Bingo

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—Inténtalo. —declaró Xandro.

—Ya sabía yo que eras… espera ¿Qué dijiste? —cuestionó procesando lentamente la respuesta del griego, malditas hormonas que no la dejan estar alerta como cualquier otro día.

—Que puedes intentarlo, pero no creo que lo logres. —respondió sin mover ningún músculo de su rostro.

—¿Eres humano o un robot? —le preguntó mientras picaba con su dedo índice una de las mejillas de Xandro— No mueves ningún músculo de la cara. —dijo y él dio un paso atrás para que no lo tocara.

—¿Debo reírme ahora o despues? —cuestionó.

—No entiendo porque me gustas. —habló antes de recorrerlo con la mirada de arriba abajo— Es que estás bueno. —declaró sin vergüenza.

—Eres una atrevida. —señaló utilizando toda su fuerza de voluntad para no reírse.

—Y tú eres un robot.

—Ahora soy un robot, pensé que era un témpano de hielo. —dijo mirándola hacer muecas con los labios.

—Eres las dos cosas, eres un robot que cayó en un pozo de agua el cual se congeló, quedando como un témpano de hielo. —le explicó.

—Vaya ¿asi piensas conquistarme? —inquirió.

—Claro, tengo más técnicas. —le regaló un guiño— Pero ahora no voy a mostrártelas, tengo que seguir con mi trabajo. —habló mostrándole el megáfono.

—¿Vas a trabajar en el bar hoy? —cuestionó.

—¿Tú vas a estar como encargado? —quiso saber.

—Sí, desde ayer soy el encargado del bar.

—Entonces, debes saber que hoy llegó alrededor de las once de la noche. —le contó.

—Acostumbras a llegar tarde a todos lados, eso no habla bien de ti. —comentó.

—Claro que no acostumbro a llegar tarde a todos lados, solo que hoy es la noche de bingo y soy la encargada, se termina como a las diez y media, tengo que recoger el lugar eso me lleva como veinte minutos, más lo que hago en llegar desde el hotel hasta el bar. —le explicó— Si no me crees puedes preguntarle a Edward.

—Bien, no puedes llegar más tarde de las once y no puedes beber con clientes. —le advirtió

—Está bien, lo que usted diga, señor, robot. —dijo imitando la voz de lo que ella creía era un robot, Xandro negó, mordiéndose los labios— Nos vemos en la noche.

—Nos vemos, no digas muchas groserías. —le dijo y Nina le mostró el dedo del medio, mientras se alejaba, el griego sonrió antes de continuar su camino escuchándola invitar a la noche de bingo a todo el pueblo.

Regresó a la cabaña, revisó su celular, respondió los mensajes de sus amigos, miró las llamadas perdidas de su padre, pensó si debía devolverle la llama, pero decidió mejor enviarle un mensaje diciéndole que todo estaba bien, jugó videojuegos hasta que fue hora de prepararse para ir a trabajar, pasó a la cafetería a cenar.

—¿Ya ordenaste? —le preguntó Edward deteniéndose frente a él del otro lado de la barra y él asintió— Bien, debo avisarte que Nina llega alrededor de las once de la noche los fines de semana.

—¿Te dijo que me avisaras? —preguntó mostrando una pequeña sonrisa.

—Sí ¿Cómo sabes?

—Me la encontré en el pueblo y me dijo que llegaría a esa hora porque era noche de bingo. —le contó— Piensa que no la voy a dejar trabajar si llega tarde.

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