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Fui donde el decano Robinson, en contra de mi voluntad, con una sola idea en mente, llevarle mi robot y conseguir el dinero que finalmente podría tener. Pagaría la renta y a nuestros padres les sobraría ese dinero, se podrían encargar de su bebé tranquilamente, sin la presión extra. Solo necesitaba ir con el decano.

Lamentablemente, no quería ir.

Carajo, de verdad no quería, porque la tendencia de huir de mis problemas se volvía clara últimamente. Y no podía permitirme más huir de este problema, no cuando la fecha de paga se acercaba y el año daba inicio en unos días más.

Así que, aquí estaba, sin poder tocar la puerta de su oficina porque el recuerdo de nuestro proyecto rechazado me dejaba mucho que desear y muy pocas fuerzas para enfrentarme al hombre que dio el ultimátum. Ni siquiera fue el rector, aunque nos odiara el primer año de universidad por "manchar" el nombre de su hijo, Miles Warner.

Al menos había aprovechado lo que quedaban de las vacaciones con Jack, antes de que llegara Daphne (su vuelo se retrasó hasta el miércoles según me contó cuando le llamé el domingo para saber a qué hora debía ir a buscarla al aeropuerto). Vimos películas en mi cuarto, también quiso ver cómo funcionaba Luvy Tres y cuando le respondió una pregunta «¿cuál es la comida favorita de Danny?» saltó emocionado, es una suerte que no preguntara sobre él mismo porque me dejaría en vergüenza al meter una base de datos innecesaria sobre él. También nos acurrucamos un montón en la cama, sin hacer nada más que sonreírnos y hablar. Tanner lo llamó para preguntarle donde estaba y él le dijo que estaba ocupado con «su novia», su amigo solo dijo "ya era hora" antes de colgar entre risas.

Había sido un fin de semana perfecto, uno que no quería que llegara a término porque eso significaba volver a la vida real y en ella habíamos fracasado en el proyecto que pusimos muchas lágrimas, monedas para cafés en lata y sangrados de nariz.

Por lo que debatirme en entrar a la oficina del decano Robinson era totalmente justo.

No tuve que hacerlo, porque la puerta se abrió de par en par dejándome expuesta a la mirada del decano. El estudiante que fue a verlo antes que yo salió ofuscado, dándome una mirada que gritaba "suerte". Genial.

—¿Señorita Solis? —pegué un salto al escuchar la voz del hombre.

—Sí.

—Pase.

Asentí y entré, jugando con el borde del suéter.

No es muy tarde para salir corriendo, me recordé.

—Que sorpresa encontrármela por aquí, creí que no vendría nunca —dijo, dándome la espalda mientras iba a su escritorio nuevamente.

No, ya es tarde.

—Casi no vengo —me sinceré. Él se rió, dejándose reposar en su asiento y cruzó sus dedos sobre el escritorio.

—¿A qué debo el gusto, entonces?

It's Love at Quantum LevelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora