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“Hoy siento en el corazón un  vago temblor  de estrellas”.
- Federico García Lorca

Llega el Omega con un vaso de limonada y un pañuelo pequeño, deja el agua sobre la mesa ratona de la sala e intenta poner el pañuelo sobre el rostro de Messi, siendo imposible pues este se mueve demasiado. Ochoa se resbala y termina encima del argentino, las respiraciones de ellos chocan entre sí, las mejillas de Lionel están más rojos que al principio.

—Lionel yo...—carraspea. —Disculpame—

Se levante y nuevamente con esa expresión seria le entrega el vaso de limonada.

—Toma algo de limonada, te hará bien y a lo mejor te bajará la calor—se sienta alado del argentino y mira su teléfono por un momento.

—Gracias—bebe de su limonada.

Un silencio rotundo invade el lugar, solo las teclas del teléfono de Ochoa se pueden escuchar. Messi suelta un suspiro y esconde sus manitas sudadas.

—Guillermo—nombra al Omega, este alza la mirada y hace un sonido de que lo está escuchando. —¿Puedo hacerte una pregunta?—

—Claro, dime—acomoda sus rizos.

Las mejillas de Lionel aún siguen algo rojas.

—¿Porque vos tenés personalidad de, emmm...—hace una pausa.

—¿Alfa?—está vez cuestiona el rizado, a lo que el alfa asiente.

—Pues conviví toda mi adolescencia con ellos—responde  simple.

—¿Enserio?—el rizado asiente.

—Así es—el silencio vuelve a apoderarse del lugar, hasta que nuevamente el argentino habla.

—Guillermo, ¿Crees que vos y yo podamos ser amigos?—algo sorprendido el rizado mira determinadamente a Messi.

—¿Estás hablando enserio?—le pregunta sin creer lo que acababa de escuchar recientemente.

—Pues si, vos sos mi niñero así que, no pasaría nada en que nosotros tengamos una amistad—juega con sus manos.

Memo lo mira de reojo, para después volver a preguntarle. —Tú, ¿No me odias?—

—El odio es una palabra fuerte, así que no. Creo que después de que vos estuviste conmigo en todo el mundial y estos días...—hace una pequeña pausa. —Me acostumbré a tu compañía, Guillermo—

Memo mira hacia el ventanal de la sala y sonríe. —De acuerdo, Lionel. Seamos amigos—vuelve a mirar al alfa y este de un impulso involuntario, abraza al Omega.

Se aleja y pide disculpas, apenado. El mexicano acaricia el cabello del argentino y se levanta.

—Lionel, voy a salir por unas cosas para la comida de mañana a un supermercado cercano, así que quédate en casa y no vayas a salir. ¿Okay?—

Messi asiente. Memo sale de su casa y se dirige al supermercado para poder comprar todo lo necesario. Mientras tanto el alfa mira el televisor, con felicidad. El timbre del hogar de Guillermo se hace sonar, Messi algo temeroso se acerca a la puerta y la abre con duda. Un hombre elegante de cabello rojizo, ojos marrones oscuros y algo de barba se encuentra al otro lado de la puerta, este le sonríe.

—Hola, buenas noches—saluda Messi.

—Hola, buenas noches. ¿Se encuentra, Guillermo Ochoa?—pregunta aquel hombre.

—Uhmm, no está, él salió—responde.

—Voy a esperarlo, ¿Puedo pasar?—pregunta el pelirrojo con una sonrisa.

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