Ni con una batería en el trasero iguala a Vibronio.

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Un detalle que nunca le menciono a nadie es mi miedo irracional a las ruedas de prensa y a los foros de libros en los que me toca hablar. Se lo achaco al hecho de que en todas esas oportunidades la gente me ve la cara y no las caderas mientras bailo.

Por eso estoy aquí, encerrada en el cuarto de baño de una de las zonas que se designaron para este menester. Con este cigarro que me fumo ahora van tres en menos de una hora. La nicotina es lo único que me relaja y es legal. A juzgar por lo que pasó anoche no creo que Pablo vaya a dejarme fumar un porro en paz y tranquilidad.

Esta mañana, cuando me desperté los recuerdos de mi cabeza estaban tan frescos que a una persona normal la habría asustado. Una especie de rubor carmesí inundó mi cuerpo al ver que Pablo me dio una ducha en la madrugada y me puso sobre la cama con una de mis pijamas limpias. También rememoré aquella situación en su auto, la manera en la que le dije que sí me gustaba lo que hacía con sus dedos y ese instante exacto en el que mi moral saltó por la ventanilla del auto.

No voy a reprocharle por la increíble masturbación que me hizo. Sé que no estaba en el mejor de mis estados, pero sí me hallaba lo bastante consciente para saber qué, si me tocaba en su vehículo, él querría formar parte de la sensación. Por lo que sí lo haré responder en cuánto lo tenga delante es acerca de la nota que hallé junto al desayuno que una amable joven me llevó a mi habitación.

Boté los vibradores que compraste, no necesitas juegues. ¿Quién necesita un vibrador teniéndome a mí a tu entera disposición?

Lo cierto es que sí que se deshizo de los juguetes sexuales que compré. Ya hice una factura sobre lo que me va a tener que devolver por deshacerse de algo con lo que sí tendría buenas vibras. ¡Ya le tenía hasta un hombre! Pablo, ni con una batería en el trasero puede igualar a Vibronio.

Doy una nueva calada a mi cigarro mientras veo mi reloj de muñeca. Faltan solo treinta minutos para la reunión y estoy atacada desde tan pronto. Ser el centro de atención sin música de por medio y bastante calimocho, no es lo mío. Prefiero que conozcan mis libros y que algunas lectoras me pidan autógrafo, pero hasta ahí, sin tener que pasar por estas ferias asquerosas donde todos se creen intelectuales. No todo el que escribe un libro es bohemio y la gente debería entenderlo de una vez.

Siento la puerta del baño abrirse y no veo a quien entre, en lugar de ello me enfoco en el espejo. Este vestido fue una acertada decisión. La mujer del desayuno lo dejó en mi habitación temprano. Suelo usarlo en las galas. Es de color dorado con un escote en forma de V que recoge mis senos. Sus tirantes son delicados, aunque jamás he tenido que llevarlo a arreglar antes. Los costados se encuentran abiertos dejando ver mi cintura, muslos es hasta donde llega la tela. Solo lo juntan pequeños hilos dorados que van por mi silueta. Combina de maravilla con el tono de mi piel.

Vaya, para la nota que tenías ayer, pensé encontrarte sufriendo una resaca terrible comenta la última voz que tenía ganas de escuchar en esta vida.

Vuelvo mi cara a la puerta y tengo que contenerme para no soltar un jadeo al ver a Pablo vestido con un traje blanco que se nota que es costoso. Le hace un tipín de galán que a más de una nos haría bajar las bragas. El cabello lo peinó hacia atrás con gomina y se quitó un poco de vello de la barba. ¡Madre mía! ¡Está orgásmico!

Soy inmune a la resaca respondo. ¿Ya tenemos que salir?

No, pero Freddy me contó sobre tu irracional miedo a hablar en público. Él cierra la puerta del baño y avanza hasta que queda sentado en la cornisa del lavamanos de meseta.

Tu primo no sabe cerrar la boca, ¿verdad?

No lo juzgues. Yo soy el que consigue que hable. Libera una diminuta carcajada. ¿Recuerdas algo de lo que pasó ayer?

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