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Seungmin

—¿Me gustaría saber qué piensan cuando se quedan mirando la nada de la misma forma que tú? —dijo Changbin mientras se sentaba en el bordillo de la acera.

Habíamos ido a la plaza a tomar algo mientras ultimábamos los preparativos de la fiesta de cumpleaños de Lucas. Pero yo no era capaz de concentrarme en nada que no fuera Minho.

Salí del local y me senté en la acera. Me dejé llevar por mis pensamientos a pesar del frío húmedo que me recorría.

Me molestaba horrores admitirlo, pero le necesitaba cerca. Deseaba verle y no podía evitar esperar que apareciera por la calle y viniera hacía mí, tragándose su orgullo de niñato engreído. Dios, cómo lo… detestaba.

¿Dónde estás, Minho?

Miré a Changbin, que fumaba un cigarrillo, y sonreí; me sentí extrañamente reconfortado por tenerle cerca. Miré el humo que salía de sus labios y me hizo un gesto para que tomara el cigarro. Asentí, lo cogí y le di una calada profunda.

No fumaba con frecuencia, pero debía admitir (por desgracia) que  fumaba desde los quince.

—¿Qué ocurre, min? —preguntó

Sacudí la cabeza y le miré.

—A mí también me gustaría saberlo. —Solté el humo.

Nos miramos a los ojos. Changbin era demasiado inteligente para que se le escapara algo. Sabía que él podía descubrir, incluso antes que yo, lo que realmente me ocurría.

—Es todo tan confuso.

—No puedes comprender un sentimiento —dijo cariñoso retirando mi cabello—. Mira, seungmin, no siempre podemos dominar lo que realmente sentimos. Por mucho que nos empeñemos en negarlo, ya habéis caído. —Recuperó el cigarro de mis manos—. Ahora solo falta que lo comprendan.

Suspiré y volví la mirada hacia la calle. Me pregunté si aquellas personas que paseaban por allí estarían viviendo una situación como la mía. tonterías.

—Hablas como si supieras qué me ronda por la cabeza. —Intentaba hacerme el duro.

—Sé lo que te ronda por la cabeza. —Me empujó, bromeando—. Tiene nombre propio.

—Claro —dije incrédulo.

Changbin se acercó a mi oído y me rozó con sus labios antes de hablarme.

—Él se resiste porque eres el primero. ¿Por qué te resistes tú, Seungmin?

Me sobrecogí. No sabía qué hacer. Incluso temblé. Un escalofrío recorrió mi cuerpo en el momento en que di con la respuesta.

El coche dio la última curva y allí apareció la enorme casa que el padre de Lucas tenía en la playa. Había tardado cerca de un mes en convencerlo de que se la dejara para la fiesta. Yo no había entendido por qué su padre le ponía tantos peros… hasta que vi la residencia.

De diseño muy moderno, estaba cubierta de cristaleras. Barandillas de metal, suelo negro con cristales brillantes, piscina y mini spa… y todo a unos metros de la playa (veinte para ser exactos). Cerca de uno de los porches había un promontorio, un acantilado de roca que se comunicaba con el aposento principal del segundo piso por un pequeño puente.

Beomgyu cogió la botella de champán y se sirvió la cuarta copa en veinticinco minutos que llevábamos de trayecto.

—¡Bah! En cuanto vea a… —Beomgyu frunció el ceño. Lo miramos— a… Lucille. —Sonrió para disimular los nervios—. Sí, en cuanto vea a Lucille, se me pasará el frío.

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