Capítulo 12 La autoestima

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Sos la imagen de la destrucción.

Sos una mentira de sabor insípido en las aguas del desierto.

Te miro de cerca y de lejos; ya no creo en vos.

No estás en mi futuro, no irradiás, aunque enciendas una hoguera.

No me tenés, ni aunque me ates al destino y no te veo ni mirándote.

Eclipse, secreto de un rato y mentira de una noche.

El azul que se esconde, la caricia de un mutilado y un fuego de humo blanco.

Solo yo puedo matarte, escribiendo mi vida, lejos de tu futuro.

No te siento, aunque me toques... Ya no me encandilás, ya no te veo...

Suelto mis rulos al viento y tiro la piedra más lejos.

Sos el secreto de las que callan a voz de grito,

una mentira insípida en las aguas del desierto.

Y yo, querido..., me voy a comer toneladas de olvido.

***

Siempre he sido una buena mentirosa. La enfermera de la clínica me lanza una mirada complaciente cuando digo que soy pariente de Marcial Benítez. Me dice que el viejo está en el consultorio siendo atendido por el neurólogo y que lo acompaña su nuera, sin embargo, me informa que, si quiero, puedo esperar en la recepción. Es un espacio de un estilo tradicional clásico, con sillas altas y sofás. Un sitio limpio y elegante que me da una sensación de tranquilidad y de seguridad. Es muy distinto a otros sanatorios que conozco, donde prima el desorden y la dejadez. En una esquina, hay una pequeña biblioteca con libros y revistas, mientras que varios televisores me ofrecen entretenimiento durante mi espera.

Me acerco a la máquina expendedora de la cafetería y mi barriga gruñe, recordándome que no he almorzado. Compro una bolsa de nachos y una gaseosa light y me siento en una incómoda silla de respaldo bajo.

Las alfombras, las cortinas y los cuadros decoran el ambiente y le dan un toque más armónico. Sigo curioseando, como una manera de acelerar el tiempo. Me rio, al avistar los diplomas de los médicos que se lucen como medallitas milagrosas en las paredes.

Mi mente no ha dejado de correr, como en una maratón, desde que descubrí las tarjetas de Marcial.

Ahora, observo a los diferentes pacientes que aguardan en el vestíbulo mientras deseo no haber sido tan chusma y meterme en aquel asunto tan personal. Siempre supe de su enfermedad, pero el avance de esta es más que evidente y, a pesar de ser consciente, no sé si pueda tolerarlo. No soy una enfermera, apenas solo soy un fraude de acompañante para mayores. Él sabe que estamos preocupados. No poder compartir su dolor con los demás es un sentimiento solitario y angustiante.

Examino la sala y me percato de que hay una gran variedad de personas. Los pacientes son más bien mayores y solo hay dos mujeres de mediana edad.

Hace cinco minutos que estoy esperando y mi mente viaja buscando leer los pensamientos de los demás. Me gustaría tener el poder de Noel, el protagonista del libro que estoy leyendo. Él puede meterse en la mente de las personas, vive sus vidas con ellos y, cuando se cansa, vuelve a su cuerpo. Aún no he leído el final, pero la historia promete.

¡Lo que daría por viajar a Francia en la mente de una bonita modelo o por qué no en la de una estrella de rock! Ojalá su autora escriba una segunda parte, yo la leería sin dudas. Es una historia muy compleja y me hace preguntarme y cuestionarme acerca de las decisiones que tomamos los individuos y cómo estas impactan en los sentimientos.

Cuando hable el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora