Capítulo 25 - Una utopía

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¿Cuál es el secreto?

Lo sabe el sol, lo oculta el mar.

¿Cuál es el secreto?

Lo sabe la esperanza, lo enmascara la cobardía.

¿Cuál es el secreto?

Lo sabe uno, lo disimula el infinito.

¿Cuál es el secreto?

Lo sabe el odio, lo esconde el amor.

¿Cuál es el secreto?

Lo sabe el verdugo, lo oculta mi memoria.

Lo sabe él,

lo encubro yo.

Lo sabe él,

lo sé yo.

Nombre que grita el viento

y que pone de rodillas al tiempo.

***

De vuelta en casa, veo que el coche de Matías está parado en la entrada y el muy desgraciado arranca cuando nos ve. Afortunadamente, Malena no es testigo de la huida.

Al entrar en el departamento, me encuentro con Ale lavando platos en la cocina. En cuanto me arrimo a la puerta escucho que cierra la canilla y se gira hacia mí.

—¿Cómo les fue? —pregunta.

Me quito la campera y hago lo mismo con el abrigo de Malena.

—Muy bien, paseamos un poco y visitamos a Marcial. —La niña me codea mostrándome su pulsera—. Ah, y también compramos mostacillas y canutillos para hacer collares y pulseras —agrego para complacerla.

Male le muestra a su madre todo su botín.

—Estoy cansada, ¿me puedo ir a acostar? —pregunta mi ahijada con voz cansada.

—Andá tranquila. —Ale besa la mejilla de su hija y le acaricia la espalda.

Acto seguido, la vemos irse y cerrar suavemente la puerta de su habitación.

—Y a vos..., ¿cómo te fue? —la interrogo.

—Todo lo bien que se esperaba, tratándose de él... Ya sé, ni me digas, siempre me lo advertís.

—Sos como una farmacia abandonada. —Me mira sin comprender—. No tenés remedio. —Sonrío y ella replica el gesto refunfuñando.

—¿Cómo puedo dejar de ser una persona insegura?

—Dejá de compararte con otros ... Aprendé de tus errores... —sugiero.

—Dejame tranquila, mejor. Tengo que seguir autocompadeciéndome de ser mujer.

—¿Cómo es eso? —la cuestiono.

—Bueno... Ser mujer es igual a ser insegura por naturaleza —afirma.

Sonrío y luego desvío la mirada, poniendo atención a la pequeña radio que emite música desde encima de la heladera.

—Es más importante lo que opinen los demás. Así estamos seteadas de fábrica, Ale.

—Me hacés reír. Siento que estamos agonizando... Eso, el amor agoniza, Ori —dice e inspira profundo, alejándose unos centímetros de —. Vivimos en una sociedad en donde todos somos fanáticos de lo mismo. —expresa mientras me sostiene la mirada.

—Es cierto, escuchamos la misma música y comemos lo mismo, siempre corriendo tras lo popular. Aquello que nos quieren vender y ante lo que nos rendimos como zombis.

—Sí, pero también nos venden que el trabajo enfermizo nos da el rédito que necesitamos —sentencia.

—Claro, porque si usás el tiempo en tu beneficio sos un vago que no aporta. Es increíble... Nos convertimos en pistones que suben y bajan las cabezas, cumpliendo las reglas de una sociedad que tiene todo lo material y, sin embargo, por dentro estamos desahuciados. —«Al menos yo lo estoy», pienso —.¿Qué amor podemos pretender, si no le brindamos dedicación, si no tenemos tiempo para procesarlo?

—Arjona diría: se nos muere el amor» —bromea Ale.

—El amor expira ante el primer síntoma del ego —concluyo—. Lo que se muere no es el amor, sino nuestra manera de percibirlo. —ratifico triunfante.

—Ahí te doy la razón. —Asiente—. La percepción es el arma más grande que posee una persona para la destrucción.

—Y si..., ¿el problema es la monogamia? —pregunto y la miro.

Ale se queda totalmente en blanco.

—No entiendo —dice al cabo de un momento.

Sí que lo hace..., pero no se lo digo.

—Nos venden que la posesión de las personas es lo normal y que el amor libre es promiscuo. El amor libre es el amor sano. Estar porque te elijo y cuando no lo hago, puedo marcharme... sin culpas, sin presiones. —suspiro sonoramente, quedándome sin aire.

—Es largo y necesitamos volver a calentar el agua para esta conversación —se excusa mi amiga y, sin voltear a verme, se dirige a la bacha para llenar la pava eléctrica.

—Totalmente — concuerdo—. Y una docena de facturas para digerir mejor estos conceptos.

—Nunca entiendo cómo nos vamos por las ramas con cada conversación.

—De salir con tu ex machoman, al poliamor.

Aquí estamos, buscando la lógica en lo inverosímil... Toda una metáfora del amor y del dolor que forman un débil y absurdo cuestionamiento. Una utopía sin dudas ¡Haters no intenten comprendernos!

Cuando hable el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora