🌹|| "42"

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Habían pasado al menos treinta minutos y ambas representaciones terminaron de lados opuestos de la sala cada uno con sus argumentos de porque la película que habían elegido era la mejor.

— No puedo creer que estoy presenciando esto.

Oh, y Juan también estaba en la sala, escuchando y siendo el juez de cuál película era la mejor. Estaba agotado y quería volver a su casa para que no fuera asesinado por su abuelo.

— ¿Y bien? — pregunto México sonriendo orgulloso de su explicación.

Agh, ni ustedes, ni yo. “Pulgarcita” — dijo levantándose del sillón y despidiéndose de ambos países.

— Ah, chinga tu madre — finalizo el mexicano cruzándose de brazos mientras Perú estaba a lado de el despidiendo a Juan con una sonrisa.

Antes de salir de la hacienda dijo alguna pendejada de doble sentido que el mexicano entendió a la primera y se hizo el menso cuando el peruano le pregunto. Después de unas cuantas risas, junto con análisis de la cinematografía de Barbie, volvieron a estar en un silencio absoluto que comenzó a hacer sentir nervioso al omega.

Perú también estaba nervioso pero trataba de mantenerse sereno.

— Es raro ¡Ajem! Que Tlecuauhtli no esté conmigo — dijo México tratando de romper el silencio — me pone un poco nervioso no tenerlo en casa.

— Si, se siente extraño pero está con CDMX, así que estará bien — contesto el alfa animando un poco al moreno.

— Si. Eso espero.

Ambos se dieron las buenas noches y cada uno fue a sus habitaciones, México se dió un baño antes de dormir, sentía su temperatura un poco alta y también estaba algo ansioso. Se sentó en su cama y miro la mesita a lado de ella, arriba estaban unos supresores pero no debía tomarlos por recomendación de OMS.  Alejo todo pensamiento de su mente y se acostó en la cama mirando al techo para contar borreguitos.

Llegó hasta el número catorce antes de caer dormido.

[...]

Perú se despertó al escuchar el canto de un gallo a las seis de la mañana, estaba con los ojos medio abiertos escuchando el sonido de afuera.

No había muchos trabajadores en la hacienda de México pero se podían escuchar los murmullos de algunas personas que comentaban cosas tribales. Se sentó en la cama y frotó sus ojos para despertar mejor, se incorporó y fue hasta el baño para lavar su cara.

— Que sueño — murmuró para después bostezar.

Cuando salió del baño se puso ropa más cómoda y miro uno de sus zapatos por diez minutos.

Cuando salió por el pasillo vio un poco más de movimiento allí afuera, incluso una de las muchachas tropezó con el por caminar apurada.

— Disculpe, ¿paso algo? — pregunto a una señora un poco más mayor que pasaba por allí.

— El Señor entro en celo hace unos minutos — dijo resumiendo la historia un tanto avergonzada.

— ¿Está bien? — pregunto preocupado.

— Si, pero sería mejor si tuviera algo de ayuda — contesto un joven que estaba a lado de la señora — parece que es difícil para él.

Perú respiro profundo y entro a su cuarto para inyectarse un supresor para estar más tranquilo. Cuando salió camino hasta la habitación del mexicano donde estaba el joven de antes afuera de la puerta un tanto preocupado.

CONQUISTANDO AL ÁGUILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora