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Primera cita: un fiasco.

Claramente no fue natural, no me hizo sentir bien, tampoco terminó como Jack dijo que lo haría, acompañándome a la residencia. No. Terminé en mi cuarto llorando y moqueando, desvistiéndome y colocándome un buzo y dejándome el suéter. Me quité el maquillaje porque la máscara de pestañas me picaba con las lágrimas. Luego me mojé el rostro, hasta ver mi reflejo. Me dio un poco de pena verme, parecía fracasada.

Todo esto es una estupidez, no debería haber ido a la cita. Hay cosas que no son para todo el mundo. Yo había ayudado, aunque no supiera, a engañar a alguien. No pasó nada más, no hubo besos ni roces de mano, no hubo nada que se pudiera malinterpretar, salvo que yo estaba en una cita con Jakob.

Pobre chica. En serio.

Esto es lo peor del mundo, maldita sea, me había arreglado, me había sentido bien con mi aspecto y todo se fue por el caño.

Me dejé caer sobre la cama y me hice un ovillo, técnicamente me abracé las rodillas y me acerqué lo que más pude a una posición fetal.

Me podía permitir estar triste, al menos por una noche. Quería helado, ver una película y ojalá no sentirme como una basura mañana. No era tan doloroso como lo de Ryan, ni siquiera se acercaba al corazón roto que sentía cada vez que recordaba que a Jack le gustaba Roxy. Solo me sentía... estúpida, algo usada y culpable.

Tocaron a mi cuarto, varias veces.

No quería ver a nadie, pero no quería que nadie me siguiera molestando, así que me levanté lentamente y quedé contra la puerta, dando un largo suspiro, calmándome y abrí.

Parpadeé, tal vez así desapareciera el espejismo del chico que tengo enfrente. No lo hizo.

No puede ser verdad.

De todas las personas en el mundo, tenía que ser él.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, limpiándome las mejillas con el dorso de mi mano.

Parecía un reclamo de mi parte al preguntarle de esa manera, y, aun así, me miró, tan dulce y apenado que apaciguó el corazón.

—Dime, ¿la caza de asesinos seriales necesariamente tiene que hacerse los jueves? —preguntó. Parecía tan preocupado por mí.

Y me sacó una risa húmeda, no pudiendo evitarla, sintiendo que perdía un poco de peso en mis hombros.

Entró y cerró la puerta tras de él.

—Ven aquí —abrió sus brazos y yo no esperé mucho hasta unirme a él, quedando contra su pecho, rodeándolo de la cintura. Su barbilla quedó apoyada en mi coronilla y sus manos me atraparon la espalda, acercándome a él.

Y volví a llorar. Sollocé aún más fuerte. Todo esto era como un déjà vu, de muy mal juego, recordándome a ese momento en que cuidó de mí en su hogar luego de que corrí de ese sujeto por las calles.

It's Love at Quantum LevelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora