Cuando Jack Tucker, se presenta en la puerta de Danny Solis por una confusión, ella sabe que toda su vida cambiará para siempre, en especial después de que pasan la noche más inusual de todas. Creyó que no se volverían a ver, como no lo habían hecho...
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La haría sido si yo no fuera tan torpe.
Cuando me quise levantar, corriendo para evitar mojarme, Jack hizo lo mismo, con una agilidad digna de un deportista de clase universitaria. Pero yo no era deportista, ni siquiera podría hacerle carrera a un abuelo en silla de ruedas, por lo que me tropecé con el césped húmedo y las rodillas se me llenaron de barro.
¿Mi plan de huir? Por el caño, porque Jack Tucker me ayudó a levantarme y agarrándome de la muñeca, firme y amable, me guió (más bien, tiró) hasta el comienzo de un edificio cerrado, refugiándonos en el techo que cubrían las escaleras de la entrada. Y durante todo el trayecto que corrimos, deseando no mojarnos, igual lo hicimos y él gritó un par de veces «Corre, corre», riéndose a carcajadas entremedio.
Él lo encontraba divertido. Yo, obviamente, no.
Incluso bajo techo, él seguía con una sonrisa, mientras se despeinaba el cabello oscuro, negro azabache, para quitarle algunas gotas y no se le pegara en la frente.
Yo me solté la cola de caballo, que me hacía peso de más, y me quité los anteojos para limpiar el vidrio en la camiseta.
—¿De qué te ríes tanto? —no quise admitir que mi voz salió más rencorosa de lo que quería.
—No creí lo de fofa, pero... —soltó otra carcajada —sí, lo eres.
Dejé mis manos quietas y lo fulminé con la mirada.
—Ja, ja. Que gracioso.
Me volví a concentrar en mis lentes, pero no servía de nada limpiarnos cuando la tela de mi camiseta estaba mojada.
—A ver, pasa —aunque lo pidió, me arrebató los anteojos, siendo cuidadoso en no tocarme de más. Incluso así, recordaba lo cálida que era su mano, que contrarrestaba lo fría que era la mía. Los dejes de su agarre en mi muñeca seguían ahí.
El teléfono que Daphne me prestó vibró y con mucho esfuerzo leí de quién era el mensaje.
Vi de reojo a Jack. Él estaba concentrado en limpiar el vidrio, con un montón de cuidado, lo que me provocó un cosquilleo en el estómago, que traté de olvidar y pasar por alto.