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Seungmin

Miré mi plato y, con desgana, retiré las zanahorias que cubrían un bistec poco hecho. Me hallaba en el piso de Hyunjin; Él lo había dispuesto todo para una cena romántica y empalagosa; flores, servicio exclusivo del mejor chef de la ciudad, y luces tenues proporcionadas por velas aromáticas repartidas por toda la estancia, que se mezclaban con la luz anaranjada de la ciudad.

No estaba allí por propia elección y cuando recordaba la forma de invitarme que había tenido, me crispaba. Hyunjin logró que mi padre me abofeteara delante de todo el mundo debido a mi negativa inicial. Felix intentó protegerme, pero no sirvió de nada. Y allí estaba, sentado contemplando el metro de mesa (demasiado decorada) que nos separaba.

Hyunjin sonreía mientras comentaba cómo le había ido en la universidad. Al parecer, había aprobado un examen sorpresa de matemáticas —estudiaba la carrera de economía—. Pero yo no le escuchaba. Solo podía pensar en… él.

No había ido a clase, y tampoco lo haría el resto de la semana. Era lo único que había podido sacarle a Changbin cuando, antes de entrar en la clase de química, le tome del brazo y lo aparté del grupo.

Changbin sabía lo que había ocurrido y me observaba de una forma respetuosa, como si estuviera pidiendo perdón en favor de Minho. Él no tenía la culpa y se lo hice saber.

—¿No comes? —preguntó Hyunjin tocando mi mano.

—No tengo hambre. —Me levanté de la silla y caminé hacia los ventanales.

Dios, me sentía tan culpable por haber provocado aquella situación con Minho… Tal vez, si no le hubiese hablado de aquella forma, no habría actuado así. Tal vez entonces no estaría sintiendo aquella culpa que me oprimía el pecho.

Hyunjin me rodeó por la cintura y me obligó a mirarle. Le obedecí sin saber que me besaría de nuevo. Pero esta vez se retiró antes de que pudiera partirle la cara. Me observó tranquilo, con deseo, y retomó el beso con más intensidad.

No era fácil escapar. Hyunjin no comprendía que mi cuerpo lo rechazaba; todo de mi lo rechazaba. No lo quería cerca, pero gracias a sus detestables caricias, pude descubrir algo. Deseaba que Minho me tocara.

Forcejeé antes de darle una patada. Se retiró y le señalé con el dedo antes de hablar.

—Te dije que no volvieras a tocarme —dije remarcando las palabras. Tomé mi chaqueta.

—No… —Torció la boca intentando una sonrisa mientras caminaba lentamente hacia mí—. Eres tú el que parece no comprender que puedo disponer de ti cuando me plazca.

Caminé hacia la puerta. Sabía que me dejaría ir.

—Tarde o temprano serás mío, Kim seungmin.

—Eso ya lo veremos.

Cerré de un portazo.

No quería preocupar a Felix, así que decidí caminar hasta la casa de Chan. Era el único que en aquel momento podía comprender cómo me sentía. Quizá lo más lógico habría sido ir en busca de Jeongin, pero el había cambiado. Ya no era el chico dulce, alegre y simpático que conocía, ya no era el mejor amigo que tenía en el internado. No había encajado bien mi vuelta y habíamos discutido dos veces. En una de ellas me soltó que yo no era más que un niñato engreído que necesitaba llamar la atención con aspavientos si no era el centro de las miradas. Incluso insinuó que yo quería robarle a Changbin. En lo de engreído podría haberle dado la razón, pero jamás le haría daño. Nunca le había dado motivos para pensar así.

Llamé al timbre de Chan y, segundos después, abrió la puerta. Tenía el pijama puesto y el cabello despeinado. Al parecer, lo había despertado, pero no pareció molestarse. Me sonrió, aunque con el ceño fruncido.

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