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Minho

Recorrí el pasillo que conducía a la sala donde unos de los candidatos a la alcaldía de Corea impregnaba de ilusiones a los presentes. Sus palabras eran tan convincentes que por un momento hasta yo mismo las creí. Me quedé en la puerta, apoyado en el marco, mirando incrédulo el improvisado escenario. Podía haberme mezclado con la gente, pero no quise tener que fingir.

Umberto confesaba sus ideas de una forma ferviente. Gesticulaba con las manos, alzaba la voz para que todo el mundo le oyera con claridad. Todo eso suscitaba que su público le halagara en cuanto terminaba una frase. Él se limitaba a sonreír. Aseguraba que ahí no terminaba la cosa, que la política no eran solo promesas.

«Maldito embustero.»

Ya tenía poco que añadir para convencer de que era el alcalde apropiado. Lástima que no pudiera llegar ni a terminar aquel discurso.

Alcé mi muñeca y me la acerqué a la boca con la excusa de recomponer la chaqueta de mi Armani gris. Una pequeña pulsera de caucho la envolvía. Era un dispositivo para comunicarnos entre nosotros. Jackson ya se encontraba en los conductos y tenía a Umberto en la mira. Felix esperaba con wooyung (el primo de seungmin) en un coche al final de la calle. Me parecía inconcebible que Felix pudiera trabajar con el amante de su mujer. Aunque eso dejaba claro lo poco que quería a Marzia.

-Estoy cansado de tanta palabrería -musité con voz ronca sin dejar de mirar a mi alrededor discretamente.

Aquella misión podría haberla hecho mi hermano Kento, o Ji woon , pero mi padre decía que Kento era demasiado impetuoso y que no aguantaría escuchar a Umberto. Y Ji woon..., bueno, el era demasiado tranquilo. Él había nacido para estar detrás de una mesa dando órdenes.

-Creí que nunca ibas a decirlo, Minho. -La voz de Jackson wang sonó en el pequeño y casi inapreciable auricular que llevaba en la oreja izquierda-. Si quieres, puedo bajar allí y coserle los labios. Le favorecería mucho tener la boca cerrada.

-Cálmate, querido -ahora era Mark tuan quien hablaba.-. Solo un disparo.

-Entre ceja y ceja, Jackson -volví a mediar, imaginándome sus sonrisas.

Estiré los brazos y acaricié mi cabello.

Aquella era la señal.

Umberto dejó de hablar y un pequeño hilo de sangre comenzó a emanar de su frente. El líquido resbaló por su nariz. Había sido un tiro limpio, entre ceja y ceja, como le había pedido.

Con los ojos en blanco, Umberto cayó al suelo. El golpe fue tan fuerte que pude escuchar su cabeza rebotar contra la madera. Al golpe le siguieron unos alaridos. La gente comenzó a gritar desaforada mientras intentaban buscar la salida. Los guardaespaldas de Petrucci se lanzaron al escenario. Alguno de ellos, con pistola en mano, buscaban entre la multitud una pista del asesino. No lo encontrarían, no estaba entre la gente. Tampoco podían esperar averiguar nada por la autopsia. La bala era totalmente lisa. El propio Jackson las preparaba con un componente indestructible que le suministraba Felix. Era imposible encontrar al culpable. El crimen perfecto.

Bienvenidos a la mafia.

Seungmin

Me fui directamente a secretaría para entregarle a Antonieta el justificante por mi falta del viernes. Chan me había telefoneado para advertirme de la mentira que había escogido para ocultarme; les había dicho a los profesores que me encontraba mal. Así que se lo expliqué a Felix y él me hizo el favor del firmar mi justificante.

Antonieta no estaba y las clases ya habían comenzado. No sabía qué hacer, si quedarme y esperar, o entrar en clase. De repente la puerta se abrió y me giré creyendo que era Antonieta, pero me equivoqué.

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