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Seungmin

Estaba perdido en los ojos de minho, cuando vi una mancha verde detrás de él. Hyunjin venía a recogerme. Mi madre ya le había puesto al tanto de mi amistad con el y no le había hecho ninguna gracia. Ya me había advertido que no me acercara a él, y le estaba desobedeciendo.

—Ven conmigo… —me dijo minho acariciando mis dedos.

Se me hizo un nudo en el estómago. Si Hyunjin no hubiera aparecido, me habría ido con él sin dudarlo un segundo. Suspiré y le miré anhelante. Minho no se había dado cuenta de la presencia de hyunjin.

—¿Dónde? —No era la respuesta que quería darle (debería haberle dicho que no podía), pero mis labios no obedecían a mi cabeza.

se encogió de hombros.

—A cualquier parte.

«A cualquier parte», repitió mi alma.

Retiré mi mano y comencé a caminar.

—No puedo —dije muy bajito—. Nos vemos mañana.

Se quedó extrañado. Me alejé rogando que no pensara que no me iba con él porque no me fiaba, ¡nada más lejos de mi mente! Solo quería evitar un enfrentamiento. Minho vio entonces a hyunjin y pude apreciar la tensión de su rostro cuando me subí al coche.

—¿Dónde estabas? —preguntó a modo de saludo, a la vez que arrancaba el coche.

Estaba malhumorado y tenía unas ganas de pelea enormes, pero no le concedería el placer de discutir.

—Me entretuve recogiendo mis cosas.

—Ya, claro.

El resto del trayecto estuvimos en silencio. Hyunjin resoplaba de vez en cuando o apretaba el volante con fuerza. Se saltó varios semáforos y casi atropella a una anciana cuando entró en mi calle.

Me despedí de él, pero no sirvió de nada porque vino detrás de mí. Seguramente se quedaría a comer.

Soobin nos abrió la puerta y enseguida desapareció. Hyunjin así se lo habia indicado con antelación. Quise irme a mi habitación, pero lo impidió cerrándome el paso.

Me miró tranquilamente, meditando qué hacer, hasta que me soltó un golpe. Abrí los ojos de par en par, aturdido.

—Te dejarán en el colegio y yo te recogeré. Por la tarde estarás en casa y los fines de semana olvídate de salir. Solo lo harás conmigo o con algún familiar —sentenció.

Hablaba de mi condena como si fuera la lista de la compra.

—¿A qué se debe esto? —Di un paso al frente, recuperándome de mi desconcierto.

Me daba igual que me volviera a pegar.

—A que no sabes quedarte quieto. Se te advirtió que no te acercaras a minho y sigues en tus trece. ¿Crees que no te he visto? No dejaré que seas una de sus perras.

Ahora era yo quien empezó a pegar manotazos.

—Nadie me da órdenes y menos un gusano asqueroso como tú. Déjame a mi decidir si quiero o no ser su perra.

Me largué de allí dejándolo confundido. No comprendía por qué se habían propuesto amargarme la vida. Algún motivo había, pero ¿cuál?, ¿qué estaba ocurriendo que yo no supiera?

Si pensaba que hyunjin no cumpliría su palabra, estaba totalmente equivocado. Iba por el segundo día de mi condena y era una tortura china. Apenas podía hablar con minho; apenas podía estar con mis amigos.

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