#38:
Abro los ojos sintiendo otra vez esos fuertes deseos de orinar. Yo solo espero que esto se me pase en algún momento del embarazo o voy a pensar en comprarme pañales de adultos. No puedo estar yendo al baño cada cinco minutos y esta noche me desperté ya dos veces. La enfermera me dijo que me estaban dando calmantes porque estaba muy alterada cuando llegué. No era para menos y agradezco que me los pongan porque me sentía demasiado exaltada. Samuel me dijo que vendría por la mañana y se lo agradezco porque quiero estar en un rato sola. Las chicas sí que estarían afuera para cualquier cosa que necesitara, sin embargo, las otras oportunidades fui a hacer pis sin necesidad de ellas.
Me cuesta un poco moverme con el suero, pero me las apaño lo mejor que puedo. La otra opción sería pulsar un botón y llamar a la enfermera, no quiero molestarla porque puede que ella tenga que atender casos más importantes que una embarazada caprichosa. Pongo los pies en el suelo de la habitación con cuidado. No tengo ni zapatillas para andar así que siento directamente el frío. Tomo el suero de su sitio y, apoyándome en la pared me desplazo hasta el pequeño bañito de la habitación.
Debo decir que me siento tranquila por el medicamento y que eso me ayuda a dormir, aunque pensé en quedarme despierta llorando. Quisiera que mi mamá estuviera conmigo aquí, que me prometiera que estaba a salvo y la realidad es que intenté llamarla dos veces, pero siempre me saltaba al buzón de voz. Debe seguir enojada conmigo por lo de Olga. Samu me hizo ver que tenía a muchas personas que me querían a mi alrededor y que no tenía que ocuparme de nada. Agradezco al cielo que ellos estén conmigo. Ellos nunca han dado a luz y sé que para eso falta, pero me gustaría que alguien me iluminara del proceso.
Tiro de la cadenilla del baño. El orine es casi agua, me imagino que ya mis riñones estén al pedir la baja por cansancio. Ni siquiera yo sé por qué orino tan seguido y tanto. La enfermera me explicó que eran las hormonas y aseguró que en algún momento vendrían otros síntomas. Espero que ninguno sea vomitar porque lo odio. Tengo casi dos meses de embarazo y hasta el tercero es probable que en cualquier momento tenga una náusea ocasional. Me pongo en pie y avanzo con cuidado hasta la puerta.
Por la tarde, mi amigo me trajo de su casa una sopa de pollo con malangas, papás y juro al cielo que tenía vegetales, aunque no me lo dijo. Luego me hizo comer un huevo hervido y tomar un jugo. Todo estaba delicioso, pero fueron demasiados alimentos. La enfermera dijo que tenía que comer así si deseaba salir del riesgo. Mi hijo está vivo de puro milagro porque lo que sucedió esta tarde fue tan intenso como una patada en el estómago.
Arrastro mi cuerpo por la habitación no sin antes apagar la luz del baño y llego pronto a la cama. Pongo el suero donde mismo lo encontré y me introduzco debajo de la manta. Quizás sea por los medicamentos que me dieron, pero tengo un estado de tranquilidad por dentro que no me extrañaría volverme a quedar dormida en breve. Lo único que me despierta a media madrugada son mis ganas de ir al baño. Antes ni siquiera pensé en ir a hacer del uno a estas horas y ahora parece que se volverá una rutina. Esto del embarazo ya comenzó a molestarme. No pienso dar marcha atrás con mi idea de dar al bebé en adopción, pero no puedo negar lo innegable.
Me acomodo en la cama sintiéndome un poco cansada por el pequeño recorrido que di. La verdad es que el sedante fue un palazo en la cabeza. Si los médicos me lo suministraron no le hará daño al bebé. Me preocupa que algo lo pueda lastimar, ya casi murió por mi culpa sin tener responsabilidad en lo irresponsable que fui.
—¿No tienes un botón junto a la cama para que la enfermera te ayude a ir al baño?
Me pego un sobresalto sobre la cama al sentir a la última voz que quería escuchar hoy y siempre. Los medicamentos han hecho un trabajo increíble en evitarme visualizarlo y analizar lo que me hizo. Pablo Echeverría es una persona que no conoce el peligro y tenerlo parado delante de mi cama es algo que lo demuestra.
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Concupiscencia
ChickLitSi me vas a provocar, que sea con la perversa intención de complacerme. Olivia Castro, sabe que odia el sexo más que a nada en el mundo; le da tanto asco que con solo pensarlo su estómago se revuelve. Sin embargo, para alguien que vive de la litera...