norteamérica. Afortunadamente, una tía de Fred se fue a viajar por el mundo, se enamoró de Alemania y de un alemán, y me heredó buenos genes europeos- el joven rió y le dio una calada al cigarro antes de concluir: -Fred y yo somos primos, pero yo soy el primo mejor parecido, el primo de Alemania.


           Arlene rió.


           -Bueno, pues mucho gusto, Jake Gill de Alemania. Yo soy Arlene McLauren de Delia Harbor.


           -El gusto es mío, Arlene McLauren de Delia Harbor- dijo el chico, también riéndose un poco.


           -Y bueno... ahora entiendo por qué eres tan guapo... por tu herencia extranjera- respondió Arlene, mirando los ojos azules de Jake fijamente.


           El juego había comenzado. Ya la joven había manifestado su interés por el muchacho... y la verdad es que la propia heredera McLauren se sentía culpable de haberlo dicho... ¡pero era inevitable! Si había una coreografía que ella se supiera mejor que la de los éxitos pop, era la coreografía del romance. Era un juego tan simple... tan sólo se necesitaban dos personas, y ella conocía muy bien su papel: presentarse y dejar que el hombre se inundara de su presencia... de ahí, el objetivo podría moldearle a su antojo, como una muñeca. Él le daría las pistas y ella diría exactamente lo que él quería escuchar; era cuestión de dejarse llevar por la pareja, como si estuvieran bailando. Al ganar el juego, ella tendría toda la atención y, por qué no, las caricias de su acompañante. La verdad es que a Arlene le encantaba esa dinámica, y la había hecho tantas veces que ya era tan natural como respirar... tan natural, que se le había escapado ese cumplido hacia Jake. Sin embargo, pues ella tuvo que admitirse a sí misma que extrañaba este ritual... la atención de Peter sobre ella, rendirse ante él como si fuera la primera vez en lugar de estar discutiendo o tener que estar lidiando con su asquerosa suegra...


           -Me da gusto que te des cuenta de que mi herencia me hace resaltar- el muchacho respondió, distrayendo a Arlene de sus pensamientos-. Y es que no es por nada, pero la verdad es que ni siquiera me siento en casa con mi familia norteamericana. Sólo vengo porque pues bueno, mi madre tiene que visitar a su hermano. Ahora están visitando los lugares donde crecieron en Estados Unidos antes de que ella se fuera a Alemania y el tío Billy viniera a Delia... Y qué horror acompañarlos. Por eso preferí quedarme con el primo Fred, quien hizo bien en hacer una fiesta aprovechando que sus padres no estaban. Ya me imagino viajando por Estados Unidos. Si de por sí a Delia le hace falta un toque más... cultural... ¿qué se puede esperar de "la tierra de las oportunidades"? De verdad que es un país sobrevalorado. No le llega ni a los talones a lo que es Europa...


           Arlene intentaba seguir el monólogo de Jake, como lo había hecho con los monólogos de muchos otros hombres, pero la verdad era que hacerlo solamente le recordaba muchísimo a cómo se habían conocido ella y Peter. Ella había estado parada afuera de un 7-Eleven intentando encender un cigarro, pero no lo lograba. Estaba a punto de desechar su encendedor y preguntar si tenían uno nuevo en la tienda cuando Peter había salido y se había dado cuenta de su predicamento. Él le había ofrecido fuego y después habían empezado a conversar—o más bien, Arlene había hecho lo que hacía con todos los hombres que le parecían atractivos: dejarlo hablar. En ese momento, Peter acababa de llegar de un viaje por Europa, y no había parado de contarle sobre cómo el Viejo Continente era tremendamente superior al Nuevo Mundo, sobre todo a Delia. Había agregado que hubiera sido mejor que la isla hubiera quedado bajo jurisdicción europea. Finalmente había mencionado que ese viaje era las base para su próximo trabajo. En ese momento era cuando Arlene se había enterado de la vida de Peter y de su trabajo como artista emergente. Después de un rato de estar fuera del 7-Eleven, el joven Deitch la había invitado a un café, y luego a un trago, y luego...

Arlene ManiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora