Querido Dios, ¿podrías enviarme los problemas de uno en uno?

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Alguien dijo una vez que enfermarse en la soledad era lo peor que había. A esa persona hay que darle un premio porque no se equivocó. Cuatro días van ya que no me baja la fiebre ni siquiera dándome una ducha de agua fría y no quiero comer nada. No sé en qué momento me vine a enfermar de esta manera porque no me mojé con lluvia, ni dormí sin mi mantita. Esto tiene que ser otra cosa, una gripe que tomé en la editorial ya que no he ido a más ningún sitio.

Mi vida como escritora se mantiene sobre lo típico. Después de aquel encuentro desagradable que tuve con Pablo no volví a saber de él porque me fui sin darle tiempo a que se excusara. Sé que me odia, pero dejar a las puertas de un orgasmo a alguien eso ya cae dentro de las peores cosas que se pueden hacer. Por suerte, justo en la entrada de la editorial hallé un taxi estacionado y le pagué el doble con tal de que me trajera a mi casa. El maldito escritor estuvo llamando, no le contesté ni una vez y lo silencié en WhatsApp.

Rehíce los dos capítulos que Macbeth quería y creo que le encantaron porque sus exactas palabras fueron: «eres la mejor, Liv». Tuve que comentarle que estaba con treinta y ocho grados de fiebre para que me diera un descanso y me dijo que me tomara mi tiempo. Luego de eso me tiré en la cama en posición fetal a esperar a que la muerte me llevara. Entre los sudores, los escalofríos, el dolor en la espalda baja creí que iba a ser otra famosa muerta.

Me tomé dos pastillas en un intento frustrado de calmar el terrible dolor en la espalda, pero al final ingerí un somnífero ─legal─ y me quedé dormida hasta las ocho de la mañana que el sonido de mi celular me despertó. Era mi madre, le dije que estaba fatal y lo único de valor que me dijo fue que me hiciera una sopa rápida de gallina. No podía venir a verme porque está en Europa. Tampoco la necesito aquí reprochándome, agradecí y le pedí que se lo pasara en grande.

Una cosa buena que trajo esa mañana fue el mensaje que me envió Dante donde me decía que quería hablar conmigo en cuanto tuviese la oportunidad. De más está decir que lo llamé al vuelo. Quedó maravillado con la historia de fantasía que pienso publicar bajo su sello. Me preguntó que cuándo podría tener más capítulos, fue ahí que le dije que me sentía demasiado mal para pensar en escribir. Por sorprendente que parezca, Dante Marchetti ─sin conocerme de nada─ se ofreció a pagarme un médico para que viniera a mi casa y me examinara. Lo rechacé educadamente porque le tengo pavor a las revisiones de clínico. Él me deseó pronta recuperación y por la tarde envió unas flores con su secretaria. Al menos ya tengo algo para poner sobre mi lápida.

Supe que pasó un día completo entre la venida de la secretaria y hoy porque vi mi alarma esta mañana, pero yo creo que estoy pésima. Siento un latido que va hasta mis riñones y cuando me da es como si algo dentro de mí se removiera de manera dolorosa. No puedo soportar esto, es morirse en vida, es un calvario. Si me levanté de la cama es porque necesito ponerme a escribir ya y con un poco de café estaré activa al momento.

Sostengo mi taza de café sentada en la mesa tan encorvada que me recuerdo a mi propio yayo cuando estaba ya muy mayor. El cólico viene otra vez y descubrí que la única manera de que se alivie es encorvándome tanto como me sea posible. Lágrimas bajan por mis mejillas de la pena y del dolor. Necesito sentirme bien, quiero ser la Olivia de antes. Esto me duele mucho.

Pego mi cabeza a la meseta de la cocina respirando por la nariz para mitigar el impacto que me causa este malestar. Es como vivir un parto sin anestesia.

Dos toques en la puerta consiguen lo que el malestar no logró en sus cuatro días de duración, que yo gimotee. Ir a la puerta es un desafío, si esta avanzar de mi cuarto al baño fue un Cristo, ir hasta la entrada será una visita al infierno sin un Virgilio. Los toques continúan, ojalá sea mi madre que se le removió la consciencia y viene para cuidarme porque me hace falta un abrazo.

ConcupiscenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora