Capítulo 27 - Es una jodida utopía

77 3 2
                                    

TW : Abuso sexual - Ansiedad


La mejor defensa que tenemos contra los farsantes, la más confiable, es que nos transformemos en pensadores racionales y críticos. Somos seres que tienden a socializar y, por supuesto, entendemos más de lo que nos dicen y, otras veces, ni siquiera cuestionamos la falta de una verdad.

Justamente, la diferencia entre la mentira y la verdad es que esta última cuenta con testimonios y demostraciones «imparciales» que la apoyan y validan.

Algunas afirmaciones podrían ser verdad, pero la confesión evidente es: la verdad.

Cuando están todas las pruebas sobre la mesa ¿por qué evitarlo?

***

Una cosa llevó a la otra y terminé concretando una salida con Nicolás.

No sé en qué momento me poseyó la valentía para llamarlo y no me sorprendió para nada cuando aceptó.

Hay algo en él que me da seguridad, esa que pensé había perdido para siempre.

Siendo sincera, creo que mi cambio viene desde mi centro.

Toda procesión empieza por uno mismo, aunque, a veces, yo tenga que buscar un causante para los hechos. ¡No es él quién me provee la paz! Soy yo misma.

Mis pensamientos se ordenan y, cuando levanto la vista, ahí está, entre nosotros, el punto que nos une, su sexo tragado por el mío.

Cuánta intimidad se palpa en los sonidos y no puedo evitar estar borracha con su sabor y los olores.

Me muevo más arriba buscando emparejar la embestida.

Él entrando y yo saliendo, entrando y saliendo. Su pene llenándome, clamando el hueco que atraviesa mi vida.

Lo estoy usando como un salvavidas, ¡¿qué más puedo hacer?!

Estoy montada en una montaña rusa y aún no quiero llegar a la cima.

Abro mi cuerpo entero hacia él, permitiéndole hacerme lo que quiera. Lo dejo morderme y lo insto a besarme y cubrir cada punto de mi cuerpo.

Yo no creo en Dios, pero en este momento rezo, rezo porque esta sensación no se termine nunca. Rezo para que borren, una a una, todas mis heridas. Cada una de sus respiraciones nos acerca más, hasta que cambiamos de posición mientras me coloca a horcajadas sobre sus rodillas. Sé cómo se siente encima de mí y... está encima de mí... encima de mí... encima... de mí...

Todas esas imágenes me vienen mientras me desconecto.

No soy la misma.

La gente simplemente piensa que maduré.

¡Ilusos!

No he podido pasar página. Han pasado dos años, pero aún sigo ahí, desnuda y destrozada.

Todavía me siento avergonzada por algo que de lo que no tengo la culpa, algo que no pedí; algo que nadie merece.

La persona que decía amarme abusándome una y otra vez, básicamente con mi consentimiento implícito.

Pero dije que no... no y no.

No quiero quedarme estancada en el pasado.

Pedí tantas veces que esto le pasara a otra persona y no a mí. Eso me hace igual de bestia que esos sorbetes que subyugan a sus parejas. Nadie merece esto y, quien lo haga, solo merece la muerte.

Lo peor es que no fue la primera vez:

Cuando tenía dieciséis años, un compañero del colegio abusó de mí. No quería, fue sin consentimiento y yo pidiéndole por favor que no lo hiciera.

Cuando hable el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora