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Finalmente encontró a Ridgewell en la terraza media hora más tarde.

–Me voy a casa. –Dijo Tord, la espalda de Ridgewell se puso rígida dando la vuelta, con un cigarrillo en la mano, extraño. Hasta ayer, Tord había pensado que no fumaba en absoluto. Ridgewell dio una larga calada, estudiándolo con una expresión indescifrable.

–¿Por qué? Se supone que nos vamos mañana.

–Hablé con tu padre. –Por un momento, Ridgewell se quedó inmóvil antes de que una sonrisa sardónica apareciera en su rostro.

–¿Cuánto te ofreció?

–Mucho, solo un idiota se negaría. –Ridgewell se alejó.

–Felicidades, el dinero más fácil que nunca has hecho. –Tord miró a su espalda recta.

–Bueno, nosotros ya hemos establecido que soy tonto, ¿no es así? –Una pausa, Ridgewell soltó una carcajada.

–Deberías haber tomado el dinero, Larsson.

–Él no me agrada. –Ridgewell se dio la vuelta de nuevo y apagó el cigarrillo con su zapato.

–A nadie le agrada, no es una razón suficiente para no aceptar el dinero. Nosotros sabemos que no habría hecho ninguna diferencia.

–Lo sabemos, pero él no lo hace. –Tord ladeó la cabeza.

–¿Estás realmente bien conmigo aceptando su dinero? Él piensa que soy tu novio. –Los labios de Ridgewell se retorcieron.

–Mi padre ha estado pagando a mis novios para que me dejen desde que tenía quince años, tú no habrías sido el primero. El anciano es lo suficientemente terco como para pensar me casaré con una bonita niña si él pone fin a todas las relaciones que trato de tener, aunque estoy un poco sorprendido esta vez. Por lo general, se molesta sólo si el chico dura más de un mes lo que no ocurre muy a menudo. –Tord se le quedó mirando.

–No puedes querer decir que todos ellos aceptaron su dinero.

–No, no todos ellos pero la mayoría. –Había una máscara blanda de indiferencia en el rostro de Ridgewell, y Tord tuvo que cerrar las manos en puños y mirar hacia otro lado, tratando de evitar la tentación de tocarlo. –Dijiste que te recordaba a mí. –Dijo Ridgewell. –Pero él lo lleva a un nivel completamente nuevo, el no sabe cuándo parar.

–Sí. –Tord murmuró. –Es un imbécil de mente estrecha, ególatra prepotente y que te ha jodido pero no te exime cuando actúas como un idiota y si sigues siendo tan insensible y te mantienes tratando a las personas como peones, te convertirás en él. ¿Quieres eso?

–Yo no te he traído para que me puedas psicoanalizar.

–No, no me has traído para eso. –Dijo Tord, su voz tranquila. –Pero he terminado. –La mirada de Ridgewell era afilada.

–¿Qué?

–Estoy un poco harto de ser tratado como una puta barata por tu familia.

–Yo no te llamaría barato. –Ridgewell dijo, con la voz cortada, Tord se rió en voz baja.

–Bueno, tal vez me lo merezco. Necesitaba dinero y no fui lo suficientemente orgulloso para decir que no, pero estoy un poco harto de eso ahora. Eso es todo, Profesor. –Se dio la vuelta para irse, pero Ridgewell cruzó la distancia entre ellos en unos pocos pasos y agarró su brazo.

–No puedes irte, tenemos un trato. –Tord lo miró, haciendo caso omiso del agarre doloroso de Ridgewell en su brazo.

–Teníamos un trato, lo estoy terminando ahora, creo que más que me gané el dinero que me pagaste por este viaje. Puedes quedarte con el dinero del sexo de la noche pasada, corre a cuenta de la casa. –Intentó tirar su mano libre, pero el agarre de Ridgewell sólo se tensó.

Retorcido [TomTord]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora