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ˢᶦ ⁿᵒ ᵖᵘᵉᵈᵒ ᶦⁿˢᵖᶦʳᵃʳ ᵉˡ ᵃᵐᵒʳ,

ᵈᵉˢᵉⁿᶜᵃᵈᵉⁿᵃʳᵉ́ ᵉˡ ᵐᶦᵉᵈᵒ

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—Hola, Malleus.

El hombre de cabellos largos y oscuros, que se degradaban a un color azul miró con sorpresa a la mujer de cabellos dorados y ondulados frente a él. Sus ojos verdes rasgados inspeccionaron los ojos rubíes de la mujer mientras su cuerpo estaba rígido como un ladrillo, sin moverse un centímetro. Sus labios se entreabrieron y sus ojos estaban abiertos como platos. Creía que hasta había olvidado respirar.

Delante de él estaba su primera amiga.

La única.

Este no era el encuentro que él planeaba. Su plan era conocerla mientras la invitaba a una taza de té en Diasomnia, no mientras estaba fuera de dónde dormía. Esperaba que Amaryllis no lo encontrará un acosador.

—¿Acaso el gato te comió la lengua? —preguntó Amaryllis, riendo entre dientes mientras acariciaba a Apofis. No esperaba que Malleus se hubiera quedado en completo silencio con los ojos muy abiertos. Fue gratamente divertido. Delante de ella estaba uno de los magos más poderosos y este no decía nada por la sorpresa.

Malleus cerró sus labios y carraspeó, volviendo a la compostura que tenía antes de ver a la mujer. Relajante y elegante.

Sonrió genuinamente a la mujer de cabellos dorados.

—Es feliz poder conocerte al fin, señorita Amaryllis —dijo, dando una pequeña reverencia a la mujer de ojos rasgados, cerrando los ojos y colocando su mano encima de su corazón. Sus ojos se abrieron de sorpresa cuando la mujer agarró su hombro para colocarlo derecho. Se sorprendió por la fuerza de la mujer, pero también de su delicadeza.

—Te dije que dejarás de llamarme señorita Amaryllis, Malleus —dijo Amaryllis, dándole algunas palmadas en el hombro—. Además, ¿eres un príncipe, cierto? No te rebajes a tanto. Además, estamos en una escuela. Aunque lo hayas hecho por cortesía, solo somos estudiantes, debemos olvidarnos de nuestros puestos sociales de vez en cuando —comentó, sonriendo al hombre.

Malleus parpadeó varias veces, observando el rostro de la mujer. Era extraño que alguien le pidiera eso. Sus guardias de Diasomnia siempre le decían que debía recordar quién era, que nadie estaba a su nivel. El heredero del Valle de las Espinas. Que alguien le hubiera dicho lo contrario era... relajante. Como si un peso de encima se le hubiera quitado de los hombros. El peso de la corona.

Frente a Amaryllis no era el heredero del Valle de las Espinas.

Solo era Malleus.

Volvió a sonreír, mostrando sus colmillos. Una sensación cálida rodeó su corazón.

—Claro, Amaryllis —contestó, observando por el rabillo del ojo como Apofis se hacía pequeño y se subía a uno de los árboles—. No sabía que estabas en Ramshackle. Creí que este lugar tenía mucho tiempo abandonado —comentó, observando el dormitorio en ruinas. Hizo una mueca al pensar que Amaryllis estuviera viviendo en un lugar así. Si era así, pensaba ofrecerle llevarla a Diasomnia—. Me gusta dar paseos nocturnos por aquí, ya que es tranquilo.

—Estoy quedándome aquí porque es más cómodo que estar en medio de un dormitorio lleno de hombres —contestó Amaryllis, encogiéndose de hombros—. Me mudé hace poco y generalmente no salgo en medio de la noche.

𝐓𝐡𝐞 𝐏𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭 𝐕𝐢𝐥𝐥𝐚𝐢𝐧𝐞𝐬『𝐓.𝐖』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora