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La señora Hawkins iba a matarlo.

Tord miró su reloj e hizo una mueca. Ya era la una de la mañana; le prometio a la señora Hawkins que no iba a volver a casa después de la medianoche. Preparándose mentalmente, abrió la puerta tan silenciosamente como pudia. Su hermana Ell era de sueño ligero.

Tord cerró la puerta, estremeciéndose cuando hizo ruido. Maldita sea.

–¿Sr. Larsson?– Dijo la señora Hawkins, frotándose los ojos y acomodándose en el sofá.

Tord miró a sus hermanas, ellas no parecían haber despertado, se acercó a la niñera. No le tomó más que unos pocos pasos: el apartamento era pequeño.

La señora Hawkins estaba frunciendo el ceño, mantenía una mirada triste en su rostro.

–Lo siento– Dijo Tord antes de que ella pudiera hablar. –Estoy realmente, realmente arrepentido. No pasara nuevamente, lo prometo, es solo que no podía volver antes. Fue una noche sin mucha gente y no conseguí muchas propinas. No tenía suficiente dinero para pagarle lo de esta semana, así que terminé quedándome hasta que tuviera el suficiente.–

Los labios de la señora Hawkins fruncidos. Ella suspiró. –Sr. Larsson, entiendo su situación es el único motivo por la que sigo aquí pero debes entender la mía, también. Tengo una familia, pero me paso hasta quince horas al día aquí, cuidando de dos enérgicas niñas de cuatro años. No me paga lo suficiente por ello.–

–Voy a buscar otro trabajo– Dijo Tord rápidamente, tratando de calmar el pánico creciendo de su pecho. –Voy a encontrar un mejor trabajo y le pagaré más –Ella suspiró de nuevo, negando con la cabeza. –Eso lo dijo el mes pasado, Tord. –Miró a las niñas. –Admiro su dedicación, pero no puede seguir, solo tiene veinte años. Se merece algo mejor, ellas se merecen algo mejor ¿Por qué no tratar de encontrarles una buena familia?–

–No –Dijo, con voz dura. –Ellas ya tienen una familia, me tienen mí.–

–Apenas lo ven, preguntan por ti todo el tiempo. Ellas te extrañan.

Tord miró hacia ellas. Ell y Matilda dormían abrazadas, sus mejillas regordetas casi se tocaban.

Se le hizo un nudo en la garganta. –Las extraño, también. –Él miró a la señora Hawkins. –Por favor, encontraré una solución, realmente no volverá a suceder. –Pescando su billetera del bolsillo trasero, le dio a ella todo el dinero que tenía.

–Aquí, tome esto. –Ella negó con la cabeza, pero aceptó el dinero.

–Piense en lo que le dije, Tord –Dijo antes de tomar su bolsa y salir. Tord cerró la puerta y volvió a la cama.

Se arrodilló junto a la cama y se quedó viendo a sus hermanas. La luz tenue hizo que su pelo castaño pareciera casi rojizo. Parecían pequeños ángeles. Tord cerró sus ojos, estaba tan cansado, pero dormir era lo último en su mente. No necesitaba abrir el refrigerador para saber que se quedaron sin comida, sabía cuánto tiempo les llevó agotarse. Ellos no tendrían nada qué comer el día después de mañana.

La desesperación arañó su garganta. Luego vino el resentimiento y la ira.

Tord se calmo. Estar enojado con sus padres por tener múltiples deudas, morir y dejarlos sin nada era inútil. Él no podía permitirse el lujo de perder el tiempo. Necesitaba dinero ¿Pero cómo? Ya tenía dos empleos.

–¿Tord?

Tord abrió los ojos. Una de las niñas se desperto. Una oleada de tristeza lo recorrió cuando se dio cuenta de que ya no podía distinguirlas. ¿Era Ell o Matilda?

–¿Bebé? –Hablo a través del nudo en su garganta.

La niña se sentó lentamente suavemente, tratando de no despertar a su hermana, y Tord suspiro. Era Ell, ella era más madura y considerada que Matilda, quien era frecuentemente una pelota de energía que no se agota fácilmente.

Ell se acercó a él, y Tord la levantó en sus brazos. –Hey, princesa. –Susurró, dando un pequeño beso en su frente abrazandola con cariño.

–Estás en casa. –Dijo Ell, envolviendo sus pequeñas manos alrededor de su cuello. –Te extrañé.–

–Yo también. –Tord murmuró, acariciando su espalda. –¿Te divertiste mientras estaba trabajando? –Ell asintió.

–Jugamos mucho, pero el Halcón no quería dejarnos salir afuera.

–No llames a la señora Hawkins así. –A pesar de que tuvo que aguantar una risa. –¿Algo más que quieras contar?–

–Un hombre grande vino después del desayuno. Él tenía una carta para ti, pero el Halcón no nos dejó abrirla.

–Una carta, ¿eh? –Tord se puso de pie, sosteniendo a Ell junto a su pecho, y caminó hacia su escritorio. –Vamos a ver.–

Agarró el sobre y volvió a la lámpara en la mesa. Él entrecerró los ojos ante él y su estómago se revolvió cuando vio de quién era.

–¿Qué es? –Preguntó Ell.

Tord abrió el sobre, sacó el pedazo de papel que tenía y empezó a leer.

“... calificaciones inaceptables..." "... en caso de no lograr mejorar..." "...la beca será revocada a menos que el estudiante logre..."

El papel se le cayó de los dedos al suelo y él no se dio cuenta.

–¿Tord? ¿Pasó algo malo? –Miró abajo a los ampliamente abiertos ojos cafés de Ell y forzó una sonrisa leve.

–No, calabaza. Todo está bien. –Puso la cara en su pelo y cerró los ojos. Cuando llovía, lo hacía a cántaros.













Si notan algún error ya sea en nombres u ortografía háganme saberlo sin problema lo voy a corregir.

-F r a n.

Retorcido [TomTord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora