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Cuando Tord despertó, estaba solo, a juzgar por el sol que entraba por la ventana, era alrededor de las ocho de la mañana. Bostezando, se incorporó y se estiró, tratando de ordenar sus pensamientos. Los acontecimientos de la noche anterior parecían bizarros y surrealistas, si su cuerpo no molestara y su culo no le doliera, él habría pensado que fue sólo un sueño pero no fue un sueño.

Había tenido sexo real con Ridgewell, él había tenido la polla de Ridgewell en él. Lamiendo sus labios, Tord salió de la cama, haciendo una mueca cuando el movimiento envió una nueva ola de dolor sordo a través de su culo, caminó hacia el espejo y se miró, estaba cubierto de moretones. Tord se quedó mirando los hematomas en forma de dedos en las caderas y muslos y trató de decidir si estaba volviéndose loco por ello o no… lo estaba, un poco, pero no a causa de todo el asunto gay. Claro, él nunca esperó tener sexo con un hombre, pero el sexo gay en sí mismo no le molestaba demasiado al menos no al punto de entrar en pánico y estar histérico.

Sus padres se habían ido y su mejor amigo era pansexual, por lo que no había nadie para juzgarlo, nadie que le importara, lo que molestó a Tord fue el hecho de que él había tenido relaciones sexuales con Ridgewell, no era parte del trato. Por supuesto, Ridgewell había sido muy mandón y decidido a follarlo, pero Tord podría haberse negado fácilmente, podría fácilmente haberlo detenido pero no lo había hecho y eso lo enloqueció. Por no mencionar la intensidad del sexo que había sido casi aterradora, aterrador bueno.

Mordiéndose el labio, Tord pasó un dedo por la contusión en la cadera, su piel se estremeció. La puerta del baño se abrió de repente y Tord saltó un poco, Ridgewell salió del cuarto de baño, abotonándose la camisa. Él se detuvo al ver a Tord y este tuvo que reprimir el impulso de cubrirse con las manos, obligó a su cuerpo a relajarse, diciéndose a sí mismo que no fuera ridículo. No tenía nada que Ridgewell no hubiera visto anoche, algo cruzó el rostro de Ridgewell antes de que se cerrara, sus facciones volviéndose duras y distantes.

–¿Cuánto quieres?

–¿Qué?

–¿Cuánto quieres por lo de anoche? –Tord inhaló una sombría respiración.

–¿Cuánto quiero? –Repitió. Ridgewell se acercó a la mesa y tomó su teléfono celular.

–Sí, dime tu precio. –Tord miró a su espalda ancha.

–Precio.

–Sí, el precio. –Dijo Ridgewell, un borde de irritación arrastrándose en su voz. –¿Qué es tan difícil de comprender? –Tord sintió su estómago apretándose, recogió sus boxers tirados y se los puso, ignorando las molestias en el culo, el quería una ducha se sentía sucio, pero no quería permanecer desnudo y vulnerable.

–Cinco mil. –Dijo, eso tenía que hacer Ridgewell enojarse, ¿verdad? Una pausa se hizo presente.

–Bien. –Aparentemente no. Tord se habría reído, excepto por el nudo en el estómago, convirtiéndose en un nudo apretado en su garganta y haciéndole sentir vagamente enfermo. Sin decir una palabra, se dirigió al cuarto de baño y cerró la puerta muy despacio recostándose contra ella, Tord cerró los ojos… la puerta estaba fría contra su piel.

Una larga ducha caliente aclaró su cabeza, para el momento en que Tord salió del baño, él sabía qué hacer, pero Ridgewell había desaparecido. Tord estaba a punto de llamarlo cuando notó el celular de Ridgewell sobre el escritorio, suspirando Tord fue a ver a las gemelas, pero aún estaban dormidas, por lo que decidió ir a buscar a Ridgewell. Cuanto más pronto se pusiera a ello, mejor, después de unos quince minutos vagabundeando, Tord finalmente admitió que ya no tenía ni idea de dónde estaba.

Esta ala de la mansión era completamente desconocida para él, y él no pudo encontrar ningún sirviente que le dijera dónde estaba Ridgewell, la mansión estaba casi inquietantemente tranquila. El lugar era lujoso, pero se sentía como un museo, no como la casa de alguien, Tord se preguntó cómo habría sido crecer allí y un escalofrío recorrió su columna vertebral, entrando en otra habitación, Tord se quedó inmóvil al ver a Wallace Ridgewell sentado detrás de un enorme escritorio.

–Lo siento. –Dijo Tord, dando un paso atrás. –No era mi intención -

–Da la casualidad que yo quería hablar con usted, señor Larsson.

–¿Yo? –Tord lo miró con confusión, pero dio un paso de regreso a la habitación y cerró la puerta. Las espesas cejas grises de Wallace se juntaron.

–Ciertamente, tome asiento. –Tord se sentó en la silla frente al viejo y esperó, el silencio se extendió a medida que se miraron. Nuevamente, Tord se sorprendió por lo mucho que Wallace Ridgewell y su hijo se parecían entre ellos. Al parecer, los hombres de esta familia envejecían muy bien, así es como Ridgewell se vería en treinta o cuarenta años… no es que Tord lo vería.

–Sr. Larsson, –Dijo Wallace Ridgewell finalmente, cuando Tord se negó a bajar la mirada. –¿Por cuánto tiempo ha estado en esta relación antinatural con mi hijo? –Tord tuvo que recordarse a sí mismo que Wallace Ridgewell estaba muy enfermo, él no debería estar discutiendo con un moribundo.

–Menos de un mes, señor.

–Eso hace que sea más fácil. –Wallace Ridgewell tomó una pluma y escribió algo en un pedazo de papel antes de deslizarlo por encima del escritorio hacia Tord. –Creo que esta sería una compensación justa por poner fin a su asociación con mi hijo. –Tord miró el papel y luego se lo quedó mirándolo a él.

–Wow… me halaga que me valore tan altamente. –Dijo y se levantó. –Gracias,pero no gracias.

–Eres un tonto, muchacho. –Dijo el anciano con una mirada despectiva. –Él va a tirarte lejos unas cuantas semanas a lo sumo, siempre lo hace.

–¿Cómo sabe eso? No lo había visto en quince años. –Wallace se burló.

–Puede que no viva aquí más pero eso no cambia nada, lo sé todo sobre él, cada juguete que tuvo y tiró. Por supuesto, hubo unos pocos persistentes, pero todo el mundo tiene un precio. –Tord se sentía mal del estómago.

–Usted está enfermo. –Susurró. –¿Él sabe que usted pagó para que sus amantes lo dejaran? –Wallace levantó una ceja.

–Por supuesto que sí, es mi hijo. Él no es tonto excepto por su insistencia tonta en que es homosexual. –Sacudiendo la cabeza, Tord se puso de pie y se dirigió a la puerta, no había ninguna forma de razonar con este hombre. Cuando abrió la puerta, la voz de Wallace lo detuvo.

–Nombre su precio, señor Larsson… todo tiene un precio.

–Hay cosas que no lo tiene. –Tord salió. Todo el mundo tiene un precio, así que esto era lo que Wallace Ridgewell había enseñado a su hijo. Tord no estaba seguro de quien se compadecía más en este momento: de Ridgewell, su padre o de él mismo.



































Que coraje me da el papá de Thomas, que ya se muera el viejo ese.
Pero también que coraje me dió Thomas por andar dándole dinero a Tord, amigo date cuentaaaa 🗣️🗣️🗣️
Cualquier error de ortografía o nombres pueden decirme sin ningún problema para corregirlo.
–F r a n

Retorcido [TomTord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora