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Era de noche cuando llegaron. Mientras se bajaban del auto, Tord miró a la casa y dijo, no sin humor.

–En realidad, algunas cosas acerca de ti ahora están comenzando a tener una horrible cantidad de sentido.

Era casi inapropiadamente risible llamarla una casa, era una gran mansión de diseño clásico. Matilda dio unas palmaditas con entusiasmo.

–¡Un palacio!

–No seas estúpida. –Dijo Ell, con tono de superioridad. –Los reyes y las princesas viven en palacios, nuestro país no tiene maleza.

–Realeza. –Ridgewell la corrigió, cerrando una puerta del coche. –Si vas a llamar a alguien estúpido, asegúrate de no cometer errores tú misma. –Matilda le sonrió a Ridgewell y le agarró la mano.

–¡Me agrada Sr. Ridgewell! –Ridgewell se quedó mirando a la pequeña niña con una expresión algo perpleja en su rostro, antes de mirar a Tord en busca de respuesta. Reprimiendo una sonrisa, Tord dijo. –Deja al Sr. Ridgewell en paz, Matilda, ven… toma mi mano.

Matilda puso mala cara, pero soltó la mano de Ridgewell a regañadientes y tomó la de Tord. Ell tomó su otra mano mientras que unos cuantos criados salieron para llevar su equipaje dentro.

–A mí no me gusta él. –Ell dijo mientras caminaban hacia la casa.

–No seas maleducada, cariño. –Dijo Tord, mirando el hombre en cuestión, que caminaba al lado de ellos en silencio. –El Sr. Ridgewell puede oírte.

Los ojos de Ridgewell se centraron en la casa; no mostró ningún signo de escuchar la conversación. Tord desvió la mirada, era difícil creer que hace apenas unas horas, él tenía a este inmaculadamente vestido hombre, de rostro serio, gruñendo y moviéndose encima de él.

–Pero él no me gusta. –Dijo Ell obstinadamente, pero bajando un poco la voz. –No me gusta la forma en que te mira.

–¿Cómo me mira? –Pregunto Tord.

–Como Matilda mira a un panqueque. –Tord forzó una sonrisa, este fue un nuevo nivel de rareza y algo de incomodidad.

–Tú sólo estás imaginando cosas, linda.

–Pero…

–Imaginando cosas dije. –Repitió Tord, esperando que Ridgewell no hubiera oído las palabras de Ell.

El rostro de Ridgewell era duro y frío, sin ninguna expresión en el. Este era un hombre que volvía a casa, a su padre y su familia después de quince años, se veía casi tan feliz como un hombre en su camino a la prisión. Un mayordomo abrió la puerta y saludó a Ridgewell con un tranquilo tono.

–Maestro Thomas.

Tord guió a las niñas al interior, se veían tímidas y nerviosas, Tord tuvo que admitir que no estaba menos nervioso que ellas, solo que el era simplemente mejor en disimularlo. Su primera impresión de la sala fue por la inmensidad del mármol, los pilares, bustos clásicos y la cúpula imponente.

–¡Thomas!

Tord miró hacia arriba. Una mujer alta de cabello castaño iba caminando por las escaleras, una sonrisa vagamente aliviada en sus labios. Abrazó a Ridgewell y lo besó en la mejilla.

–Tamara. –Ridgewell murmuró.

–Te ves bien.

Así que esta era la hermana que le había convencido para venir, Tord la miró con curiosidad. Él ciertamente podía ver el parecido familiar, ella parecía unos pocos años mayor que su hermano, tal vez treinta y cinco.

Tamara se apartó y miró a Tord  junto a las niñas sobre el hombro de Ridgewell, pero antes de que ella o Tord pudieran decir algo, dos ancianos entraron en la casa. Uno de ellos, el más alto, mostraba un extraño parecido con Ridgewell. De hecho, podrían haber sido gemelos si el hombre no tuviera alrededor de treinta años más, Tord decidió que este debía ser el padre de Ridgewell, Wallace Ridgewell.

–El hijo pródigo regresa. –Dijo Wallace con una sonrisa burlona. –Sabía que este día llegaría.

–Entonces te equivocaste. –Dijo Ridgewell fríamente. –Vine sólo porque Tamara no paraba de molestarme, al parecer, estás prácticamente en tu lecho de muerte.

–¡Thomas! –Tamara grito, viéndose indignada.

–Voy a tener que decepcionarte, entonces. –Dijo Wallace. –Tengo un excelente estado de salud. –Él estaba mintiendo, el tenía un matiz casi grisáceo para su complexión. –Así que no conseguirás mi dinero si eso buscas.

–Tú sabes que yo no necesito tu dinero. –Dijo Ridgewell. Se miraron el uno al otro con frialdad, el parecido que compartían era sorprendente. Tord se preguntó si Ridgewell lo sabría o lo presentía.

En este momento, Wallace desvió la mirada hacia Tord, sus agudos ojos oscuros lo recorrieron de pies a cabeza, haciendo a Tord ser dolorosamente consciente de su desgastada, ropa barata a comparación del contrario. Los labios de Wallace se torcieron en tono de burla.

–¿Y esto? –Ridgewell dio un paso hacia Tord ante la pregunta y le puso una mano en el hombro.

–El es mi pareja, Tord Larsson.

El otro anciano respiró hondo. El rostro de Wallace no cambió nada, pero de alguna manera, la temperatura en la habitación parecía haber caído doce grados, Tord hizo una mueca interna, pero no era como si no se lo esperara.

–Tord, este es mi padre, Wallace Ridgewell. –Dijo Ridgewell, su voz atípicamente suave. El idiota estaba absolutamente disfrutando esto sin pena ni vergüenza. –Y el viejo amigo de mi padre, William Brown.

–Encantado de conocerte. –Tord mintió, preguntándose si el señor Brown era el hombre con cuya hija Wallace quería que su hijo se casara.

–Ya veo. –Dijo Wallace al fin antes de desviar su pesada mirada hacia las gemelas. –¿Y estas son? –Tord reprimió el impulso de ocultar a las chicas detrás de su espalda.

–Estas son mis hermanas, Sr. Ridgewell. Ell y Matilda. –Por una vez, Matilda se mantuvo tranquila en su vida, ambas niñas se movieron más cerca de Tord.

–Ya veo. –Dijo Wallace una vez más antes de llamar a una criada. –Prepara habitaciones para nuestros invitados.

–Prepara una habitación contigua a la mía para las niñas. –Ridgewell interrumpió. –Obviamente Tord permanecerá en la mía.

Tord se encogió un poco, la vena en la sien de Wallace podía notarse palpitaba, Tamara vio a su padre con preocupación. El Sr. Brown tenía una mirada de disgusto en su rostro que no se molestó en ocultar.

–Haz como él dijo. –Wallace Ridgewell dijo entre dientes, rompiendo el silencio. –Muéstrales sus habitaciones, la cena es en media hora. Thomas, acompáñame.

Tord se giro para seguir a la mucama cuando una mano lo agarró del brazo y lo detuvo.

–Volvere pronto. –Dijo Ridgewell y le dio un breve beso o al menos lo que se suponía que iba a ser un breve beso, pero Tord encontró que sus labios no querían despedirse. Sintió la sorpresa de Ridgewell antes de que le agarrara por la nuca y le besara de verdad. El beso parecía no terminar, para el momento en que Ridgewell finalmente se retiró, Tord apenas podía respirar, no miró alrededor para evitar la reacción de todo el mundo, aunque lo podía imaginar bien. Agarrando a las niñas, siguió a la criada, su rostro estaba muy caliente y rojo.


































Ya era hora de que actualizara JAJA
Ya merito viene lo hot no se preocupen mis lectores hornys 🎉
Recuerden que cualquier error de ortografía o equivocacion en los nombres pueden decirme sin problemas para editarlos, tampoco soy perfecto JSJS
–F r a n.

Retorcido [TomTord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora