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Por largos segundos reino el silencio en la sala hasta que la organización hablo.

— Se que esto es incómodo, pero verdaderamente creo que es mejor que lo hablen cuánto antes — dijo pasando su mirada entre la antigua pareja.

México lo sabía, era mejor hablar ahora. Hungría también. Pero por alguna razón todo el guión que habían preparado ambos se les había olvidado.

— ONU ¿Podemos hablar en privado? — pregunto Hungría mirando a la organización tan serio como siempre.

ONU titubeó, pero México le dijo que le parecía bien la idea, entonces asintió. Los dos mayores salieron de la sala y ya afuera la organización suspiro, FBI le escucho y miro de reojo observando con atención como se frotaba la cara.

Seguido de esto la organización saco una cajetilla de cigarros, dónde tomo uno para después ponerlo en su boca. FBI le encendió el cigarro y después de una gran calada ONU soltó el humo.

— Espero que no pase nada más serio — dijo honesto.

— No lo creo — contesto el agente — Hungría y México son tipos serios.

Después de una sonrisa tranquilizadora, ONU siguió fumando hasta que terminó con su cigarro.

Dentro de la habitación siguió en silencio. Hasta que el omega hablo.

— ¿Cómo has estado? — pregunto México con una sonrisa algo torcida — mejor que yo supongo, tan lejos del ojo público es de esperarse.

— México y-

— Ni te atrevas a decir que lo sientes, no seas tan descarado — dijo antes que nada.

— No te lo diré. Se lo que hice y no hay ninguna excusa, tampoco puedo buscar una porque se que no eres tonto y aún si lo fueras no la buscaría — contesto con un tono serio, pero algo en su voz sonaba cariñosa. Aunque muy en lo profundo.

— Al menos lo aceptas — escupió apartando la mirada del alfa.

— Sería aún más estúpido no hacerlo.

De nuevo el silencio reino en la habitación, México suspiro profundamente y Hungría le miraba atento a cualquier movimiento.

— Sabes Hungría — dijo cuando ordenó sus ideas de nuevo — si tú... Si tú me lo hubieras dicho desde el principio no te habría negado el que fueras con Irlanda.

— Lo sé — contesto después de unos segundos.

— Entonces ¿por qué? — pregunto mirándole de nuevo, tan profundamente que sus ojos ámbar brillaban tanto como el fuego — yo... Yo pensé durante tanto tiempo que había algo mal conmigo. Fue tan difícil.

Decía con la voz quebrada frunciendo el entrecejo, pasando una mano por sus cabellos ya algo despeinados. Mientras que el húngaro seguía con su mirada imperturbable, siempre era alguien poco expresivo. Pero México lo conocía al derecho y al revés, supo que estaba intranquilo cuando jugaba con sus dedos y su mirada iba al suelo.

— México-

— Me lastimaste.

Y en cuanto esas palabras salieron de su boca en rostro del húngaro se descompuso en puro arrepentimiento, México le miro todo el tiempo y Hungría no se escondió del omega.

— Siempre eras tan directo, si tan solo lo hubieras sido está vez, yo quizá te perdonaría — dijo mirándolo a los ojos.

— Lo sé, creeme que lo sé — contesto después de un profundo suspiro que lo llevo a tener unas lágrimas en sus ojos.

CONQUISTANDO AL ÁGUILADonde viven las historias. Descúbrelo ahora