1/2

157 17 1
                                    

-¿Qué coño estás haciendo, imbécil? ¿Es que en el jodido internado no te enseñaron a caminar mirando hacia delante? -Su media melena castaño claro se agitó crispada.

Supe que había bebido más de una copa porque empezaba a vomitar tacos cuando sobrepasaba la tercera.

-Hola, serim -repuse con desdén.

-Te he hecho una pregunta.

-No me parece trascendental responder. Sabes de sobra que sé caminar. Lo que deberías preguntarte es si tú puedes hacerlo.

Estampó sus manos contra mi pecho empujándome hacia una de las columnas de la escalera. Retiré sus brazos con rapidez.

-¿Qué te pasa? ¿Necesitas joder a alguien porque no te queda nada que beber?

-¡Serás imbécil!.

Puestos a discutir, qué más daba soltar algún que otro trapo sucio. Estaba claro que nada podía solucionar la poca empatía que había entre los dos.

-Supongo que eso es lo que woobin te dice cuando estáis en la cama -le espeté, sin pensar.

Su cara pálida se tensó al escuchar el nombre de su amante que, curiosamente, era nuestro primo materno. Apretó los labios con fuerza y levantó la mano con la intención de darme una bofetada.

-¿Piensas pegarme? -pregunté expectante.

Pienso que te harían falta unos buenos golpes, niñato. ¿Por qué no te has quedado en Viena? -dijo serim, intentando hacerme daño. No sabía que me daba absolutamente igual lo que pensara.

Pregúntaselo a papá. -Me encogí de hombros y di por terminada la conversación.

-Volverás allí, lo sé. Me encargaré de ello -añadió, sin saber que tras ella aguardaba Felix , su mejor amigo, y sin duda la mejor persona que había en aquella casa.

-¡Serim! No te comportes como si fueras una niño, ¿quieres? -Frunció los labios guardando sus manos en el pantalón.

Se giró hacia mí intentando que yo no percibiera su repentino malestar. Le cogí de un brazo y le regalé una sonrisa. No podía soportar verle triste por culpa de mi hermano, sobre todo sabiendo lo maravillosamente bien que lo trataba. Cuando era pequeño yo soñaba con encontrar un amigo como él... y todavía lo seguía anhelando.

Siempre oportuno, cuñado. -Sonreí, pensando en que si me llevaba hasta la Plaza, Felix dejaría un rato de pensar en la relación de mierda que tenía con serim.

-¿Qué quieres ahora? -preguntó resignado, pero sonriente-. Voy a empezar a pensar que solo me quieres por interés -bromeó al ver cómo arqueaba una ceja.

-Bueno, aún soy menor y no puedo coger tu coche, aunque sé conducir. -No se lo podía decir, pero aprendí una noche que nos escapamos del internado para ir a la capital. Aquel mismo día besé por primera vez a un chico-. Te multarían y yo iría a un centro de menores por ser un delincuente adolescente... -Fingí preocupación mientras observaba su rostro suspicaz.

-Y un descarado exagerado. -Me despeinó.

-¡Eh! Que estoy recién peinado -protesté.

-¿Adónde vas?

-Bueno, he quedado con una amigo. ¿Recuerdas a jeongin? -No me di cuenta de que ya estábamos abriendo la puerta. Felix  dejó que yo pasara primero.

-¿Yang jeongin? ¿El hijo del señor yang jiwoong?

-¡Sí!, el mismo. -Di una palmada.

Yang jiwoong era el dueño de una de las compañías aéreas más importantes del país.

 Mírame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora