No puedes hacerlo, él siempre ganaría.

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024:

Un poco frustrada de la situación, apago mi teléfono celular. Pablo desde temprano comenzó con su insistencia. No tenía ganas de hablar con él y menos de verlo a la cara, pero cuando ya tenía acerca de cincuenta llamadas pérdidas suyas supe que algo había pasado.

Samuel se quedó en mi departamento ayer y, aunque intentó convencerme de cosas absurdas, me negué rotundamente a oírlo. Tengo que cortar de forma inmediata el vínculo sexual que me ata a Pablo o las cosas se van a complicar a un punto tal que el espectáculo de ayer será algo pequeño. Él me cambió en muchas formas y no sé si pueda lidiar con las transformaciones.

Tenemos un libro en común, nada más. Prefiero evitar la mezcla de sentimientos que se me crearon y la situación de anoche no ayudó en nada. ¿Por qué todo vuelve otra vez? Este mal sabor en la boca que me acompaña desde que lo conocí, las ganas locas que me provoca y los pensamientos pecaminosos son factores más que alarmantes en mí. Necesito volver a ser la de antes. Mi amigo me dijo que no debía retroceder en el camino recorrido con Pablo, que lo mejor era que poco a poco me fuera distanciando con él si eso era lo que quería. Y creo que él solito fue el que dio con el problema: No quiero hacerlo. Si acepté venir a esta reunión es porque no me parece que sea una pequeñez de las que se le ocurren.

Tras tomar una ducha de unos diez minutos y esperar a que mi amigo hablara con su hermana y le dijera que no estaba en la oficina y que tampoco estaba en ningún bar, salimos a por desayuno. La noche fue bastante provechosa luego del rato incómodo y no me arrepiento de nada de lo que sucedió. Cada quien tiene su opinión respecto al asunto y Pablo ya decidió cambiarme por algo mejor. Comimos unas donas y bastante café en un chiringuito cercano a la casa del coautor de Concupiscencia. Luego me trajo hasta aquí.

Llevo rato pensando en no entrar, en seguir caminando hasta que vea la línea de la frontera. Samuel me recomendó que me comportara neutral, como si no me hubiese afectado que me utilizaran como trapo de quitar la mierda. Ni siquiera yo entiendo por qué me afecta tanto su trato, tarde o temprano esto iba a suceder. La gente siempre encuentra la manera de cambiarme por algo mejor o al menos que no esté tan roto. Mi hermana jugó bien sus cartas para hacerme sufrir en esta oportunidad porque esto claramente tiene su nombre en todas partes.

Será mejor que le ponga cara a este asunto, si no es hoy será mañana o pasado, pero tarde o temprano le tendré que ver su estúpida cara. Además, mientras más rápido entre, más rápido saldré y podré seguir con mis actividades entre las que incluí retomar mi vicio al cigarro. Entro en el edificio y pulso en el ascensor su número de piso. Todavía puedo quedarme encerrada aquí, no sería una mala idea del todo, por lo menos sería una excusa para no verlo.

Yo no tengo esa dicha.

Penetro en el ascensor y el equipo no se detiene en su piso, tampoco lo hago yo cuando me bajo. Eso sí, frente a frente con su puerta creo que voy a volver a ver esas donas en una forma menos agradable. ¡No! Yo soy mejor que eso y tengo que ponerle un punto final a su insistencia, cortaré las cosas por lo sano. Actuaré de la manera más natural que me salga, posteriormente nos distanciaré de a poco y para cuando quiera darse cuenta ya no tendremos reuniones nunca más. No puedo esperar a irme a la editorial de Dante.

Toco dos veces sobre la madera y cas i me asusto cuando no me da tiempo a realizar un tercer llamamiento. Ok, esto es preocupante. Delante de mí veo a un Pablo Echeverría cansado y con la peor cara que le vi jamás. Bajo sus ojos hay dos bolsas negras, como alguien que anoche no durmió y sus comisuras van tan abajo que asusta.

—¿No revisaste tus redes sociales esta mañana? —pregunta con un tono sombrío.

—No, Samuel y yo nos despertamos con tus llamadas —explico en lo que él me deja entrar a su departamento.

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