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—¡¿Estás loca, mujer?!

Alcé mi cabeza del mesón de trabajo, cayendo en Ezra y su mano en el pecho. Tenía el ceño fruncido y una mueca de enfado.

—Ezra, buenos días. ¿O es la tarde? —mascullé, confundida.

—Casi me das un puto paro cardiaco. Por favor no me digas que te quedaste toda la noche en laboratorio.

Parpadeé.

Sí lo había hecho. Me pasé la noche del jueves y la madrugada del viernes terminando un plan hipotético ya que no podía dormir, no después de que en la mañana el entrenador Duncan nos dijera que había un partido amistoso local con Harvard el sábado y podría darnos la oportunidad de probar el proyecto.

Habría dicho que no, que no lo teníamos funcionando, pero luego me llegó un correo de Martin pidiendo, severamente, que necesitaba un informe de pruebas y que el partido nos permitiría demostrar nuestro tiempo invertido (y un poco de dinero) en la pista de hielo.

No me pude negar, a ninguno, y decidí adelantar la prueba.

—Piensa lo que te haga sentir menos culpable. Mira, ya arreglé el algoritmo y tengo una idea para que encaje en el programa —le mostré la pantalla apagada y con movimiento torpes encendí el ordenador, buscando el archivo en el que trabaje toda la noche. Ezra se acercó, refunfuñando —. Cambié la forma de transmitir la información. El algoritmo no era compatible con la base de datos por lo tanto no sirve con el programa, entonces, pensé que sí cambiamos el mapa de deducciones lograría entrar.

Hice una muestra, algo teórico, obteniendo un noventa y nueve por ciento de aceptación. Ezra inclinó su cuerpo hacia la pantalla, interesado.

—Esto es...

—Nuestra salvación —terminé por él.

Se rió, sin creerlo.

—Tú... lo lograste, Danny, lo hiciste.

—Hicimos —corregí. Todo fue gracias a Jack, de hecho —Estará listo para el partido del sábado.

—¿Martin sigue insistiendo?

—Sí.

—No lo entiendo, él jamás había sido así y ya hemos trabajado con él varias veces —masculló, frustrado.

La presión del profesor Martin nos estaba pasando factura, nos mandaba correos a cada uno, nos interceptaba en los pasillos en nuestros tiempos libres entre clases, nos veía en la cafetería haciendo un gesto claro: «Muéstrenme resultados». Nadie lo entendía, él no era así, Martin nos guiaba y apoyaba, no exigía como un jefe malvado.

—Tal vez tenga presión con los cargos de más arriba.

—¿Te refieres al decano?

—Sí —exhalé —no le tomé importancia en ese entonces, pero, ¿te recuerdas de Luvy Tres?

It's Love at Quantum LevelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora