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El correo del profesor Martin con la confirmación del pase verde para trabajar con el equipo de hockey alegró un montón a Roxy y a Ezra, los cuales se comportaban raro, mucho más entre ellos, no podían ni verse al rostro, o al menos así fue ayer c...

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El correo del profesor Martin con la confirmación del pase verde para trabajar con el equipo de hockey alegró un montón a Roxy y a Ezra, los cuales se comportaban raro, mucho más entre ellos, no podían ni verse al rostro, o al menos así fue ayer cuando nos encontramos en la cafetería, lo que significa que sí se acostaron como Ezra siempre quiso y ahora no saben cómo reaccionar, lo cual es incómodo para mí también.

Yo tratando de salvar una conversación era caer bajo, era sinónimo de que las cosas estaban yendo muy mal. De solo recordarme ese momento: yo tratando de comer un sándwich de lechuga, pollo, tomate y kétchup, con esos dos sin poder verse y evitar que sus mejillas se colorasen, mudos como ratones, ocupando su espacio cuadrado, me daba vergüenza ajena, y eso que yo estuve presente, fui parte del momento.

Y aunque fuera domingo, yo seguía en el laboratorio, dándole los últimos arreglos a mi teléfono, con el hielo apoyado en mi pómulo y mandíbula (luego de que Miles y yo nos encontráramos de nuevo esa mañana y le dijera algo cómo «córrete, mierda», fue mi error, lo reconozco), por fin tuve un tiempo para algo más que pensar en proyectos, Jack Tucker, universidad y hockey. El viernes después de esa "extraña" conversación (y así la iba a llamar, porque no tenía otro adjetivo para definirla) con Jack no pude quedarme quieta, puse la película para armar una bulla ambiental y mandé un correo a casa, pidiendo que me explicaran todo lo que pasaba, le mandé uno a Ted, otro a mamá y finalmente a la vecina del 41 amante de los gatos y series turcas.

Ninguno me ha respondido, lo que me da más razón para imaginar que la tormenta ha acabado con las señales, como siempre pasa cuando hay temporal. Sin embargo, ahora mismo, me exaspera que no tengan ni un puto móvil funcionando.

El resto del viernes, porque me quedé despierta toda la noche temiendo que al cerrar los ojos lo primero que vea sea al sujeto que me siguió o a Jack muy cerca de mí, manteniéndome prisionera entre él y la puerta, llené mi cabeza de datos y de sustancias toxicas, me tomé todo el alcohol que teníamos en el cuarto y leí un montón de reglas del hockey que en este momento no quería recordar, mientras Koda le cantaba a Kenai mientras iban en busca de las luces mágicas a la montaña del salmón* de fondo. Daphne llegó como a las tres de la mañana y se sorprendió de verme ahí, toda borracha, mientras leía en mi ordenador, pero se evitó de hacerme preguntas, lo que le agradezco sinceramente porque no sabría qué tontería le habría respondido.

—¡Al fin! —exclamé, a nadie en particular, cuando la pantalla de mi teléfono encendió —Gracias, gracias, gracias.

El otro teléfono vibró sobre el mesón de trabajo.

[@𝖱𝗁𝖾𝗍𝗍]
𝖮𝗒𝖾, 𝖼𝗁𝗂𝖼𝖺 𝗆𝗂𝗌𝗍𝖾𝗋𝗂𝗈𝗌𝖺 ☹
𝖠 𝗍𝗂 𝗍𝖾 𝗀𝗎𝗌𝗍𝖺 𝗅𝖺 𝖿𝗂́𝗌𝗂𝖼𝖺, 𝗌𝗎𝗉𝗈𝗇𝗀𝗈.
𝖳𝖾 𝗍𝖾𝗇𝗀𝗈 𝗎𝗇 𝗉𝗋𝗈𝖻𝗅𝖾𝗆𝖺 𝖺 𝗋𝖾𝗌𝗈𝗅𝗏𝖾𝗋.
𝖲𝗂́, 𝗁𝗂𝗉𝗈𝗍𝖾́𝗍𝗂𝖼𝖺𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝗁𝖺𝖻𝗅𝖺𝗇𝖽𝗈, 𝗎𝗇 𝖾𝗏𝖾𝗇𝗍𝗈 𝖠 (𝗍𝗈𝗍𝖺𝗅𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖺𝗉𝖺𝗋𝗍𝖺𝖽𝗈 𝖽𝖾 𝖼𝗎𝖺𝗅𝗊𝗎𝗂𝖾𝗋 𝗈𝗍𝗋𝗈 𝖾𝗏𝖾𝗇𝗍𝗈), 𝖼𝗈𝗅𝗂𝗌𝗂𝗈𝗇𝖺𝗋𝖺 𝖼𝗈𝗇 𝗎𝗇 𝖾𝗏𝖾𝗇𝗍𝗈 𝖡 (𝖾𝗅 𝖼𝗎𝖺𝗅 𝗍𝗈𝖽𝗈𝗌 𝖼𝗋𝖾𝗂́𝖺𝗇 𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗈 𝗍𝗂𝖾𝗇𝖾 𝖺𝖿𝗂𝗇𝗂𝖽𝖺𝖽 𝖼𝗈𝗇 𝖠), ¿𝖾𝗅 𝗋𝖾𝗌𝗎𝗅𝗍𝖺𝖽𝗈 𝗌𝖾𝗋𝗂́𝖺 𝖿𝖺𝗏𝗈𝗋𝖺𝖻𝗅𝖾?

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