¿A quién puedo pedirle discreción si nadie sabe mi secreto?
Estoy en dos lugares a la vez,
te juro que ahí no pienso volver.
Allí donde apenas sopla el viento,
se oculta la verdad de mis secretos.
Un sitio extraño y solitario,
donde mis recuerdos guardo.
Lo único capaz de apagar la vela
es el soplo de mi voz.
La verdad de mis palabras
entre mis sombras alumbra.
Soy un he sido, que aún no es
más que un día, un día lo será.
***
Cuando quise darme cuenta, quedaban apenas cinco páginas para terminar de leer la revista. Una de las notas me resultó sumamente atrapante por el debate que presentaba y mientras repasaba los renglones no iba más que intentando ordenar los pensamientos. No podía quedarme con la incertidumbre y necesitaba analizarla con la ayuda de una mente más hábil que la mía. Así que no tuve más alternativa que recurrir a alguien idóneo.
—¿Qué preferís, Marcial? ¿La pastilla azul o la pastilla roja?
—¡Eh! ¿Qué carajo es eso? Hablame en castellano.
—No seas agresivo, hombre. —Me río y disfruto de haber obtenido toda su atención.
—¿Y puedo saber qué clase de pregunta es esa?
—Primero: ¿viste Matrix, la película?
—¿Lo preguntás en serio? —Me mira perplejo y yo me río una vez más.
—¡Claro! Considero que una persona que tiene televisión por cable e internet, a esta altura, ya debería haber visto semejante película. ¿Qué estoy diciendo? Es una obra de arte.
—No la vi, sabionda. ¿Me explicás, entonces? —me pide, esperanzado.
—A ver... el término «píldora roja» y «píldora azul» se basa en la elección que tenés de elegir entre una u otra. La píldora roja te daría el poder de comprender y asimilar una verdad que será alarmante. Al ingerirla, cambiaría tu vida para siempre. En cambio, si tomás la píldora azul te quedás en la más absoluta ignorancia sin saber nunca esa verdad.
—¿Qué querés decir? —Su voz es profunda a causa de la intriga.
—Para ponerte en contexto, te cuento una escena icónica con dos de sus protagonistas: Morfeo le ofrece a Neo la posibilidad de elegir entre las dos cápsulas y le dice: «Recuerda, tan solo te estoy ofreciendo la verdad», y ahí, inmediatamente Neo se hecha a la garganta la roja.
Marcial está patidifuso sin entender un carajo de lo que estoy hablando, y, claro, esta historia no es para cualquiera.
—Ahora tengo unas ganas tremendas de verla. ¿Vos qué elegirías?
—Yo no quiero saber la verdad —miento.
—¿No querés?, ¿por qué?
—Por dos razones. Primero, la verdad es una percepción, no es absoluta.
—Muy cierto. ¿Y la segunda? — inquiere Marcial con una mueca chistosa.
—Yo prefiero vivir en una mentira que no daña la mente, antes que vivir sufriendo en una realidad que me tortura.
—¡Ay, nena! ¿Por qué decís eso? ¿De qué te sirve vivir así, en un mundo de fantasía? Te vas a hundir como una piedra hasta el fondo del océano. No estás viviendo, estás sobreviviendo.
—¿No es eso lo que todos hacemos?
«Si ese fuera el caso, no sería tan débil», pienso.
—La verdad duele y ese dolor da cuenta de que estamos vivos, chiquita.
—¿Estamos vivos? No sé, la verdad es que en las noches, cuando el corazón me late desbocado, pienso si realmente está pasando o si solo soy una pieza de otro universo mayor y alguien me está dando cuerda para que giren los engranajes —digo al tiempo que giro como un títere. —Y a este pensamiento egoísta y sobre todo arrogante lo llamo: mi humilde opinión
—¡Pará un poco, che! Todo es demasiado rebuscado en esta conversación. Estás viva Ori, hacete cargo y viví. Dejá de poner excusas y sacá eso que te rasga la piel. Vamos, soy todo oídos.
—Tenés razón, en parte. A veces, pienso que todo sería más fácil... No lo sé yo me tomaría mi pastilla azul. Dame una mente prefabricada y dejame pasear por la Torre Eiffel.
—Evitar la vida, a largo plazo, te convierte en un verdugo. Te gobierna el miedo y te hace más vulnerable que la soledad. ¿No lo ves?
—Es miedo, es incertidumbre, pero prefiero aferrarme a ese miedo que me da seguridad.
—Basta de decir pavadas, ¿acaso vas a poder comerte un alfajor con la imaginación? La vida es un viaje arriesgado y lo prefiero, antes que vivir en un libro de cuentos — protesta el viejo, ofuscado.
—¿Por qué no nací gato? Maldita conciencia —gruño—.Tenés toda la razón y, ¿sabés qué?, elegiría la pastilla roja. La mierda no va a poder dos veces conmigo. Vamos. —Lo levanto en andas—. Es hora de tu medicina para la estupidez sin fronteras.
—Una última pregunta. ¿Cuándo me vas a empezar a cambiar los pañales?
—¿Qué decís, viejo loco?
—Me tenés hace dos horas con esta charla existencial, todavía no sé cómo no me quedé dormido y pensé que, si tuviera pañales, podríamos hablar más distendidos por no tener que aguantarme como hice hasta ahora. —Sale corriendo para el baño y me rio a carcajadas.
—Veo que todavía retenés muy bien la orina, sin embargo , no tendría ningún problema en hacerlo —le grito fuerte para atravesar la distancia—. Sé que trabajo para tus hijos, pero sos mi amigo y yo siempre ayudo a mis amigos —concedo orgullosa.
No le digo que nunca he cambiado un pañal, ni siquiera a un niño. Es mi trabajo y, además, no puede ser tan difícil.
«Un baño de bidet y será un anciano limpio».
Todos tenemos miedo y angustia de saber qué viene después. Somos mentes infinitas con capacidad de pensarlo todo en cuerpos finitos. Nos vamos a morir y no sabemos cuándo, no puede haber nada más angustiante que eso.
Un mundo que es una fábrica de sufrimiento donde básicamente solo se práctica el adoctrinamiento. Una industria de subordinación y quien esté libre del mandato preestablecido... que corra por su vida.
Mentira es la mía.
Mentira es la de ellos.
Mentira que estoy viva.
Mentira en el silencio.
Guardando, ahogados,
los sonidos del secreto.
Verdad es la mía.
Verdad es la de ellos.
Verdad que estoy muerta.
Verdad en el silencio.
En los ojos que no ven
detrás de ese secreto.
PD: ¿Aman a Marcial tanto como yo?
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Cuando hable el viento
General FictionOriana es una joven de treinta y cuatro años que tiene una vida considerablemente tranquila; pero no siempre fue así. Ella guarda un secreto, uno del cual no está dispuesta a compartir, decir la verdad no le parece una opción. Se niega aun cuando...