Mi obsesión son los secretos.
Nacemos, crecemos y encubrimos las cosas o mentimos.
Mantenemos secretos, a veces de nosotros mismos y, muchas otras, también de los demás.
Somos lo que decimos, pero también lo que ocultamos.
No puedo evitar pensar, por ejemplo: que con solo de sentarme en la vereda puedo distinguir lo que disimulan los trajes.
Aquella señora presumida, esconde inseguridad.
Aquel niño con la cabeza en el regazo de su madre, esconde el terror que siente hacia el «Coco».
Aquel pibe con la mano en el bolsillo que camina rengueando, espero que no esconda una golpiza.
Aquel...
Tú escondes,
Él esconde,
Nosotros escondemos,
Vosotros escondéis,
Ellos esconden,
Vos escondés.
Y luego...,
luego estoy yo...
que vivo con mi secreto.
Nadie tiene por qué saberlo.
***
Marcial está trabajando en la modificación de los bolsillos de una campera de jean. Le está cosiendo unos parches con símbolos de bandas de rock de las que nunca he oído hablar. Todos son muy coloridos y llevan rosas, espadas y arabescos.
Me dirijo al congelador y tomo un helado vegano que ha preparado Anabella, su nuera. Está hecho con bebida vegetal de soja y de frutillas. A simple vista, parece delicioso, pero después de probarlo confirmo que es espantoso. No creo que sea porque está hecho sin lácteos, sino más bien porque esta chica es la peor cocinera que he conocido jamás. Una cosa es comer sano y sin crueldad animal, y otra muy distinta es esto que parece la venganza de las vacas. Tenía razón cuando me dijo que estaban para morirse, sin embargo, se le olvidó decir que era en sentido literal. Lo peor de todo es que no podemos decirle nada, dado que argumentará que la estamos discriminando por ser vegana. Sí, es cierto que la discriminamos, pero por ser una asesina culinaria. En algún momento se dará cuenta, mientras tanto seguiremos disimulando, o, mejor dicho, fingiendo.
—¿Qué se te dio por ponerte a coser? —le pregunto mientras me arrodillo para quedar a su altura, puesto que está sentado en la mesa.
—Estoy reciclando. —Gira el brazo y me toma de la muñeca para llevar mi mano hacia la tela—. Reciclo algo en desuso porque soy fan de crear belleza de la basura. Todos podemos tener una nueva vida; una utilidad diferente, o la misma, pero mejor. —Un nuevo comienzo. —Este concepto me es tan familiar... Hago un esfuerzo inhumano por no reírme al verlo acomodar todos esos cachivaches sobre la campera.
—Tomar algo roto y descosido, para transformarlo en algo valioso que le dé sentido a la vida — explica, tras tomar una tira de arpillera y mostrarme la belleza donde no la había.
—¿Pensé que ibas a dormir la siesta? —cambio de tema, realmente, hoy no quiero hablar sobre rotos ni descosidos.
—Termino de emprolijar y voy, últimamente, estoy más cansado —concede con tristeza.
Agradezco el fin de la conversación. Me gusta que lo no dicho permanezca escondido, enterrado en la impureza, a donde pertenece. Sigo rearmando las partes y ni aún quebrada dejo de ser yo.
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Cuando hable el viento
General FictionOriana es una joven de treinta y cuatro años que tiene una vida considerablemente tranquila; pero no siempre fue así. Ella guarda un secreto, uno del cual no está dispuesta a compartir, decir la verdad no le parece una opción. Se niega aun cuando...