Margaritas

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—¡Por que tu espacio personal es mío!... —gritó Nina antes de llevar las manos a su boca.

—¿Qué dijiste? —preguntó sin evitar sonreír ante la declaración de su ardilla.

—No dije nada, no importa. —respondió intentando dar media vuelta, pero el robot la detuvo.

—A mí me importa, todo lo que salga de ti ardilla habladora, me importa, cuando habló de dejar que invadan mi espacio personal, solo me refiero a ti. —declaró clavando sus oscuros ojos en los azules de la rubia— Jamás dejaría que alguien más que no seas tú, invada mi espacio personal. —le aclaró— Sal conmigo.

—No. —lo rechazó empujándolo.

—Por favor. —rogó soltándola.

—Estoy enojada contigo. — declaró cruzándose de brazos.

—¿Qué puedo hacer para que ya no lo estés?

—Necesitas una máquina del tiempo, pero no creo que la tengas robot. —respondió.

—Es verdad, no la tengo, pero si me das la oportunidad de reparar mi error…

—¿Sabes cuál fue tu error? —cuestionó volviéndolo a interrumpir.  

—Sí. —declaró con mucha seguridad.

—¿Cuál?

—Fui un completo imbécil en Las Vegas…

—Por fin lo admites ¡oye! ¿qué haces?... —preguntó cuando el témpano de hielo la tomó por la cintura y la pegó a él.

—Deja de interrumpirme, escuchar un poco ardilla habladora, porque siempre…

—Porque me da la gana, porque…. —sus palabras se ahogaron en los labios del griego que estaban devorando los suyos, quiso resistirse por una milésima de segundo, a quien engañaba, a nadie, ella estaba completamente enamorada de él y quería mucho más, pero recordó que aún estaba enojada, así que lo empujo— No puedes besarme. —dijo echando la cabeza hacia atrás.

—Voy a hacerlo cada vez que no me dejes hablar y me interrumpas. —le advirtió sin soltarla.

—¡Estás loco! —volvió a empujarlo, pero Xandro tomó su nuca y volvió a besarla.

—¿Vas a seguir interrumpiéndome? —inquirió.

—Está bien, voy a callarme, pero suéltame.

—No, vas a escucharme así, porque si te suelto vas a irte.

—No voy a ir a ningún lado, aquí vivo. —le recordó.

—Lo sé, pero vas a ir a tu dormitorio y ahí no puedo entrar, yo ya fui a la universidad ¿Se te olvido?

—No, dime que no quiero morir congelada. —declaró poniendo sus brazos en los firmes pectorales del griego, ella era alta, pero él lo era más.

—Bien, estaba diciendo que lamento mucho haberme comportado como un completo imbécil en Las Vegas. —comenzó a hablar mientras la envolvía con su propio abrigo— Se que dije que eras una niña inmadura, pero el que se comportó de esa forma fui yo.

—Me alegra que lo admitas, porque tú… —de nuevo la besó.

—Sigue interrumpiéndome porque puedo besarte toda la noche, es más quiero besarte toda la vida. —declaró provocando que el corazón de la rubia latiera muy fuerte en su pecho.

—Sigue. —dijo mordiéndose los labios.

—Actúe mal, dije cosas que no quise decir, no eres una mala influencia, no eres una niña inmadura, solo no quería reconocer que desde mucho tiempo atrás estaba loco por ti, porque te he amado casi desde el primer momento que te conocí, pero no quería admitirlo porque no quería arruinar tu vida, porque quería, quiero que no te pierdas nada de lo que te toca vivir por tu edad, por estar con alguien como yo, que además de no saber expresar sus sentimiento, es un hombre enfermó,  no puedo desvelarme todos los fines de semana como lo haría alguien sano, no puedo beber alcohol, porque es probable que la mezcla con los medicamentos me genere una hemorragia estomacal…

XANDRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora