Cuando Jack Tucker, se presenta en la puerta de Danny Solis por una confusión, ella sabe que toda su vida cambiará para siempre, en especial después de que pasan la noche más inusual de todas. Creyó que no se volverían a ver, como no lo habían hecho...
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Gastar dinero en ir a un bar y tomarme todo lo que pudiera había sonado mejor en mi cabeza, ahora me sentía horrible. ¿Quién dijo que el alcohol servía para olvidar? Y una mierda, eso no es verdad, maldigo al que se le ocurrió divulgar tal mentira. Ahora estaba ebria, pobre, sola y con ganas de morir.
Lo sucedido con Jack había sido tal catástrofe como el «Titanic», no importa por donde lo mirara. El beso de la muerte. Mi cabeza me repetía una y otra vez el beso bajo el muérdago, o los besos en los pasillos, también sus ojos llenos de deseo. Luego de tal maravilloso momento, venía a mí el recuerdo cuando traté de colocar un nombre a lo que teníamos. Amigos. ¿Por qué demonios querría ser amigo del chico que me gusta? Es que yo debía ser tonta, el resfrío me secó una parte del cerebro o el frío congeló algunas neuronas o mi corazón finalmente decidió ganarle a la razón e hizo algo estúpido.
Doy otro sorbo, profundo.
En primer lugar, debería haberme alejado de Jack hace mucho, cuando supe que le gustaba Roxy, no, incluso antes, cuando comencé a sentirme enferma de amor. Me habría evitado tantos problemas, tantas razones para perder la cabeza, si hubiera sido más lista. Sin embargo, me quedé con él, siendo egoísta, queriendo un poco más de él cada vez, que una sonrisa, que una mirada, que una carcajada, que una conversación, que un abrazo, que una caricia y terminamos con un beso. Muy bien, Danny, lo lograste todo y ahora sientes que perdiste todo.
Apoyé mi mano en mi frente, torpe. Había tomado demasiado y todavía tengo un par de dólares, aparte para el taxi.
—¿Me darías otro, por favor? —pedí cuando vi a Jakob quitarme mi vaso.
—Oye, llevas más de siete vasos, ¿no querrías tomar agua? ¿O comer algo?
—¿Me cuentas los vasos? —pregunté, levemente indignada.
—Claro que sí, tengo que cobrarte, ¿recuerdas?
—Ah —me reí, tonta —cierto.
—Linda, creo que es tiempo de parar. Me halaga que te gusten mis tragos, pero ya pienso que tienes otro motivo por debajo —se colocó un paño de plato en su hombro y apoyó los antebrazos en el mesón —Será mejor que te vayas a casa.
—En serio a ti te encanta decir que me vaya a casa.
—¡Qué va! Trato de ser caballero, pero en realidad me gustaría tenerte aquí todo el tiempo que pueda, llámame egoísta.
Egoísta, como yo.
—No te conviene ser egoísta, saldrás perdiendo —farfullé, rodeando con mi dedo el borde del vaso.
—No me digas, ¿y eso a que se debe?
No quise pronunciar a Jack.
—El ser humano es egoísta y finalmente todo se le va de las manos, por más que trate dejar salir mi corazón hay cosas que no están hechas para todo el mundo. Oye, esa es una buena hipótesis. Quinta hipótesis: "el amor no es para todos", lo anotaré luego.